20 de noviembre de 2009

Un lugar donde quedarse




LA ¿COMEDIA? DE SAM MENDES


Sam Mendes ha demostrado su versatilidad con cuatro películas: American beauty supuso una deslumbrante opera prima donde se conjugaban drama y humor negrísimo con una denuncia social sin miramientos contra la acomodada cultura estadounidense de los noventa; en Camino a la perdición Mendes nos ofreció un negrísimo retrato sobre la mafia eternamente olvidada, la irlandesa, con un reparto de aúpa; Jarhead fue su aproximación al género bélico más antibelicista; Revolutionary Road nos destrozó hace un año con el drama puro encarnado en el tour de force interpretativo de su pareja protagonista. Ahora vuelve, un año después, con un proyecto que no se parece en nada a lo que ha hecho hasta la fecha… relativamente.


Hablemos de la trilogía sobre las parejas o, abramos horizontes, las relaciones humanas. American beauty, Revolutionary Road y ahora Un lugar donde quedarse. Si las primeras apostaban todas sus bazas en el drama, en ésta encontramos un equilibrio tragicómico que, para qué negárselo, funciona muy bien. Empecemos por el reparto, elemento tan importante en la filmografía del otrora director de teatro: dos cómicos como protagonistas casi dramáticos de esta búsqueda de la felicidad. John Krasinski (The office) y Maya Rudolph (Saturday Night) se rodean de secundarios de lujo para trazar todos los matices que posibilita la historia.


La historia, pues. Burt y Verona van a tener una niña, tienen treinta y tantos y muy poca idea de qué hacer con sus vidas. Deciden emprender el viaje de sus vidas, ella embarazadísima, en busca de un lugar donde quedarse a vivir una vez que el bebé llegue. De este modo llegan a distintos rincones de Estados Unidos donde visitan a amigos y familiares que ya tienen hijos y familias formadas. Cada experiencia los llevará a reflexionar sobre lo que quieren para ellos y su futuro como pareja.


Como ya he dicho, cada familia en esta peculiar road movie nos presenta perspectivas completamente distintas sobre las posibilidades de vivir con hijos. Hay personajes cómicos, como Maggie Gyllenhaal, Catherine O’ Hara o la divertidísima Allison Janney (nuestra querida CJ en El ala oeste de la Casa Blanca), pasada de rosca con sus hijos y marido. El punto dramático lo ponen otras familias (principalmente las de la segunda mitad de la película) con alguno pasaje completamente estremecedor, como el del baile, y no digo más.


Mendes es un buen director, ya lo sabíamos; hemos aprendido que, si lo dejamos sin un elevado presupuesto, su buen hacer, la elección de un buen reparto y banda sonora pueden suplir cualquier medio técnico. Nos entrega, así pues, el tío Sam una cinta indie profunda, a ratos transgresora, disfrazada de comedia independiente. ¿Hay algo destacable? Veamos… en un tiempo en el que nos nutren con secuelas, precuelas, remakes, adaptaciones… el hecho de que un prestigioso realizador apueste por una historia original ya es digno de aplaudir. Escoger a dos rostros tan “normales”, fuera de los cánones de belleza hollywoodiense, incrementa la credibilidad de la historia. La fotografía cálida, el juego con la luz, la complicidad de los protagonistas (química desde un más que prometedor comienzo), las canciones de Alexi Murdoch… son motivos de más por los que ver esta película.


En definitiva, aunque no llega al nivel de excelencia de Revolutionary Road o la cinta debut de Sam Mendes, Un lugar donde quedarse es una película interesante, probablemente de transición en la filmografía de un director que nunca da palos de ciego. Que teniendo en cuenta su historial a lo mejor se le pueda exigir más, vale, pero no podemos estar insatisfechos en vista de la cartelera de este mes.






Nota: 8

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