De tus ojos.
De tu pelo.
De tu pretendido autismo emocional.
Tengo 26 años, y acabo de salir de mi primera relación adulta.
La otra noche volví a ver la primera película de Jonás Trueba. Ahora que la he visto después de Los ilusos he hallado muchos puntos en común, ya sea en temas, espacios, forma de proceder de los protagonistas... No han pasado ni dos meses desde que decidió que aquí quedaba la cosa. La primera película de Jonás, Todas las canciones hablan de mí, trata de un chaval que lo ha dejado con su novia tras varios años de relación. De cómo la vida que han articulado juntos ahora le pesa demasiado para seguir. La historia de Ramiro y Andrea es, al fin y al cabo, la historia de cualquier relación que termina. Me ha parecido ahora, en pleno duelo, más acertada que nunca, sobre todo gracias a los pequeños detalles, como los amigos. Amigos antiguos, amigos nuevos que, o no sabían nada de la relación, o la seguían dando por hecho. También los amigos que aconsejan, las reglas infalibles. En determinado momento de la cinta, a Ramiro le dicen que superar la ruptura le costará justo la mitad del tiempo que duró la relación. Estas sandeces se dicen a menudo: a mí me han llegado a dar la regla del 10%, también la de buscar sustitutos, dedicarte en exclusiva a cosas que te gustan, etc. Nada sirve, salvo el tiempo. Sólo que Ramiro no lo supera: el fantasma de Andrea tiene demasiada vigencia.
Entre las decisiones que planean sobre la cabeza de Ramiro está la de mudarse, dejar atrás la ciudad donde vive, la ciudad que ama y emigrar a Canadá. A él le parece la solución idónea, aunque sus amigos tratan de disuadirlo. Me ha hecho especial gracia, pues dentro de un mes yo estaré ya en Lisboa, donde -espero- el tiempo y la distancia me ayudarán a curar. Aparte de la migración física, la de toda la vida, he desaparecido de FB, he eliminado mi cuenta y capado mi pc para no caer en la tentación de volver a ver, a saber, a indagar. Y es que me estoy transformando en algo que detesto: jamás he sido celoso, tal vez porque jamás había estado tan enamorado como en esta ocasión, pero de repente siento celos de la vida de M., de sus amigos y gente que le rodea por el mero hecho de que yo ya no estoy. Celos de su gato. De sus compañeros de piso. Celos de las noches en vela.
También le ocurre a Ramiro que es incapaz de hablar mal de su ex, de odiarla, de pasar página con el argumento del odio como validez última. A mí me pasa igual: me resulta imposible no comprender, no estar de acuerdo con una decisión a todas vistas meditada y honesta, aunque a decir verdad, todas las entrañas y toda la sangre me dicen que no, que está mal, que todo seguiría mejor como antes. Entonces, cuando a pesar de todo no puedes más que querer a la otra persona, tienes un problema
Pasado el tiempo, Ramiro queda con Andrea. De hecho, así comienza la película, con el reencuentro de los exes. Bromean, da la sensación de que queda aún una tensión sexual irresoluta, hacen como que seguirán con sus vidas sin más. Se llaman a veces, se escriben, tratan de mantener una normalidad. Pero Ramiro seguirá enamorado por más chicas que conozca, por más vivencias que le ocurran seguirá enamorado. Porque Ramiro, como yo, es un romántico de mierda de los que escriben cartas a mano y poemas. Yo a M. empecé a dedicarle todo un poemario que se ha quedado a medias. Cartas le he escrito varias, aunque sólo le he dado una.
No sé si Lisboa me salvará la vida, pero en estos momentos todas las películas, todas las canciones, todo el porno, los libros, los barrios, las comidas, todos los pájaros hablan de mí.
Pienso que puede ser que siempre sigas enamorado de M., o del recuerdo de M, más precisamente. Pero creo que conocerás a otras personas y la pena se irá diluyendo por el camino. Y creo también que el amor potencial, el amor que puede llegar, superará al desamor que sientes ahora.
ResponderEliminarY Lisboa me parece un escenario inigualable ;)
Mucho ánimo y un abrazo.
Gracias, Amanda. Sigo en carne viva, soy de los que se enamoran a fuego y hierro. Ay, Lisboa me salva la vida o termina de lanzarme al precipicio...
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