16 de diciembre de 2011

Nosotros, que poseemos la tierra

Me fascina lo paranormal, lo que escapa a nuestro entendimiento, lo que nos aterra... Me encanta ser del pueblo de las Caras porque siempre tendremos ese misterio por determinar, porque no son pocas veces las que me he preguntado a cuento de qué ese fenómeno. Yo, el escéptico, el ateo, el a-terrado. Por eso me han fascinado siempre las leyendas urbanas (la chica de la curva, el loco del gancho, los extraterrestres, las abduciones...) porque son hechos paranormales que nacen de lo cotidiano. Porque, si le ha pasado al primo de un amigo, te puede pasar a ti.
     Por eso, no es de extrañar que, cuando comencé a escribir, me desviviera, sin entender estilos ni géneros, por esta temática, este terreno oculto en la niebla. Tampoco lo hice con demasiado acierto: reinterpretaciones de leyendas urbanas, magia e Historia... y sin embargo, todo aquello me curtió en cierto modo. Mi escritor de la adolescencia fue Stephen King, señor a quien sigo manteniendo un enorme respeto. Él me llevó a Poe y a Lovecraft, y a Borges, y... el resto de la historia es evidente. 
     La cuestión es que un día llegó un destello metafísico y escribí la historia de un señor que moría por error, e inventé mi Cielo, o cómo yo imaginaba que sería el cielo, y por aquel entonces ideé también la historia del último enterrador de un pueblo. ¿Quién entierra al enterrador?, era la premisa. Tenía dieciséis, diecisiete años, no recuerdo, y daba palos de ciego que, a fuerza de ensayo y error, daban en la diana. Empezaba a crear un universo perverso, triste, pesimista y muy oscuro; con todo, muy real, porque todo sucedía en un lugar que yo conocía bien: un pueblo. Un pueblo pequeño en el que todos sabían de todos, donde cualquier hecho excepcional daría la vuelta por todas las calles en minutos. Sucesos paranormales que suceden en pueblos pequeños. Superstición y tradición. Miedos humanos. 
     Bien, el tiempo pasaba y ese universo perverso no hacía más que (inconscientemente) alimentarse y crecer. Le nacían aristas por todas partes, la muerte ya no era una muerte limpia, el Cielo dejó de existir, porque yo no creo en el Cielo, porque nada me parece tan aterrador como que un muerto nos diga que no hay Más Allá, que tras la muerte se acaba, no hay luz, no una puerta, no San Pedro, sólo el FIN. El fin aterra al hombre. Ahora, visto lo visto, me hace gracia la inocencia con que retrataba a esos personajes, todos víctimas de circunstancias que escapaban a ellos, a lo sumo esa maldad innata que no se puede evitar, de modo que cuando seguí ese camino traté de crear una relación de causa-consecuencia en las vidas de mis personajes. 
     Alguna vez me he visto en la tesitura de buscar un texto sobre Jaén entre mis páginas desordenadas, y casi siempre he dicho no, es imposible, yo no escribo de Jaén. Porque, aunque digo que escribo de lo que conozco, en esencia mis historias son universales. Están ambientadas en pueblecitos de Jaén, cierto, algunos sin nombre, sin fecha, historias universales y anacrónicas; es decir, historias que puedan afectar por igual a cualquier lector. Resulta que la Diputación de Jaén, en un esfuerzo por hacer promoción de la tierra, convoca un premio literario para escritores noveles. Las bases aclaran que el contenido debe versar sobre la provincia de Jaén. 
     Yo quería participar, y de hecho llevaba unas semanas ideando una historia con bastantes puntos autobiográficos para convertirla en una novela, claro que para escribir una novela hacen falta meses, no unos días o semanas, de modo que pensaba desistir. No obstante, luego comprobé que otra opción era enviar un recopilatorio de relatos con un hilo que los hilvanara para crear la pieza de ropa, la camisa sencilla del aceitunero o la costurera. Bastaba eso, y fue cuando abrí la carpeta del ordenador titulada "Relatos" para buscar cuáles tenían elementos comunes, cuáles respondían a un patrón de ambiente, ubicación o cualquier suerte de unión. Di con varios y los modifiqué en su justa medida para acabar de localizar esas historias, en su mayoría de fantasmas, en el mismo universo. Tenía medio libro... Daba la casualidad de que, para una antología sobre leyendas urbanas de toda España, propuse escribir sobre las Caras de Bélmez, y me dieron luz verde. Escribí un relato donde ficción y realidad se mezclaban de forma medida, con el cual quedé bastante contento. Recordé ese relato y lo sumé al medio libro que llevaba, y me dije que con dos o tres cuentos más, bastaba para concurrir al premio. Dicho y hecho, me puse varios días a escribir sin parar unos relatos en función de la columna vertebral que iba cobrando el libro. La columna vertebral, dicho sea de paso, se trataba de un poema de Cernuda, "Un español habla de su tierra", del cual utilicé tres o cuatro versos para introducir cada cuento. Cuando escribí los dos cuentos restantes, en concreto los que abren el libro, me dije que así estaba bien, aunque me quedaba algo raquítico y añadí un par de cuentos de ciencia-ficción que situé en un futuro (más bien dos) postapocalíptico para poner el broche final al recopilatorio. 
     Así, al final tenía un libro con varios puntos en común, a saber: temática sobrenatural, ambientación rural, el poema de Cernuda como camino a seguir y, por último, la familia Almagro, protagonista de varios de los cuentos, cuando no de todos. Faltaba titular el libro, que me había quedado bastante jiennense, lleno de olivos y muertos y espíritus y esa atmósfera enferma de la que hablaba. El título llegó solo, como si estuviera decidido mucho antes de que yo, a los dieciséis años, empezara a escribir ese primer cuento sobre leyendas urbanas que acaban mal. Hasta ahí eso. 
     Hoy tengo el placer de anunciar que, de aquí a unos meses, tendremos la ocasión de encontrar en librerías Nosotros, que poseemos la tierra, ese reverso oscuro de un Jaén deformado por el espejo de la fantasía y la muerte, ese concepto extraño de tierra de olivos donde la gente se pierde y aparece muerta al cabo del tiempo. A todo esto, el libro comienza así: "Jaén me desconcierta".

6 comentarios:

  1. Enhorabuena, aunque más que felicitarte, lo que hay que hacer es reconocerte el trabajo realizado y sobre el cual tan bien has hablado en esta entrada.

    Un abrazo

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  2. Tengo muchas ganas de comprar tu libro, es un orgullo ir a una librería a pedir lo último de un amigo.
    Bravo

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  3. Jose, una vez más me alegro mucho por ver reconocidos tu trabajo y tu pasión por la literatura.Te felicito y sé que éste no es más que el comienzo de algo grande para tí , para los que te queremos y para tus lectores. Un abrazo
    Alia Narot

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  4. Julio, muchas gracias por tu felicitación. Sí, detrás de todo esto sólo hay mucha dedicación y ganas de esparcir historias por el mundo.

    David, eres un grande. Orgullo el mío por tener amigos como tú.

    Alia, te debo tanto. Vamos juntos en este camino, ya lo sabes. Serás de las primeras en tener un ejemplar.

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  5. enhorabuena Jose Alberto todo un trabajo y esfuerzo reconocido, pronto lo compraremos un orgullo de paisano...

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  6. Muchas gracias, anónimo, es un honor poder volver a las raíces con un libro nacido de lo que he mamado desde pequeño. Haré una presentación en Bélmez, estoy convencido.

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