25 de diciembre de 2011

2011 (II) Literatura


Quiero escribir.
Es lo único que sé de momento en esta vida. Por eso, es bueno de vez en cuando aferrarse a estas certezas. Cuando en la entrevista de acceso a la Residencia de Estudiantes me preguntaron para qué quería entrar, sólo supe responder: "Para escribir". Porque es sencillo, porque no escondo detrás ningún sueño oculto o plan secreto para convertirme en algo que no soy. Quiero escribir más que nada, necesito escribir más que nada. Tampoco pido tanto, joder. Y eso hago: escribo, escribo mucho, escribo a todas horas, porque escribir no consiste sólo en juntar palabras. Pienso mucho en escribir, que es quizás tan importante o más que el propio proceso de escribir. Pienso las posibles historias, la forma que darles, qué pretendo con cada proyecto. Ya no basta con contar algo, y punto. No. Hay que pensar en el tono, en el significado, la forma... Sobre todo cuando se trata de una novela. Y estoy con dos a la vez, y no tienen mucho que ver.
También leo. Me he hecho una lista de libros que deberían ser la influencia fundamental de mi novela gorda, Queridos niños. Se trata de una novela de ciencia-ficción/realismo mágico/terror/fantástico/distopía protagonizada por niños, si bien enfocada a un público adulto. Los referentes  de los que hablo son El señor de las moscas de William Golding, La carretera de Cormac McCarthy, El resplandor de Stephen King, Derrumbe de Ricardo Menéndez Salmón, Mecanoscrito del segundo origen de Manuel de Perolo... como queda patente, muy eclécticos los referentes, lo cual no deja de hacer más interesante el proceso creativo.
Este año en concreto he leído alrededor de trece novelas, desde clásicos como Hemingway hasta literatura juvenil o contemporánea española. Mi meta es leer más y mejor este año, y no será por libros, porque tengo una barbaridad en mi cuarto en Madrid, y no dejo de comprar. Por ello, me he hecho una lista para seguir un orden no sé si lógico o no, pero ordenado. Muchos deberes para este año: ponerme un horario fijo al igual que hago ya con la escritura.
El segundo proyecto del que hablaba es otra novela, en este caso juvenil, que tengo por ahí desde 2007, parada y casi abandonada hasta que la releí y me di cuenta de que esos personajes e historia merecían una nueva oportunidad, de modo que les devolví la vida y estoy de lleno con El Desencantador, novela que podría suponer la primera de una saga fantástica en función del resultado de ésta. De momento estoy muy contento, ya que se trata de una novela que nació con la intención de escribir lo que me diera la gana, con la estructura que me diera la gana, las pasiones, los referentes, una novela divertida, sin  grandes propósitos, que ahora me está sirviendo mucho para relajar la tensión que supone la escritura de Queridos niños. El hecho de que el tono sea claramente juvenil no perjudica al nivel literario, pero sí me permite explorar un camino distinto y más claro que el que suponía la otra novela.
Aparte de ello, 2011 ha sido un año excelente para proyectarme en esto de la literatura. A los encuentros literarios con chavales en la provincia de Jaén y las nuevas amistades dentro del ámbito literario se encuentra un esfuerzo constante por mantener la capacidad de reinventarme, de embarcarme en proyectos distintos y apostar por diversas alternativas. Gracias a esta constancia he entrado en diversas antologías, he participado como creador en el festival Eutopía en Córdoba y he hecho mis pinitos en presentaciones de libros ajenos. Además, he empezado a ser jurado de algunos certámenes literarios y ahí está la promesa de una nueva publicación como es el premio de Diputación de Jaén para Autores Noveles con un libro de cuentos que se aleja del tono de La traición de Wendy, dato importante, ya que empezaba a agobiarme el posible encasillamiento.

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