30 de octubre de 2013

The Good Wife (julio de 2011)


Vivimos en un mundo donde la clase política no representa a nadie, donde la economía es el motor que lo provoca todo, donde la justicia es algo tan relativo como irrelevante. Vivimos en un mundo donde la televisión ocupa un lugar importantísimo en el sentido de que cumple varias funciones: a) sirve de espejo en el que mirarnos y juzgarnos; b) alecciona, aunque esto no sea nada nuevo; c) entretiene (esto sí, más que nunca).
Por eso, cuando el año pasado se estrenó una serie de abogados nadie pensaba que supondría un revulsivo en la ficción contemporánea, ni mucho menos un salto cualitativo en las cadenas “abiertas” o networks. The good wife nació en el momento ideal para diseccionar la situación política y económica, cuando no social que ensucia en la actualidad a todo el planeta. Y, por si fuera poco, no era de David E. Kelley, el padrazo del drama jurídico (Ally McBeal, The Practice, Boston Legal o la reciente Harry’s Law).
The good wife, si bien está protagonizada por una mujer, no es la manida serie feminista. De hecho, comienza con su personaje principal, Alicia Florrick, convertida en mujer florero de su marido, político de barras y estrellas implicado en un escándalo de infidelidad (prostitutas mediante) y corrupción. Sí, corrupción. Como la vida misma. Mientras tanto, en España, hacemos miniseries de otros corruptos como la Pantoja y su Cachuli. ¿Se puede sostener toda una serie con ese punto de partida de la buena esposa que se debate entre el amor y el engaño, entre la familia y el trabajo, entre el odio y la esperanza? Los responsables de la misma han demostrado que sí. Al fin y al cabo, la vida sigue aunque la gente vaya a la cárcel o tenga enemigos, y eso es lo que hace Alicia Florrick: retomar su vida.
Alicia es una mujer desesperada como las de Wisteria Lane, de esas que sonríen siempre a los vecinos y tapan la mierda, sólo que Mrs Florrick está sola en esta batalla. Un personaje tan denso requiere a una intérprete que dé la talla, y ahí entra Julianna Margulies. Muchos ya la conocíamos y amábamos por su etapa en Urgencias, donde compartía lecho con el doctor Ross (George Clooney), pero en The good wife se supera a sí misma y está soberbia. Podría ser perfectamente Hillary Clinton tras el escándalo Lewinski, foco de atención de todas las miradas. Alicia permanece estoica ante los comentarios que se producen a su alrededor. Por si fuera poco, ante la posibilidad de que su “buen marido” vaya a la cárcel, decide comenzar a trabajar como abogada en un bufete. Y aquí es donde entra otro gran acierto de la ficción: Alicia Florrick tiene que competir contra otro abogado en prácticas por la atención de los socios de la empresa. La competitividad laboral no es sino otro crudo reflejo de la situación socioeconómica que estamos atravesando.
Y comprobamos que a esta señora no se le da nada mal lo de los tribunales, a caso por capítulo (probablemente exigencia de la cadena para atraer audiencia todas las semanas más allá del arco de temporada), lo cual obliga a los guionistas a filar el ingenio y dar con casos especialmente representativos del momento actual. Hay fieras luchas por los derechos de páginas web, filtraciones de información personal en Twitter, diplomáticos envueltos en polémicas de toda índole… y esa mujer que sólo espera y desea que su familia salga adelante a pesar del desliz de su marido.

El espectador, siempre admirador de la entereza de esta mujer, también observa cómo cambia de manera muy sutil, cómo ella es la primera en darse cuenta de que el sistema tiene grandes fallos que ella, dentro de las leyes y las cortes, no puede arreglar. Y poco a poco se irá corrompiendo sin ser consciente de su cambio, y sólo le quedan sus hijos y un marido y un cerebro que dicta ideas contrarias a sus entrañas.

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