22 de agosto de 2010

Pregón Fiestas 2010


Buenas noches vecinos, amigos y familia.
Hace un año yo no estaría dando este pregón. Es más, hace un año yo estaba sentado allí, al otro lado, cuando empecé a escribir un poema que aparece en el programa de las Fiestas de este año, dememoria. Habla de las raíces, de cómo aunque nos neguemos a reconocerlo, el lugar donde nacemos, el lugar que nos ve crecer conforma nuestra personalidad. Pero hace unas semanas nuestro alcalde, Pedro, me dijo: tú vas a dar el pregón este año, y como yo tengo el problema de que no he aprendido a decir no, aquí estoy. Desde luego es un orgullo que reconozcan tu trabajo o méritos, así que me gustaría darle las gracias tanto a él como a la comisión de Fiestas desde aquí por el apoyo que me han brindado.

Hablaba del tiempo. Cuántas cosas pueden pasar en un año: hace un año no había centro de día, este año tenemos un colegio nuevo, grandísimo (ahora que no quedan niños); este año ha llovido más que en todos los anteriores y han aflorado corrientes que parecían secas; este año el equipo de fútbol-sala de Bélmez de la Moraleda son los campeones provinciales. Más cosas… pronto tendremos una biblioteca nueva, supongo que más grande, y el famoso Centro de Interpretación de las Caras. Todo esto en un año.

Veréis, yo creo que los pueblos son como los padres. Salimos de ellos, nos lanzan al mundo, nos crían, nos malcrían, nos alimentan y esperan lo mejor de nosotros: generan una expectativa con respecto a nosotros que nos supera en muchos casos. Los pueblos quieren que de ellos salgan personalidades que difundan el nombre del pueblo, que lo lleven por todas partes, esas cosas. Los padres quieren arquitectos, notarios, ingenieros, gente de bien con carrera para que tengan futuro. Pero un hijo está en todo su derecho a desentonar, a no querer parecerse al padre a según qué edades. Tienes 15 o 20 años, te quieres comer el mundo, y dices: ¿pero qué les pasa a mis padres, qué le pasa a mi pueblo? Qué aburrimiento, no cambia, no hay música, no hay cine, no hay nada nuevo. En casa sólo vemos películas de vaqueros y fútbol… Porque seamos sinceros, Bélmez es un lugar para gente de más de 30 años, de aquellos que miran con nostalgia las tardes de juegos en el parque, en las calles persiguiendo perros o jugando a las chapas. Que Bélmez, como todos los pueblos, se mira el ombligo mucho y se olvida del resto del cuerpo. Mira hacia atrás, cuando era un gran pueblo, nadie lo duda. Había trabajo, ambiente, hasta fábricas y cine, pero eso fue hace treinta años.

Ahora hay gente de todo tipo: en Bélmez de la Moraleda hay pintores, abogados, ingenieros, guitarristas, melómanos, amantes, tenderos, soñadores, padres, madres… Hay de todo. Existe también la tendencia, como digo, a decir: qué bonito era el pueblo, y venía gente de toda la comarca y qué rica su comida y sus gentes, y hasta había artistas. Ahí está Antonio Guzmán Merino, que fue guionista de cine y poeta. Un visionario. Fue quien escribió también la Aparición y rescate del Señor de la Vida.
Pero vale la pena echar la vista más atrás y descubrir que Bélmez ha sido pueblo moro y cristiano, cordobés, granaíno o jiennense por igual. Que la identidad belmoralense como tal queda difusa, como si Bélmez fuera una vena y la abriéramos en una bañera. Un punto físico no significa nada. ¿Esto es Bélmez?

Bélmez de la Moraleda no sólo es este momento ni este lugar, porque si las personas somos el “yo y mi circunstancia”, que decía Ortega y Gasset, un pueblo es todo eso y más. Aunque no quede rastro de toda una generación: en 1232, en un Bélmez moro, se organizó una matanza donde se acabó con todo el mundo: hombres, mujeres y niños. Pero el Castillo de Belmez siguió siendo moro. Luego pasamos a formar parte del reino de Granada. Mágina era una coraza mora ante el avance cristiano, y Bélmez fue cristiana. Los moros recuperarían más adelante el pueblo. La Historia nos la sabemos, al final los cristianos llegaron, vieron, vencieron.
Granada se partió entre sus varios reinos y Bélmez pasó a formar parte de Jaén hace poco menos que tres siglos. Eso es lo que nos dice la Historia.

Pero yo quería hablar un poco de literatura, muy poco, lo prometo. Don Antonio Guzmán Merino estrenó su obra de teatro Los Gonzalones por toda Andalucía, y con el tiempo se tuvo que trasladar a Barcelona. Todo esto consta en la hemeroteca del ABC. Viene esto a decir que a veces no nos queda más que dejar el nido, la casa de mamá y papá, y emprender el vuelo. Yo he tenido la inmensa suerte de vivir en las cunas de dos poetas tremendos: Federico García Lorca, el granaíno al que mataron por maricón. El mejor poeta de nuestra historia, fíjense qué suerte. El otro, Dylan Thomas, un poeta inmenso de Swansea, Gales. Swansea es una ciudad feísima, muy fea, donde yo he sido más feliz que en cualquier otra parte. Es tan fea que su ciudadano ejemplar escribió de ella un verso: “Swansea, esa ciudad fea y encantadora”. Y ese verso se puede leer en el suelo nada más llegar a la estación de tren. Espléndido.

Aunque Bélmez de la Moraleda cuenta con que no es un pueblo feo, a lo sumo aburrido, o que vemos cómo se apaga poco a poco…Yo os animo desde aquí a hacer de Bélmez un lugar que crezca, que no se olvide, que no nos empape la lluvia amarilla. La lluvia amarilla cuenta la historia del último habitante de Ainielle, un pueblo del Pirineo aragonés. Un pueblo fantasma. Es precioso esto, ¿no? Un pueblo vacío donde sólo se cuelan el viento y el frío. Este pueblo existe, tuvo menos suerte que Bélmez y ahora mismo sólo hay casas cerradas, semiderruidas, y una novela que le honra. Que los fantasmas siempre rondarán nuestras cabezas. Cuando yo pienso en Bélmez pienso en mi abuelo, en los paseos junto a él después de misa, pienso en las migas y las gachas, cómo no en la aceituna y el taller de mis padres, el maravilloso olor a tela. Y en el lugar al que huir, porque el pueblo, como los padres, siempre estarán ahí: por eso huyo a Bélmez, no de Bélmez. Pero ante todo pienso en mi abuelo. Fantasmas…

Hoy es agosto, venimos de ver el Castillo. No estamos todos los que somos, pero somos todos los que estamos. Hay que ser felices, hay que aprovechar estos días para reconciliarnos con los demás, para acordarnos de los que faltan, para retomar amistades y tratar de evitar la lluvia amarilla, por bonita que sea. ¡Que empiece la verbena! Felices Fiestas, vecinos. De verdad.

2 comentarios:

  1. ¿Que huyes a Belmes o huyes de Belmez? ¿Cómo va todo por ahí. Espero que más tranquilos que ayer.
    Alberto

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  2. http://brianedwardhyde.blogspot.com/2010/05/cuando-volver-casa-se-convierte-en-una.html

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