19 de junio de 2012

escribo 2/2


A menudo digo, de un tiempo a esta parte, que ha sido este año en el que he aprendido a escribir novelas, en concreto durante mi estancia en la Residencia de Estudiantes. ¿Cómo aprende uno a escribir novelas? Tratando de combinar intuición y técnica, esto es, desarrollando estrategias.
     He aprendido de una forma casi autoimpuesta que el único modo de hacer una novela coherente y honesta es tener las cosas claras desde el primer momento. Luego, saber desarrollar esas ideas tan claras que tenemos, elaborar una estructura y darles dimensión a los personajes, diseñarlos si es preciso. Total, he aprendido a ser estructurado, a organizarme con plazos, con una disciplina maravillosa de escribir todos los días (las noches) un mínimo para así dar frutos, pero supongo que nada de esto hubiera sido posible sin ese componente indescifrable que me empeño en llamar intuición, esa energía que te dice que ésta es la palabra correcta y no otra, que este giro en la trama es efectivo o no, que precisas de más o menos descripción... Esas cosas. En fin, este año me he marcado un ritmo de trabajo endiablado que ha dado lugar a terminar cuatro libros y avanzar de manera muy satisfactoria en una nueva novela. Todo esto, claro, sin olvidar los diversos proyectos que siguen naciendo y a los que me sigo sumando.
     Me gusta este cambio, me gusta esta evolución, porque demuestra que, como ser humano y hombre, también he madurado. Que soy capaz de asumir retos de manera responsable siempre y cuando estos tengan relación con la literatura. Me doy cuenta, por tanto, de que es lo único que quiero hacer, lo único que sé hacer. Escribir. Y de que si sigo con estas ganas, con esta capacidad de centrarme, podré hacer de la escritura la piedra angular de mi vida.
     Conozco a muchos escritores: publicados, sin publicar, buenos, malos, mediocres, genios, conocidos, anónimos, hombres, mujeres... de todos, pero sólo unos me llaman la atención, y son los que tienen la actitud, pues aunque no sean genios, son escritores. Aman escribir más que otra cosa en esta vida, son escritores de pura pasión, de llevarlo escrito en cada gesto. De ser, no parecer.


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