22 de enero de 2011

Un año después

Todos los años, desde hace tres años, el 21-22 de enero escribo este mismo post. Así lo hice el año pasado, y el anterior, y el anterior. No sé muy bien cómo surgió la idea de adivinar el futuro, sólo que jugué a ser Dios y quedó en agua de borrajas. Un año más, no me han llamado para comunicarme que he ganado un certamen literario, ni he despertado acompañado (es más, el frío está de un vacío estremecedor…); un año más, decía, la resolución de los premios literarios del Pacto Andaluz por el Libro se adelantan a diciembre, y no hay a estas alturas grandes cosas que celebrar. Por si fuera poco, este año no tengo Internet, aunque visto lo visto tengo una memoria de elefante para hechos tan inútiles.



A pesar de todo, la vida es bonita. Ayer, tras seis años en la mágica Granada, descubrí una tienda de libros usados. A estas alturas… Me compré cuatro del tirón, fui a la biblioteca y descubrí otras sorpresas que me hacen seguir día a día. Por la noche fui de concierto al Planta Baja: L.A. en directo son geniales aunque el sonido y la acústica no ayuden. Y bueno, aquí estoy, y parece que a los veintitrés empiezo a adivinar mejor el futuro. Ya que el año pasado me mojé menos (no me veía tan en el extranjero, pero ni mucho menos haciendo un Máster), he adivinado más. Paradójico, verdad.



Aquí estoy, rodeado de libros a medio leer y planes grandilocuentes, como siempre, y grandes responsabilidades y grandes esperanzas. Digamos que en un año me veo en una habitación enmoquetada, en un país de habla inglesa (que sea Australia, que sea Australia), en una cama cualquiera de otro vacío cualquiera. Solo, una vez más. Escucharé entonces otra música, tendré otro aspecto, puede que otros intereses, pero esa mañana de domingo no jugaré a adivinarme, porque este blog habrá muerto por entonces. Sí, despertaré solo. Sí, será domingo. Sí, estaré lejos de casa con más libros a medio leer e historias por cazar en mi cabeza. ¿Y qué? Nihilismo puro, nada de esto tiene razón de ser.

 
Entonces, y sólo entonces, insisto, me compraría una casa con porche y te secuestraría hasta que te pudiera el síndrome de Estocolmo...

4 comentarios:

  1. Me alegro mucho que te encante Australia, ya somos dos :) Ojala puedas ir.

    ResponderEliminar
  2. Estamos en una realidad similar, usted y un servidor.

    ResponderEliminar
  3. Me identifico con tu estado de ánimo... esa incertidumbre ante el errático camino que llevamos de tantos que son nuestros sueños y aspiraciones.

    Cojonuda la última frase caballero... :P

    ResponderEliminar
  4. He leído con mucha atención algunas de tus entradas; me ha parecido curioso ver tus opiniones o apuntes sobre algunos libros.
    ¿Cierras el blog? Veo que coincidimos en lecturas, así que, si no es así, volveré. Saludos.

    ResponderEliminar