1 de abril de 2011

La vida tranquila

Días de ti.
Días orquestados por tu piel.
Días hijos de tus manos.
Días que nacen con tu voz.

David Eloy Rodríguez

No me gustan las masas, ni la gente.
Supongo que todos los escritores tienen un poco, un bastante de misántropos.
Me da que por eso soy de donde soy, de donde vengo. Que nací en un pueblecito con toda la tranquilidad del mundo, donde todo lo que viniera después se me haría más grande y más cuesta arriba. Cuando era niño, recuerdo que Bélmez de la Moraleda era aún el lugar idóneo para criarse, aunque a veces pareciera el lugar idóndeo para anquilosarse.  Ni siquiera bajaba a jugar a los patios a fútbol o cosas así; me quedaba en casa con los libros. Qué raro nos ha salido el niño, pensarían mis padres, pero lo de tener un mellizo tenía la ventaja de que él hacía cuanto yo me negaba a hacer, y viceversa. Es como esos capítulos de series maravillosos (y recuerdo uno excelente de Buffy) en el que un personaje se disocia y da lugar a una suerte de Jeckyll y Hyde. No sé muy bien si yo era Jeckyll y mi hermano Hyde, o viceversa. Sólo que éramos algo.

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