Mostrando entradas con la etiqueta redescubrir Granada. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta redescubrir Granada. Mostrar todas las entradas

30 de junio de 2012

Y volver, volver, volver...

Elena Bugedo en su noche vintage
Jesús: poeta e informático y amigo


Hace unos meses volví a Granada de excursión, de visita fugaz con los amigos de la Resi. Ayer, aprovechando que andaba por casa, me  dejé caer de nuevo por la ciudad nazarí. El plan era perfecto: tapas, concierto, cervezas y reencuentros.
     De entrada, nada más llegar al edificio de mis hermanos me topé con un chaval que se me queda mirando y dice: ¿Tú me has dado clase? Mi experiencia como profesor se limita, más allá de las horas de clases particulares, a las prácticas que llevé a cabo hace un año en el IES Generalife de Granada para el Máster de Profesorado. Sí, me reconoció. Sí, parece que cada vez que vuelvo a Granada encuentro a algunos ex alumnos, y supongo que ésa es la sensación que algunos llaman vocación, saber que alguien en una edad tan jodida como la adolescencia se acuerda de ti, aunque fueras su puto profesor de inglés, aunque no fuera tu intención dejar poso en ellos, sino que aprendieran la diferencia entre reported y direct speech.
     Es que es matemático. De las cuatro veces que he vuelto a Granada desde que la dejé tras seis años de adopción, las cuatro me he encontrado con algún alumno o alumna con el que he tenido a bien hablar de cuatro trivialidades, profesores, notas, perspectivas de futuro. Me encanta.
     Luego quedé con Jesús, con quien ya había quedado la última vez que bajé, y esta vez sí pude enseñarle "Sostiene Pereira...", una pequeña librería de segunda mano en un extremo de calle Elvira, nada del otro mundo, aunque fue ahí donde compré por primera vez un libro de Javier Egea. Además, como pequeño homenaje aparece maqueada en El Desencantador.
Marga, que canta y me encanta
     Después fuimos de tapas antes del concierto a otro enclave mítico, las Escuelas (junto al Botánico), cerquita del lugar del concierto que nos tenía preparado Elena. Digo concierto y debería decir velada vintage, porque hubo de todo: photocall, danza del vientre, canapés, piano en directísimo y Elena Bugedo paseando entre las mesas para hablar con todo el mundo. Si algo bueno tiene esta cantante es que, más allá de que te guste mucho o poco, sus conciertos siempre suponen una experiencia extramusical. Te hace sentir especial aunque sea un ratito, te trata de tú a tú, coquetea, juega con el público, interactúa... le da un rollo que sólo confieren los años de tablas. Tras el cóctel, tocaba perderse en la noche granaína aunque fuera por un rato.
     Van Gogh. Sí, acabamos ahí de cervezas. Cuando sales por Granada, puedes arriesgarte a meterte en uno de los mil garitos o apostar sobre seguro: Van Gogh, Ruido Rosa, Tornado... ahora han abierto el Hendrix donde el difunto y recordadísimo Lobos. En cualquier caso, le debo a Granada una noche en vela, de esas de salir de la Vogue o la Booga a las cinco o seis, comer algo y subir a San Nicolás a ver amanecer, comer churros con chocolate en Bib-Rambla o el Café Fútbol y caer muerto en la cama. Más tarde que temprano tendré que hacerlo ya que no cumplo mi propósito de subir al mirador cada vez que voy a Granada.
Un portal a la derecha me proveyó de internet el año pasado

El mejor Kebab de Granada está en Alhamar

     Pero es lo que le decía a Jesús. La sensación de extrañeza al volver a una ciudad donde has vivido (en mi caso, hace un año) y que cambia sin que tú puedas hacer nada por retener ese cambio. Tal vez recordar lugares y momentos que cambiaron tu vida, porque Granada cambió tu vida como Madrid no lo ha hecho. Aún.


4 de abril de 2012

Echar de menos

A Katie, a Clark, a Lorenzo, a Joni, a Pau, a Po, a Kiki, a Julie, y a todos los que han venido para quedarse...
Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Puto Sabina, qué sabrá él. Ya lo dije en su día con Swansea, que no volvería, que dolería demasiado, que tal, que cual, y una mierda. Y un mojón. Volví pasados tres años y fue la mejor decisión de mi vida. Reconciliarme con los fantasmas, decir adiós a lugares de los que no me había despedido, saldar deudas... No encontré una taza amarilla como la que compré en su día en el Tesco, pero compré ropa en el Primark, me despisté un poco por el centro alrededor del Quadrant, regresé a Mumbles ¡en bici! ¡con Eleanor!
Pero vamos a lo importante. Cuando estaba de Erasmus, llegué a afirmar que no echaba de menos Granada, algo impensable para mí hasta ese momento, pero era verdad. Lo tenía todo ahí, todas mis necesidades cubiertas, era FELIZ. Este año, en Madrid, tampoco echo mucho de menos Granada. Es curioso, sólo echo de menos a algunas personas. Hace dos días volví a Granada de papeleos y tal. Vuelvo en dos semanas con amigos de la Residencia a pasar un finde y enseñarles la ciudad.
Esta visita ha sido triste. No triste de devastadora, pero sí de esas con un poso desolador, y no entiendo por qué. Por una parte, lo conocía todo, me sentía por primera vez en mucho tiempo por encima de la situación, dueño y señor de mis planes. Sin embargo, me iba dando cuenta de pequeños detalles que venían a significar que esa Granada ya no es mía: graffitis que ya no están, calles llenas de recuerdos, que no de mi gente, que no de mis amigos, bares y locales que ya no están, que han cerrado. Ha cerrado el Lobos, joder, que ahora se llama Hendrix y ya no está lleno de pósteres y vinilos y entradas de conciertos y citas de canciones, y ya no es oscuro sino con paredes claras y ya no es el rincón especial al que llevaba siempre a la gente a la que quería sorprender. Y es que no quedan garitos rockeros donde te pinchen algo de Nina Simone a petición, con ese fenómeno de Dj que es José Lobos, aunque el local no sea el más amplio... La música vive, eso no nos lo quita nadie.

14 de marzo de 2012

Saudade













que no os engañen, los pasteles más ricos del mundo están en Lisboa
Atardece en el Mirador de Graça.
     Hay una chica con gafas de pasta, habla en inglés con una pareja. Dice que su compañera de piso también es americana, se dan el número de teléfono. Bebe una Cocacola light y escribe en su Moleskine. Me dijo una amiga que fuera a Graça, que ahí es donde se reúnen los gafapasta de Lisboa a pasar el rato; me dijo que me pidiera algo, y observara. Me pedí algo (un Sprite, ¿te da igual Seven Up?) y observé. La luz naranja, la cara más desconocida del castillo de San Jorge, las últimas horas del día en el Alfama. Por un momento, era como estar en Granada, en el Mirador de San Nicolás, la Alhambra de fondo, nosotros tan naranjas, la ciudad tan abajo, todo tan igual. Porque el Alfama es como coger el Albaycín y Lavapiés y pasarlos por la batidora y dejar hacer a fuego lento. Porque el Alfama es el barrio que toda ciudad debería tener. Yo también escribo. Escribo poemas de desamor (¿de qué si no? ¿de quién si no?) y leo. Leo "Fabulosas narraciones por historias" de Antonio Orejudo. Es extraño leer un libro que transcurre en el lugar donde vives: el comedor donde comes, el salón donde asistes a conferencias, las habitaciones donde exprimes la experiencia. Es más extraño leerlo en Lisboa con la última luz naranja-rojiza. En Lisboa descubrí que mi voz es rojiza. Yo quería que mi voz fuera amarilla, pero no podemos escoger el color de nuestras voces. Sólo las personas especiales pueden ver el color de las voces. (Re)descubres una persona así en Lisboa, y todo adquiere color.
     Cada ciudad tiene una música, y Lisboa tiene la suya, pero no es el fado. Eso sería lo fácil. Para mí, Lisboa sonará a David Fonseca, alias el portugués, y a Nina Simone y a Ellos. A muchas más canciones que saltaban de manera aleatoria, pero ver el río con el Fonseca y su Kiss me, oh, Kiss me, y Nina Simone haciendo discursitos sobre lo mal que está el racismo, y, y, y. Lisboa en las puertas. Los lisboetas son buenos. Eso me quedo. Todos se prestan a ayudarte. Son amables, te entienden aunque sólo sepas decir obrigado en portugués.
     Y las cuestas, las escaleras sin fin, las laderas que suben y bajan, porque en Lisboa no hay líneas rectas entre dos puntos. Sí hay puntos sin parangón, sobre todo los miradouros, pero también calles perdidas con graffitis y frases y stencils, esos pequeños detalles que le dan vida a las ciudades. Yo, que tengo una enfermedad a la que no se le ha dado nombre aún, la obsesión con mirar las paredes, encuentro de repente todos los síntomas. Otros puntos son los obligatorios, la iglesia más bonita del mundo, con el cielo abierto al Cielo, la Historia condensada en un café, la falsa orilla del falso mar, el atardecer que sube como la marea inexistente.
     Porque Lisboa tiene cadencia y decadencia, no hay más que salir de noche por el Barrio alto, no hay más que ir a su rastro de la ladrona, no hay más que dejarse embobar por los ritmos de fado, por el olor a sardinas asadas, por su ingente festín de sabores. Hay en Granada un bar donde la cocinera es portuguesa. Es, con toda probabilidad, uno de los mejores de la ciudad: bacalao de mil maneras, salsas múltiples para el pollo y, cómo no, la indiscutible presencia del picante. La brasa, la salsa, el arroz. Comida que sabe a mamá. Una ciudad que me sabe a Granada, y eso, estarás conmigo, eso es MUCHO decir. Debo volver.
     Y volveremos juntos, y seremos más y seremos más grandes.

29 de diciembre de 2011

2011 (V): Cultura

Bien. Hagamos un repaso rápido de lo que ha dejado el año en materia cultural. Empecé leyendo a Hemingway con el firme propósito de leer tan sólo libros ejemplares, obras maestras, la excelencia literaria. Luego, claro está, la cosa derivó en otra historia. No obstante, puedo afirmar con toda seguridad que he leído también libros maravillosos este año.
     Para empezar, la cuarta novela de Ricardo Menéndez Salmón, La luz es más antigua que el amor, que tiene la capacidad de atar los cabos sueltos que fue arrojando el autor de Gijón en sus novelas anteriores. La historia de varios creadores abocados a ser leyendas o a la destrucción más inmunda, el mal en todas sus formas, una suerte de locura, distintas corrientes ideológicas. Metaliteratura, riesgo, intensidad y altura. permítanme afirmar que no existe en este momento en España autor más completo y complejo que Menéndez Salmón. Además, una estupenda noticia nos alegraba aún más el año a sus agradecidos lectores: Seix Barral iba a publicar también las primeras obras del autor, que pertenecían a otra editorial, para que formaran parte de  esta exclusiva colección. Se tratará probablemente La noche feroz de mi primera compra de 2012, y con toda seguridad no me acabará defraudando. Es mucha la fe que tengo puesta en este hombre.
     La otra gran novela que leí este año es obra de un autor con similitudes estilísticas bastante claras con el gijonés. Se trata de El ladrón de morfina de Mario Cuenca Sandoval. He de decir que me apasionó su prosa cuidada y delicada, casi poética en un lugar tan oscuro como una guerra. Y sus personajes, outsiders entrañables a los que queremos salvar, a quienes queremos acompañar al final, porque eso querrá decir que han llegado al final. Me ha entusiasmado, lo digo de veras.
     Otro libro con el que estaba desde principios de año sin demasiada pasión, leyendo como por inercia, era el loado en todas partes Cosas que los nietos deberían saber de Mark Everett, cantante de Eels. Además de una maravillosa música, recuerdo una suerte de memorias entrañables y divertidas, una galería de novias locas e intentos fracasados de cumplir sueños, reveses de la vida ante los cuales Everett decide agachar la cabeza y embestir. Un libro que, con el tiempo, va creciendo en el lector con su sencilla lección vital.
     También me ha fascinado el descubrimiento de otro autor, en este caso casi desconocido para el gran público, y sin embargo con un estilo tan definido, también entre la crónica, las memorias y la fábula, y es que leer la vida de Mauricio Wiesenthal supone la aventura de no saber dónde empieza la ficción y termina la biografía, porque por sus libros pasean las grandes leyendas de todas las artes, los mejores escritores, las estrellas de Hollywood, científicos, cantantes, pero también gitanos nómadas, soldados comunistas y lo menos granado de la Europa más pobre. Un autor muy a tener en cuenta.
     Eso en cuanto a literatura, porque el arte que más he disfrutado ha sido sin lugar a dudas la televisión. He recuperado "clásicos" como Las chicas Gilmore en pequeñas maratones divertidísimas o The office, y aún voy por la quinta temporada. Sin embargo, los mayores placeres viene de Reino Unido, como viene siendo costumbre: Black Mirror, emitida hace unas semanas con sólo tres episodios de los cuales dos son prácticamente perfectos; Skins con su quinta temporada y tercera generación, que nos trajo a la deliciosa Frankie y una pandilla algo desvirtuada que, sin embargo, nos ha brindado grandes momentos; Doctor Who siempre es un acierto, y este año entre el Silencio y River Phoenix la temporada ha sido de aúpa, desde un comienzo de infarto a una finale donde se cerraba una trama tan bien hilada; no me olvido, cómo hacerlo, de la serie hija, Torchwood, que en su periplo americano nos ha regalado una cuarta temporada excelente. Sólo por el hecho de devolver a Lauren Ambrose a la televisión, me tenían ganado, y si bien lo tenían crudo para superar esa genialidad que fue Children of Earth, Miracle Day ha explorado un amplio abanico de posibilidades ante un punto de partida muy, pero que muy potente. Claro que no podemos obviar ficción americana (la producción es mejor, es inevitable) como The Good Wife, cuya segunda temporada he saboreado poco a poco, o American Horror Story, el descubrimiento de este año, la serie con más ritmo que hemos visto en muchísimo tiempo. Una locura que nos ha recuperado a otro de los Fisher, la enorme Frances Conroy, o a la mejor Jessica Lange.
     No obstante, lo que me apetecía este año eran comedias, y he seguido con ellas a muerte. He descubierto la más hilarante, como no podía ser de otro modo, inglesa: Miranda. Las vidas y obras de esta cómica no muy agraciada son de lo mejor que ha parido la comedia así, en general. Luego están los estrenos americanos como 2 broke girls, para mí la revelación del año en comedia, la extraña New Girl con Zooey Deschanel en su máximo exponente y el perro verde hecho por y para Laura Dern nada más y nada menos que en HBO, Enlightened, que aunque me costó al principio, ha ido escalando. Estas son mis series de este año, así como las que veía antes. HIMYM, que se encuentra en un momento excepcional en el que explotan el drama y la narración con mayor acierto que nunca; Misfits, que va a menos en picado con un por decisión tanto de los actores como de su responsable. Un final a tiempo es una victoria. Seguro que sigo más, pero ahora no me acuerdo.
     Pero en cine hay más donde rascar. Cuando lanzo la vista atrás me acuerdo de las películas que más me han convencido este año. Sorprendentemente, hay una comedia entre ellas, La boda de mi mejor amiga, con una robaescenas de primera como es Melissa McCarthy, por quien estoy desarrollando una admiración sin parangón. Muy divertida la comedia Apatow menos Apatow (la parte de los vestidos de novia es desde ya uno de los momentos cómicos de la década). Si nos ponemos serios, habría que afirmar que la mejor película del año es El árbol de la vida por su atrevimiento formal, conceptual y narrativo. Porque no es cine ni es poesía: es vida, joder. Y eso no se había hecho, y es el puto 2011. Bien por Malick. Y la nueva de Woody Allen, tal vez demasiado evidente, demasiado fácil, pero muy, muy entrañable que hace soñar al espectador. Otro clásico que demuestra que está mejor que nunca es Polanski, que en 2011 nos trae la divertidísima y tensa Un dios salvaje. Menudo reparto, menuda dirección de actores. Luego está Melancolía, un paso atrás en la filmografía de Von Trier después del atrevimiento que supuso la fallida pero ambiciosa Anticristo. Es como si el director diera dos pasos hacia delante y uno atrás, por muy bien que estén sus actrices. Si de nombres va la cosa, el cine español tiene los suyos. Tiene por encima de todos al manchego más universal, que en esta ocasión nos trae la controvertida La piel que habito, una historia de venganza que se atreve a desglosar la narración y moldearla a su antojo para dejar atónito al espectador. El poderío visual de Almodóvar sigue siendo deslumbrante, y el compromiso de sus actores, envidiable. Una película para reivindicar. Otro director español que vuelve con acierto es Sánchez Arévalo, que se lanza por primera vez de lleno en la comedia con Primos, la película más fresca y positiva del año. Disfruté mucho, a pesar de su evidente moñez, One day, con Jim Sturges y Anne Hathaway convertidos en la química hecha carne, la pareja y el amor o el sexo; ellos salvan toda la película. Otra disfrutable, el blockbuster del año Super 8 como homenaje al cine de los ochenta que todos hemos visto y ha fundado a una generación. Para cerrar con buen sabor de boca mientras nos llega Extraterrestre, el nuevo proyecto del siempre sorprendente Vigalondo, podemos irnos con la última de Balaqueró en si cinta menos personal, Mientras duermes, con la maravillosa interpretación del talentoso Luis Tosar. Y ahora sí, para acabar, me gustaría hablar de otra joya británica que nos llegó hace unos meses con su mezcla de distopía y acronía, Never Let me Go, la historia de amor y ¿ciencia-ficción? más bonita en años gracias a unos Andrew Garfield, Keira Knightley y, sobre todo, Carey Mulligan.


TOP TEN ESCUCHAS 2011
Amy Winehouse
Nina Simone
Enrique Morente
Zahara
Damien Rice
Micah P. Hinson
Adele
Janis Joplin
Bebe
Florence + the Machine

Jota de los Planetas
     Y música. ¡Música, música, música! Al poco de empezar el año fui al concierto de L.A. , compré la entrada para Zahara en Granada y juro que se me pasó la fecha por el estrés del máster, también compré la de Adele en su único concierto en Madrid y, una vez más, no pude ir porque era imposible perder una clase del Máster, así que me quedé sin la que ha sido la revelación internacional del año, si bien ya formó parte de mi BSO erasmus con su primer disco allá en 2007. Y es que, tras la muerte de Amy Winehouse, era preciso que otra voz potente y ligeramente cascada, naturalmente British, cautivara al mundo. Por lo demás, sigo con mis obsesiones anuales como Nina Simone en el año en que me he comprado el tocadiscos con vinilos de Nina en directo, Vetusta Morla, Chet Baker, Radiohead, Amy Winehouse... vamos, un poco de todo. Hablando de Vetusta, su segundo disco, Mapas, también ha supuesto uno de los discos del año. No entraba tan fácil como el primero, la estructura de sus canciones era incluso más loca, pero con el tiempo hemos aprendido todas las enrevesadas letras como si las lleváramos tatuadas a fuego, quién sabe cuántas veces lo habremos escuchado. En mayo, en plena revuelta indignada, los vi en concierto en Granada, en la sala Copera, y corrimos como locos, gritamos como locos, saltamos como locos... recuerdo que me fui directamente del concierto a la plaza del Ayuntamiento al campamento del 15M a pasar la noche en vela. Fue una noche mágica, de modo que cuando fui a Madrid y salieron nuevas fechas de su gira no pude evitar comprar, y hace un mes aproximadamente los volví a ver y a saltar y a gritar y a cantar. Qué buenos son en directo, joder. En serio, son demasiado buenos. Por lo demás, este año ha sido algo pobre en cuanto a conciertos, pero no en cuanto a descubrimientos musicales. La pareja tóxica, el segundo disco de Zahara, por ejemplo, con nueva discográfica, es una maravilla oscura y triste, nada que ver con el tono optimista e infantil del primer disco. De entrada, en unos meses volveré a verla en Madrid. Otros discos que me han absorbido este año han sido dos de Kanye West (My Beautiful Darl Twisted Fantasy y Watch the Throne junto a Jay Z) y me he reconciliado con el flamenco, con la familia Morente y otros pequeños pasos a esa verdad que es la música de raíces. Además, he estado en muchos conciertos en la Tertulia, cómo no, para volver a ver a Elena y a Fede y a Bruno, que ahora trabaja en Madrid, en Libertad 8. La BBC se separa y los chicos emprenden carreras en solitario. Todos me encantan y les auguro mucho futuro aunque esto de la música esté cada día más difícil.
Con Noni, de Lori Meyers




     Que se lo digan si no a los músicos de Granada, que tuvieron que sacar adelante la iniciativa Granada en Off porque el ayuntamiento está haciendo la situación insostenible, y en lugar de apoyar la música en directo, con la interminable cantera musical que ha parido la ciudad de la Alhambra, se dedican a cerrar salas de conciertos y baretos donde pinchan música de ahí. Granada en off comenzó con un Festival gratuito para todo el que quisiera con un cartel de lujo (Lori Meyers, Los Planetas, Lagartija Nick, Napoleon Solo, El Puchero del Hortelano...) tras el cual leyeron un manifiesto que se puede resumir en el lema "La música es cultura, no delito", y es que recordemos que el consistorio municipal ha prohibido la música en la calle. Durante este curso han estado presentes, ya como asociación cultural en el Festival Internacional de Jóvenes Realizadores y ahora vuelven a las andadas con "Granada en on", una iniciativa para acercar la música a los colegios. Bandas granaínas dan conciertos en colegios para los chavales, todo esto gratis, claro. Lo importante es reivindicar la importancia de la música en una ciudad tan musical, y lo importante es también la magnífica experiencia de poder entrevistar a todos estos artistas y fotografiar la magia del momento con pase de prensa. Granada es mucha Granada.
     Este año, no obstante, me comprometo a asistir a más conciertos en Madrid. De momento tengo fecha para los de Zahara y Elena Bugedo. Veremos qué más.

23 de diciembre de 2011

2011 (I)

2011. Joder. Y este año ya se acaba el mundo.
     Supongo que, de un tiempo a esta parte, cada vez se hace más fácil aprender, o tal vez no fácil, pero sí más necesario avanzar. Se puede decir que este año he logrado varias cosas: convertirme en profesor y, por qué no decirlo, en escritor. Ambas cosas me han costado. Ha sido sin duda un año de transición a la vida que me espera de ahora en adelante, y puedo alegrarme de decir que soy yo quien escribe esta vida. Que yo tomo mis decisiones.
     Voy a hacer un breve resumen del año con los acontecimientos más importantes, esto es, los que más recuerdo o más me han marcado. Esta vez no dejaré todo para Nochevieja, prefiero derramar el 2011 por entregas, y supongo que lo primero es lo primero: la vida.
     Enero comenzó con la visita de Eleanor a Granada: tapas, paseos, visitas, excursión a la Alpujarra... días brillantes, de azul eléctrico y amarillo para comenzar el año desde lo alto.
     Le siguieron días grises de hastío arrastrados por las clases en el Máster de Profesorado, con toda probabilidad las clases que menos me han motivado en mi vida académica, lo cual es bastante paradójico, dado que el contenido de las materias se centraba en cómo hacer llegar el material a los alumnos de forma entusiasta, esto es, en motivarlos. No obstante, el Máster trajo consigo personas grandes que me hicieron la vida más fácil. Pienso en Ana o David, por ejemplo. Y es que los amigos han sido quienes me han salvado los días negros, quienes han sabido hacerme redescubrir Granada sin prejuicios, amigos erasmus, amigos internacionales que me han llevado de fiesta día sí y día también por el Albaycín, los bares de tapas de la Plaza de Toros, las pintas en el Hannigan's o a las jam sessions de la Booga: Katie, Ulie, Joni, Clark, Lorenzo, Pauline... amigos con quienes redescubrir el mundo y ser feliz sin pensar en nada más. Amigos a quienes echo de menos.
     Claro que, acabadas las penosas clases del Máster, comenzó la etapa práctica, o lo que es lo mismo, el trabajo en el instituto. Estuve seis semanas entre abril y junio en el IES Generalife de Granada, uno de los mejores institutos de Andalucía, con Nuria, mi tutora, y Mª Carmen, mi compañera de prácticas. Fue divertido ponerles canciones de Amy Winehouse para enseñarles el estilo directo e indirecto, o introducir levemente la literatura en las vidas de estos chicos. Y lo más maravilloso, volver a Granada meses más tarde y cruzarme con algunos de ellos y que me reconozcan y me digan qué tal, cuánto tiempo, me alegro de verte. Supongo que esto tiene parte de vocación, o la vocación nace con ellos.
     En medio estuvo la REVOLUCIÓN, el grito, el hasta aquí hemos llegado. En medio estuvo ese bendito 15 de mayo en el que miles y miles de personas salimos a las calles a reclamar una democracia real, el fin del régimen capitalista, la supremacía de la banca sobre los derechos humanos. Salimos a la calle a dar un toque de atención mientras las revueltas inundaban la primavera árabe y toda Europa (Italia, Reino Unido...) y Estados Unidos seguían nuestro ejemplo. El mundo entero pidiendo más vida, justicia, pensamiento social, tolerancia, respeto, amor por el ser humano. Fue precioso, fue emocionante, fue intenso. Fuimos grandes, y ni todos los gritos de los medios de comunicación fueron capaces de acallar esa denuncia anónima de miles y miles de sujetos, porque las masas no tienen nombre ni rostro, sólo fuerza. Cierto es que ese empuje inicial se fue perdiendo, que ciertos sectores del movimiento pudieron ser algo extremistas, pero el descontento social quedó patente a lo largo y ancho de todo el globo. Así, todos juntos escribíamos la Historia, y eso es algo que nadie puede borrar. Y todos los hombres y mujeres aprendimos de política y sociología como nunca lo habíamos hecho.
Hablaba de los medios. He estado, gracias a los medios, en la lucha encarnizada con crónicas de conciertos, de actividades culturales, de manifestaciones, festivales de cine... en Cinempatía y Gazeta20. Ahí denuncié la manipulación de los medios y de los poderosos y traté de hacer el mundo un poco más humano. Además, me impliqué de nuevo en el nacimiento de nuestra querida revista cultural La Cuerva junto a Silvia, mi cómplice y amiga, y otros pequeños cuervos que han querido volar a nuestro lado.

     Llegó el verano y las despedidas, el adiós definitivo a Granada, la incertidumbre de septiembre. El verano vino lleno de sorpresas, el trabajo en la escuela de verano, donde puse nombre a los chavales de mi pueblo y demostré tener una paciencia a prueba de bombas, así como un sentido del ridículo nulo. Fue genial estar con ellos esas semanas de piscina, juegos de agua y actividades en grupo. Entre el instituto, la escuela de verano, las clases particulares (Ana en Granada, Ana y Anabel en Bélmez, Pablo en Madrid) y los encuentros literarios en Arjonilla y Andújar probé ser apto para esto del trato con adolescentes (y no tan adolescentes). El verano siguió con mi cumpleaños el 9 de agosto, cuando vinieron mis amigos a darme una fiesta sorpresa a Bélmez, a mi casa. Me acababan de confirmar que tenía futuro: había sido admitido en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Quiero decir, tenía una de esas becas tan exclusivas para dedicarme a un proyecto literario sin más preocupaciones. La vida dio un vuelco: todo era color.
     La única parte negativa del verano la volvió a poner, cómo no, el Máster de Profesorado: la tesina sobre "Literatura y adolescencia", así como una asignatura que se me resistía, me quitaron tiempo de ser feliz todo el tiempo. Pero vamos, lo académico no tenía nada que hacer frente a la fiebre literaria, y así fue.
     Llegó Madrid. La Residencia. Los residentes. Lavapiés. Malasaña. Chueca. La Latina. La locura. Aprender a hacer amigos, a convivir de nuevo, a intentar hacer feliz a todo el mundo. Escribir y leer, leer y escribir, ser productivo, sacar proyectos adelante, creer que un mundo de letras es posible. Hacer planes con todos y escribir cartas a mano, recibir cartas a mano, decorar la habitación, hacer la colada, ver películas, series, escribir relatos, novelas, descuidar la poesía... Avanzar en todos los sentidos, ser más Jose que nunca. SER FELIZ. Conocer gente maravillosa: profesionales del cine, investigadores, creadores. Vivir en un lugar estupendo y saber aprovechar el jugo.
     Y así desde entonces, música a todas horas, libros que avanzan, Queridos niños, la resurrección de El Desencantador, mi vuelta a El Cuentacuentos... Defender la tesina, volver a Granada con los amigos y echarlo todo tanto de menos. Venir a casa y sentirse en casa. Echar la vista atrás y medir el año que se va...

15 de diciembre de 2010

En terapia


¿Saben? Necesito escribir. Insisto en necesito. Sin escribir, me ahogo, me hundo, me cuesta respirar… cuando escribo, me olvido del resto.
            Quien me conoce sabe de mi tendencia a convertirme en una montaña rusa emocional, y es bastante evidente en este blog, después de todo mi contenedor de ascos. Todo lo que no me cabe o me quema en la cabeza, lo vomito aquí. Y me siento como nuevo. A veces cuento cosas buenas; otras, malas. Hay veces que incluso terribles. Pero hoy no. Hoy vengo a reivindicar la escritura. Hace dos días tuve una jornada emocionalmente agotadora por la marea de emociones que se sucedieron de repronto. Venía de un fin de semana en el que había estado inexplicablemente enfermo, y me levanté para estudiar. Ayer tuve examen; mañana tengo otro. Total, estaba yo estudiando cuando levanto la vista y veo en la tele a Morente, Enrique. Miro y leo muerte cerebral y se me encoge el pecho. No. No puede ser. Enrique es joven, Enrique es fuerte, Enrique es el legado del genio granaíno. Efectivamente, se nos fue. Iba a comer sin ganas cuando recibí una llamada que me cambiaría el día: un editor de Madrid está interesado en publicar mi primer poemario. Uf. Poesía al fin. Porque con la poesía tengo miedo, aún no me siento poeta, aún no he dejado los restos en un libro de poesía. En narrativa lo he hecho en varias ocasiones, sí, pero no en poesía. Por eso fue un subidón que me tuvo todo el día hasta arriba. Luego me di cuenta de que seguía algo enfermo, no estaba curado del fin de semana, pero quise olvidarlo con el notición. Me fui a clase, y entonces me topé con un nido de cucarachas que creía extinto (lo siento, no se me ocurre un símil más apropiado) y que me provocó náuseas. No por la impresión, qué va, ni mucho menos. Náuseas de asco. Estuve en clase con ganas de vomitar, pensando en el examen del día siguiente, en las cucarachas (hay al menos dos, tal vez tres) y en lo mal que me sentía (te tenías que haber quedado en casa, Jose, aún no te has curado. Ya, pero no puedes faltar a clase o te suspenden la asignatura. Pero estás malo, joder. Venga, no pasa nada, mañana estarás mejor). Luego pensé, me acordé de lo del libro y me llevé la mano al bolsillo y noté el tacto del papel del bueno. Miré la entrada, pensé en el poemario de nuevo (irónicamente, se titula Cuánta pupa) y salí de clase antes de tiempo. Me fui al concierto de Micah P. Hinson y durante una hora y pico se me olvidó el mundo. Así de maravillosa es Granada, el mismo día en que muere Morente puedes ver a Hinson en cocierto. La cuestión es que se me olvidó todo lo malo y, al llegar a casa, sin Internet ni nada, me puse a estudiar y organizar los apuntes y a terminar de releer el último de Harry Potter en inglés. Luego pensé en el poemario, en la posibilidad real de una publicación y me dormí como un bebé.
            Ayer el día fue de nuevo agridulce. Caminando por Granada tenía ganas de llorar por Morente. Lo escuchaba homenajeando a Lorca. No sabéis qué sensación escuchar a Morente por Lorca en las callejuelas del centro de Granada. No lo sabéis. La aurora de Nueva York de su disco Omega. Por eso me duele tanto lo de Enrique, supongo. Por Lorca, que es como si con él volviera a morir un poquito. Yo es que nunca he escuchado flamenco (ni música en general), y a Morente llegué a través de Lorca. Me volvieron a arrastrar hacia él Los Planetas. Granada puede ser y es maravillosa. Luego hice el examen, digo, ni bien ni mal, uno más. Fuera. Ya sólo me quedaba el de mañana. Con eso me fui a casa (eran las 3 de la tarde cuando salí del examen; ya, menuda hora de poner un examen…), pero antes me pasé por Traducción [duele no llamarla mi facultad] para revisar el correo y comprar pan de camino. Miré el correo y encontré algo bueno de nuevo, un anónimo firmado. En realidad, encontré varias cosas buenas: qué tontada, una cosa tan estúpida como el correo electrónico, una sucesión de ceros y unos, te puede alegrar el día. La semana que viene o estas vacaciones os hablaré tranquilamente de los bonitos anónimos. Son algo maravilloso, desde luego. Ya me explicaré: para que tengáis una pista, os diré que me persiguen desde hace algo así como tres años, sí. Algo así, tres años, quizás cuatro.
            Dejé el correo con la pequeña alegría, pero entre que no salí del examen con una sensación maravillosa, me acordé de las cucarachas otra vez y pensé en el examen de mañana, pues me sentí de nuevo por los suelos. Y Morente por todas partes, y “La aurora de Nueva York tiene/cuatro columnas de cieno…”, y un poco de todo. Tenía trabajos que hacer y bastante que estudiar, pero me puse a escribir. Porque era escribir o morir. Y bueno, lo cierto es que estoy contento. Puede decirse que ayer, un día después de la muerte, de la despedida de Enrique, concluí mi segundo poemario. No voy a contar por quincuagésima vez cómo también escribí casi toda La traición de Wendy en una situación de desesperanza y desesperación total, pero os recordaré que necesito escribir. Que cuando las cosas se me ponen feas, yo acabo otro libro y lo celebro por lo grande. Mañana, además, después del examen y la clase tengo un concierto más, en este caso un casi acústico de Zahara, que podré disfrutar como hace prácticamente un año cuando vino por aquí. A ver si mañana consigo la foto con ella (o algo así), que al fin soy libre desde hace mucho tiempo. (Ja, libertad, dice. Ya, todo el trabajo que me echo a las espaldas lo hago desinteresadamente). Pues nada, tendrán que seguir viniendo malas rachas, y cucarachas, y muertes y suspensos para que mi vida prospere. O no. Sólo sé que me lo estoy currando como una bestia, y El abrazo del koala ya está de camino a algún certamen de poesía.
Deseadme suerte.

6 de noviembre de 2010

Carta a un Jose futuro

Hola, Jose:


            A veces, cuando no tienes nada que hacer (siempre hay algo que hacer) te da por leer en Internet, y cuando te has leído todo el Internet te da por volver a tu casa, a tus escritos, a tu vida, a tu blog y a corregirlo, a ponerle nota. Esto sobra, este día parecía un gilipollas, idiota, ahí estabas enamorado, aquí eras un mediocre. Por eso te escribo esta noche. Estoy viendo Caótica Ana, la película-experimento por antonomasia del cine español contemporáneo. Te da pena Medem porque te sientes identificado con sus personajes. De hecho, recuerdas que una de las pocas veces que una película te ha hecho sentir libre fue con Habitación en Roma, como hace poco te pasó, por ejemplo, con Cómo ser John Malkovich.
            Jose, hay días en los que ves una de estas películas y sientes que nada de esto tiene sentido. Que te ponen metas donde nadie debería poner barreras, que a veces te las pones tú. Ahora tengo 23 años, puede que cuando me leas tengas 24 o 25, y sentirás que ahora mismo soy un gilipollas, de acuerdo, pero estoy absolutamente convencido de que harás caso a mis palabras.
            Ahora mismo tienes el mundo a tus pies y sólo te atan tus miedos. Te esperan Madrid, Londres y Nueva York con los brazos abiertos, tienes que salir al mundo. Dejar la mordaza, escribir ajeno a todo, llevarte cuatro cuadernos en blanco y muchos bolígrafos. Leer, tal vez. Olvidar la exponencia audiovisual que en este momento ahoga tu vida. Buscar otras biblias. Espero que para cuando me leas tengas claras tus prioridades como las tienen tus amigos. Si de verdad quieres ser escritor, sólo hacen falta papel y lápiz. Lo demás son imposturas. Créeme. Me crees.
            Ahora mismo no sabes alcanzar otro estado de conciencia, no sabes pensar de otro modo, pero tienes la ilusión que hace girar el mundo. El optimismo y las ganas. Eso siempre. Pero es el puto miedo. Conoce gente: busca músicos, artistas callejeros, escritores viejos y muy leídos, directores de cine, chavales con una videocámara por la calle. Busca y pregunta. Ahí fuera radica lo extraordinario.

Busca, joder. Y trata por una vez de ser honesto. Un abrazo,

                                                                                                  Jose

                                                                                          

11 de octubre de 2010

A veces
desangrarme en la bañera
tiene la capacidad
de devolverme la vida.




No lo esperaba en absoluto.
Ya han sido varias veces las que han intentado hacerme desaparecer con pulsar un botón. Delete? Yes. Are you sure? Yes. Adiós. Pero no es tan sencillo, porque un boceto, un leve recuerdo de un rizo, una calle empedrada, sombras sobre la tierra amarilla, un leve recuerdo, digo, es capaz de traer a alguien de vuelta del País de la Oscuridad. El olvido no dura para siempre, por mucho que tratemos de convencernos. Y así nos va. Ya ves, a veces me canso de ser hombre y también me agota escuchar que todo bien. He encerrado todos los pájaros en una jaula gigante: las malditas golondrinas, los jilgueros, las palomas, las gaviotas y los gorriones. La jaula empieza en la vejiga y acaba en el pecho. A veces dejo que los colibríes revoloteen en mi cabeza, pero tengo que tirar pronto de ellos y dejar que los apresen los cuervos. Para que no duela. Me dicen que ya no vuela, que ya ha desistido de toda intención. Que he cambiado la victoria por la Derrota. Que quedan siglos de vida y los pájaros acabarán por disecarse en esta jaula. Y yo, te resucito ahora y siempre.


Ya sabes, cosas de Granada.

12 de septiembre de 2010

Plan B

Portada del libro prometido de edición limitadísima
Lo aposté todo por irme a Australia. Al final, ni he tenido suerte ni soy valiente para mandarlo todo a la mierda e irme a la experiencia más maravillosa de mi vida. Por eso, como me toca volver a Granada, voy a hacerlo con la mirada limpia. Como si fuera mi primera vez. Aquí comienza el nuevo giro de tuerca en mi vida: redescubrir Granada, o Granada con otros ojos, porque es una ciudad que no deja de sorprenderte y te tiene guardadas mil sorpresas. Además, como este año no tengo Internet en casa voy a aprovechar mejor el tiempo, escribiré más y leeré más, y cuando suba a la facultad publicaré mis pequeñas guías-crónicas con lo que me depara la ciudad de la Alhambra. Eso, además de viajar. Que lo haré.
          Por otra parte, la semana que viene iré a recoger los dos ejemplares del libro que he tenido que hacer para una asignatura de la carrera: El último mono. Consta de textos míos extraídos de todas partes (relatos, poemas, blog, fotolog) y fotografías propias también. De momento sólo he encargado dos ejemplares, el mío y el del profesor. Tenía previsto hacer una edición limitadísima para mis amigos, pero cuestiones presupuestarias me han convencido de que lo mejor es dejarlo estar. Ya estoy pensando en el segundo tomo... Por cierto, la imagen de la portada es, como podéis apreciar, una de las fotos que saqué del TAC que me hicieron en Francia. ¿Hay algo más personal?