Visto el despropósito en que se ha convertido el blog, y en vista de que me será imposible dedicarle un artículo a cada una de estas lecturas, he decidido hacer un breve repaso de todos los libros que he leído en el último mes.
Recuerdo cuando, de adolescente, devoraba lecturas a un ritmo vertiginoso. Internet estaba aún en pañales y costaba conectarse (alternaba la biblioteca de mi pueblo con aquel primer módem ruidoso cada vez que accedía a Internet en casa en la era pre-Google), por lo que las distracciones eran mínimas. Tampoco escribía aún con la disciplina que gané con los años, de modo que mis esfuerzos los invertía en leer cuanto más, mejor (aunque leía más, leía peor, también sea dicho). También alcancé picos de lectura en mi tercer año de carrera, sobre todo con mi regreso de Erasmus y el descubrimiento de Bolaño y McCarthy, a partir de quienes nada volvería a ser lo mismo. La cuestión es que, desde que la vida se hizo seria, esto es, desde las responsabilidades y el trabajo y la declaración de la renta y los trayectos en metro-tren-autobús, desde Internet a todas horas, en todas partes, leer se ha convertido en una especie de carrera de obstáculos, y ya no hay rastro de aquella lectura enfermiza de horas seguidas, sino la de ratos desocupados y extraños momentos de asueto.
Al grano:
Pet Sematary, Stephen King
Quien me conoce sabe que King fue mi autor de adolescencia, a quien devoré seducido por el terror un poco a ciegas, como todo en aquella época. Leí prácticamente todos sus clásicos, pero nunca di con este Cementerio de animales del que muchos decían que era una se sus novelas más duras, y ya es decir; ahora, en plena relectura de sus primeras novelas en inglés, me ha dado por aproximarme por primera vez al cementerio indio. Me ha parecido efectivamente muy dura, arriesgada en su planteamiento e irregular en su ejecución, pero se trata sin lugar a dudas de uno de los libros que peor me lo han hecho pasar. Además, supone una lectura madura que plantea un dilema moral interesante, y vuelve a demostrar cómo King es capaz de generar empatía con sus protagonistas de forma natural, sin esfuerzo.
El joven Moriarty y el misterio del Dodo, Shofia Rhei
Entre el excelente catálogo que se está marcando Nevsky, uno de los libros que más deseaba leer desde mi periplo lisboeta es el que nos ocupa. Se trata de una novelita breve, hasta cierto punto infantil, cuyo principal atractivo, original donde los haya, es conocer la infancia del archienemigo de Sherlock Holmes, el mismísimo James Moriarty. Para ello, la autora lo pone a investigar diversos misterios y nos presenta a su familia y entorno para que lleguemos a saber cómo este niño espabilado y de buena cuna se convirtió en este cerebro criminal. Si esto lo aderezamos con ambientación victoriana (entre los cameos se encuentran Charles Darwin o Lewis Carroll), un misterio doméstico y un tono desenfadado, tenemos el primer tomo de una colección divertida con unas preciosas ilustraciones de Alfonso Rodríguez Barrera. Mi próxima parada será El joven Moriarty y los misterios de Oxford, y me consuela saber que hay dos volúmenes más de momento sobre el joven villano.
No suelo leer demasiado cómic/novela gráfica, y cuando lo hago es motivado por el tema que trata o por referencias sobre la obra. En este caso contaba con ambas. La araña del olvido narra una historia real, que no es ni más ni menos que la del primer investigador que afrontó, en pleno franquismo, la ardua tarea de averiguar quién, cómo y por qué asesinó a Federico García Lorca. La del poeta granaíno es una figura que me toca de cerca, y justo en el momento trabajo en una nueva novela cuyo eje principal es Federico; así, cuando supe de este libro lo apunté en mi lista de futuras adquisiciones, y una mañana en la FLM dio la casualidad de que el autor, Enrique Bonet, estaba firmando y me lo traje dedicado. Me fascina la idea de trasladar a una novela gráfica el trabajo de investigación que llevó Agustín Penón, comprobar lo turbio de todo el asunto y cómo cada nueva pista parece acabar en un callejón sin salida. A pesar de que Penón fue valiente e inquisitivo, jamás logró concluir su investigación, y Enrique Bonet es fiel a la historia del propio Penón. Quien busque en este libro respuestas al asesinato de Lorca, tal vez acabe decepcionado. Quien quiera descubrir la pequeña batalla que libró Agustín Penón en el día a día para saber más, sin duda acabará satisfecho. Una lectura interesante que me ha llevado a interesarme por investigaciones posteriores sobre la muerte de Lorca, pero también sobre la vida de Penón.
La luz prodigiosa, Fernando Marías
Tengo la suerte de conocer a Fernando Marías, como tengo la suerte de haber leido La luz prodigiosa hace años a raíz de la película homónima (cuyo guión firma el propio Marías). Ahora, en el 25 aniversario de la publicación, Turpial reedita la primera novela del autor bilbaíno, y no he podido evitar hacerme con ella. Para quien no lo sepa, este libro también gira en torno a la figura de Lorca, y crea una fantasía maravillosa donde consigue darle una vuelta de tuerca al misterio sobre el asesinato del escritor. Además, releída después de la maravillosa La isla del padre (Premio Biblioteca Breve 2015), es posible comprobar cómo la capacidad de Fernando Marías para crear misterio e interés de la historia más modesta ya existía al comienzo de su carrera, así como otras constantes en su obra (el testimonio, la memoria, el cine). Recomiendo esta novela, por supuesto, y la curiosa experiencia de ver la película con sus puntos de divergencia. Hay que celebrar esta luz prodigiosa.
Éste es sin duda el libro que más me ha gustado en mucho tiempo. Me gusta el narrador, me gusta la estructura, me gusta Amalia, la protagonista, esa madre omnipresente, deslenguada, infantil, liberada, leona, y me gusta cada personaje que compone este fresco familiar. Y es que Una madre es eso: una reunión familiar en Nochevieja que nos permite conocer a toda la familia y la historia que cada uno de sus miembros guarda. Hay humor, y amor, y drama perfectamente integrados, y todo huele a verdad. Este (llamémoslo así) costumbrismo es difícil de reflejar sin que resulte impostado, y por eso Alejandro Palomas hace posible que el lector empatice con Amalia y sus hijos. A Una madre le seguirán Un hijo y Un perro en cuanto tenga ocasión, con la esperanza de volver a encontrar estas parcelas de verdad en el territorio de la Literatura.
El año del verano que nunca llegó, William Ospina
La historia de cómo se gestaron la criatura de Frankenstein o el Vampiro en la misma noche siempre me ha fascinado. Citaba el acontecimiento Stephen King en su excelente ensayo Danza Macabra (Valdemar). Que esto aconteciera en un verano sin sol, con la reunión de Byron, Polidory, Percy y Mary Shelley, incluso Matthew Lewis, sólo arroja más misterio al asunto. Al fin alguien se ha atrevido a escribir el libro definitivo sobre esta noche que se extiende como una metástasis por los siglos precedentes y venideros, y es que William Ospina construye una especie de cadena de acontecimientos y vidas que, auspiciados por el destino o la casualidad, convergen en dicha velada. Evidentemente, no todas las historias que narra resultan igual de interesantes o relevantes, pero Ospina traza un amplio escenario para que contemplemos todos los factores y personajes que, de un modo u otro, intervinieron en la aparición de los mitos del terror moderno. La única pega que le pondría es precisamente que a veces da la sensación de que el autor está recreándose en conceptos que no llevan a ninguna parte, o que no sabe envolver la historia con el gancho y misterio que dominan otros narradores como el ya citado Fernando Marías o, en el terreno de la crónica, el excelente Mauricio Wiesenthal. Como contrapunto, se nota que Ospina ha investigado, ha hecho un arduo trabajo para abarcarlo todo, y su ambicioso proyecto seduce al lector y le devuelve más preguntas, una bibliografía, un testimonio de un verano sin sol que habría de cambiar el mundo.
El año del verano que nunca llegó, William Ospina
La historia de cómo se gestaron la criatura de Frankenstein o el Vampiro en la misma noche siempre me ha fascinado. Citaba el acontecimiento Stephen King en su excelente ensayo Danza Macabra (Valdemar). Que esto aconteciera en un verano sin sol, con la reunión de Byron, Polidory, Percy y Mary Shelley, incluso Matthew Lewis, sólo arroja más misterio al asunto. Al fin alguien se ha atrevido a escribir el libro definitivo sobre esta noche que se extiende como una metástasis por los siglos precedentes y venideros, y es que William Ospina construye una especie de cadena de acontecimientos y vidas que, auspiciados por el destino o la casualidad, convergen en dicha velada. Evidentemente, no todas las historias que narra resultan igual de interesantes o relevantes, pero Ospina traza un amplio escenario para que contemplemos todos los factores y personajes que, de un modo u otro, intervinieron en la aparición de los mitos del terror moderno. La única pega que le pondría es precisamente que a veces da la sensación de que el autor está recreándose en conceptos que no llevan a ninguna parte, o que no sabe envolver la historia con el gancho y misterio que dominan otros narradores como el ya citado Fernando Marías o, en el terreno de la crónica, el excelente Mauricio Wiesenthal. Como contrapunto, se nota que Ospina ha investigado, ha hecho un arduo trabajo para abarcarlo todo, y su ambicioso proyecto seduce al lector y le devuelve más preguntas, una bibliografía, un testimonio de un verano sin sol que habría de cambiar el mundo.
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