21 de diciembre de 2011

No voy a salir de aquí, Micah P. Hinson

Micah P. Hinson es un músico cojonudo. Para quienes conocemos sus canciones, que nos vuelva a sorprender con su faceta de escritor parece entre improbable e imposible. Naturalmente, no lo ha hecho. Después de saborear cada verso de su disco junto a la Gospel Progress, No voy a salir de aquí tenía que ser demasiado buena.
     Esta nouvellette, como él la llama por la brevedad, la escribió con veintún años, la edad a la que Truman Capote publicó su primer libro. Los casos no pueden ser más distintos. Hinson no ha recibido ni el apoyo, ni el interés editorial que despertaba su compatriota en su país. Además, el cantante no se mueve en la vanguardia cutural de Estados Unidos en busca de un éxito inevitable. Músicos que escriben los hay muchos, como actores que escriben o zapateros que escriben. Ahí están los casos de Bob Dylan o el reciente Mark Everett, cantante y alma de Eels con su magnífica novela o memorias ficcionadas en Cosas que los nietos deberían saber. Everett consigue algo que al joven Micah le falta: generar empatía y ponerle alma. Hacer, en definitiva, literatura, o hacer de su literatura lo que ya ha conseguido con sus discos.
     La historia es simple. Un joven escritor alcohólico, Paul, conoce a una chica estrafalaria y necesitada, Apple, y se embarcan en el viaje de sus vidas. A lo largo de esta road movie literaria se suceden personajes desquiciados, alcohol, drogas, confesiones, secretos, kilómetros, la máquina de escribir como último Dios al que aferrarse. La acción vuela gracias a una prosa muy ágil, probablemente escrita en un trance que se traslada a la lectura, capítulos cortos, diálogos breves, kilómetros y moteles. La vida en la guerra, la nada existencial, nihilismo, porque no me queda claro qué quiere decirme Micah P. Hinson con su novelita.
     Entiendo los referentes, Bukowski y Fante, mucho beat, y el rollo que quiere llevar la novela, pero no dice nada. Entramos en las vidas de Paul y Apple como quien observa a lo lejos un paisaje de olmos durante una hora. No sucede nada, pero el ritmo es trepidante, los personajes se vuelven insoportables, pero no puedo dejar de leer. Un manto de melancolía, del romanticismo de la juventud sin consecuencias, me hacen seguir y empatizar en ciertos puntos del relato.
     Quiero decir que me ha gustado, me parece sugerente esta oda al vacío, a la nada existencial, a las decisiones tomadas con las entrañas, a la bohemia como norma de vida. No obstante, literariamente creo que no cumple. La desgana de los protagonistas se extiende a la del escritor y simplifica todo hasta extremos ridículos. Dos personajes en una historia lineal de principio a fin. Al final siguen siendo los mismos; no han aprendido, parece que no hubieran ganado ni perdido nada a pesar del efectismo del que hace gala Hinson.
     En definitiva, una historia sencilla, muy sencilla, escrita con un ritmo para leer en un rato. Le falta la ambición literaria que dan los años. Puesto que Hinson ha escrito varias novelas y más y trabaja en la actualidad en otra, no podemos descartar que la buena esté por venir. Una breve nota editorial: muy bien por Alpha Decay por publicar en primicia mundial esta novela; lástima que la edición, para ser tan breve, contuviera más de una (y de dos, y de tres) erratas y no hayan hecho una edición bilingüe mucho más disfrutable. Micah, espero con ganas tus próximos libros. Mientras tanto, me conformaré con la música junto a Gospel Progress.

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