1 de mayo de 2012

¿Qué hace a un poeta?


Ya sabéis de mi inseguridad con según qué cosas, sobre todo cuando hablamos de literatura. Supongo que habría uno de acostumbrarse a los palos de lectores descontentos, de críticos voraces, de impresiones  erróneas. Cuando publicas un libro, éste deja de pertenecerte. En la narrativa me siento seguro, pero la poesía me cuesta. Tradicionalmente, he mamado mucha más narrativa que poesía; la poesía, como tantas otras cosas en la vida, se la debo a mis amigos. Amigos escritores poetas y musos. Sin embargo, me cuesta. Como no la he leído tanto, como no la conozco tanto, necesito el reconocimiento de alguien, de lectores, de amigos.
sangrar tinta
     En la narración tengo escudos; con la poesía, voy desnudo, porque su escritura es más de tripas que de cerebro, porque la poesía tiene algo imposible de descifrar, un estado, un alma, una música, una magia que no siempre surge. De este modo, me he propuesto retomar el proyecto de poemario en el que trabajo desde hace un año y pico, Pudor es una palabra antigua. Para ello, he retomado la lectura de poesía, me he propuesto temas e hilos de unión para dar forma al libro; he borrado mucho, modificado mucho y escrito mucho nuevo. Leo a Javier Egea, a Elena Medel, Ana Toledano, pero también a amigos como Jesús R. Peinado, Carlos Contreras, Cristian Alcaraz... me propongo un reto suicida: escribir un poema cada día a partir de una imagen como ejercicio de creación insuperable. Si todos los días logro alcanzar las 750 palabras, ¿por qué no también un poema diario? Lo intento, lo logro, no me doy una hostia. Así surge Poesía insalubre, un puñado de versos desconcertados, de paja entre poco grano, de semillas de donde puede que algún día germine la magia.
     Supongo que, en algún rincón de mí, hay algo de poeta, que unos días estoy más fino que otros, pero lo importante es que lo intento. Que hoy, por ejemplo, he ido a una librería entre Santa Ana y Sol a mirar libros, a buscar libros, y me ha pasado por primera vez que me he encontrado con dos ejemplares de La traición entre la única edición que conservo de Peter Pan, producto de un regalo envenenado. Me he sentido especial, no hay otra palabra, con esa casualidad tan evidente. Si vas a una librería, tarde o temprano te sucederá eso de encontrar tu libro, pero no es cierto. Ir en la librería a la sección juvenil sin proponértelo, girar a la derecha y encontrar tu hijo. Hablar con el librero un rato, uno de los que ya no quedan, con barba cerrada y sonrisa cómplice, hablar de libros maravillosos, saber que un día volverás a ese templo con otra historia.
     Sea como sea, me declaro en estado de poesía.

2 comentarios:

  1. Escribir un poema que se llame "El amor no es relieve", y que te quedes sin palabras cuando de repente, hacia el final, colmada ya de la más absoluta y terrible admiración leas: "Seccióname con perfección y mis mitades vivíparas se arrastrarán por la tierra cárdena"

    Por ejemplo.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Escribir poesía por encima de todo.
    Por ejemplo. Abrazos :)

    ResponderEliminar