1 de diciembre de 2012

Luceros clausurados: Silvia Guerrero Rosa



Nombre: Silvia

Edad: 24 años

Ocupación: Estudiante de Derecho

¿Qué haces ahora mismo? Como queso fresco con mermelada de albaricoque y lo pongo aquí.

¿Dónde vives? En Málaga, mi amada ciudad del paraíso y capital del ladrillo en la Costa del Sol.

¿Te dedicas a la creación? ¿Qué te ha llevado a ello? Escribo y me gusta hacer tartas. Cuando tenía 8 años escribí un cuento que titulé “Cosas de encinas”, la historia de la Señora Tula, que era una encina anciana y su nieta, un matorral. Los malos eran los domingueros y sus barbacoas. A partir de ese momento no lo he dejado, aunque nunca acabo las libretas.

¿Crees que lo que haces es importante? Sí, el compromiso personal es necesario y crucial para ofrecer al resto. No aspiro a cambiar mundos, pero sí hacer más ancho el camino y sembrar en las cunetas.

¿A quién admiras? ¿Por qué? En general, admiro a aquellos que se esfuerzan por vivir como quieren. Vivir como se quiere no tiene por qué significar cumplir sueños, sino más bien la coherencia que dicta el cuerpo y la emoción con la que se camina.

¿Te cuidas de algún modo? Leo, como chocolate, uso siempre un foulard para retener el calor (o la palabra) y follo. Sí, intento cuidarme siempre.

¿Crees en el amor? Creo que el AMOR que es la ROMA que algún día veremos.

¿Y en Dios? “No hay Dios sin epidemia en lo que mañana fuimos”, dice mi verso.

¿Me recomiendas un libro, una película y un disco de música? Un libro que sirvió de pellizco fue “El último encuentro”, de Sándor Márai y “Buffalo 66” es una película preciosa. El álbum “Song of thousand birds“, del irlandés Declan de Barra fue un descubrimiento.

Viajemos en el tiempo. ¿Cómo será tu vida en diez años? Hoy voy a la facultad y no sé a qué hora volveré. ¡Ay!

¿Consumes algún tipo de sustancia estimulante (alcohol, drogas)? La cerveza, el gin tonic y el vino me gustan mucho, pero con moderación, salvo excepciones. Inhalo salbutamol y broncodilatadores, soy asmática.

¿Qué es lo más bonito que te ha pasado? Hay muchos momentos, por fortuna. Pero un instante catártico fue leer a la vez a César Vallejo y Georges Bataille. También escuchar a un cantaor y a un guitarrista amigos tocar flamenco en una azotea nocturna en Atenas, con el mar de luz de fondo. Estábamos solos.

¿Y lo más triste? La tristeza es un estado necesario y complementario. Quizás sea tristeza no acabar de comprender que la tristeza también llega.

¿Quiénes son tus artistas preferidos? Tengo muchos amigos con un gracejo envidiable. ¡Eso sí que es arte o artesanía! El resto no quieren aparecer en entrevistas, lo siento.

¿De qué te arrepientes? De las veces en que me he abandonado. Y no, hay que agarrarse a la tabla siempre.

Tu relación con la política, si la tuvieras… Intento comprender e informarme, involucrarme siempre que puedo o creo que la propuesta es factible y honesta. El problema es la responsabilidad personal con uno mismo. Y por esa suma de irresponsabilidades y el engaño de algunos, estamos como estamos.

Los jóvenes de hoy en día… ¿qué? Hay de todo, pero grosso modo tenemos ganas. No hay que dejar nunca de curtirse y exigirse, llegar al núcleo y mejorar la especie. Darwin dixit, yo lo cuento…

Va, cuéntanos, ¿en qué estás trabajando? Ahora mismo tengo una práctica pendiente de terminar para clase: redactar una demanda. Trabajo en el autobús, escribiendo y en general pienso cuando camino. Otros proyectos son un trabajo teatral con chicos de instituto, una revista cultural y una asociación juvenil con amigos. Los poemas y la guitarra están siempre.

¡Muchas gracias!

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