aprendí a echarle de menos con los pies, con las uñas, con las cejas, a echarlo de menos por los poros, por las apestosas glándulas de mi cuerpo, a echarle de menos con mis vacuolas, con mi aparato de Golgi -cómo lo añoraba mi Aparato de Golgi- a echar de menos desde la sombra, desde el sueño, desde las horas y la sangre, echar de menos con una fisicidad tan terrible
echarle de menos como si nunca fuera suficiente
Aprendi a echarlo de menos tanto que dolía, dolía tanto que era insoportable y las sabanas se convertían en charcos en los que ahogarme cada noche.
ResponderEliminarDespués aprendí que no hay quién merezca tanto dolor, y aunque todo mi cuerpo siga echándolo de menos, mi corazón ha aprendido a cicatrizar.
Jara. :*
El mío sigue incandescente e indolente :_(
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