7 de febrero de 2012

El Desencantador


Desde diciembre tengo abandonada la novela Queridos niños. Eso no quiere decir que no escriba. Nada más lejos, escribo muchísimo, pero distinto. Seguramente alguno de los que me seguís desde el comienzo de los tiempos hayáis oído hablar (y leído, todo hay que decirlo) de un proyecto titulado El Desencantador.
     Originalmente, El Desencantador era la historia de un mundo donde han desaparecido los sueños, pero también la historia de un chaval que sueña con ser director de cine. De su primer amor, de sus primeros encontronazos con la enfermedad, con la muerte, con conceptos humanos que nos hacen adultos.
     Pretendía también esta novela ser una especie de experimento narrativo ajeno a cualquier lógica establecida, esto es, la novela que me diera la gana escribir. Así comenzó un intrincado puzzle de elementos inconexos, saltos temporales y narrativas extrapoladas a un universo en constante crecimiento, a una historia sin espinazo, sin estructura, sin cimientos. Supongo que, llegado un momento, me aburrí. No sé si me aburrí, pero había cambiado tanto las reglas del juego que me costaba seguir y envié el proyecto a la carpeta de las novelas inconclusas. En diciembre, si os acordáis, estuve presentando la segunda novela de Patricia García-Rojo en Jaén, y ella, autora confesa y orgullosa de literatura infantil y juvenil, me hizo darme cuenta de que igual esa literatura en concreto no tenía por qué estar mal, por qué ser condescendiente, etc. Además, el trabajo con Queridos niños me había enseñado a ser más metódico, de modo que lo que hice fue arrastrar el archivo de El Desencantador al escritorio, leerlo y ponerme a hacer esquemas de toda la novela. Ese esquema inicial del 16 de diciembre sólo sirvió como esqueleto para rearmar la trama de Damián y el extraño personaje que lo atormenta. A ellos se sumaron muchos más, las ideas pequeñas, ideas tímidas, se crecieron y provocaron grandes cambios en la trama general, aunque para mejor.
     En definitiva, a veces damos por hecho que un proyecto no vale la pena, pero no lo hemos intentado. A veces hay que ser intuitivos, pero otras tantas deberíamos ser metódicos, sobre todo si queremos que se nos tome en serio. De un tiempo a esta parte encuentro el equilibro entre ocupación e intuición, y creo que equiparándolas, el resultado puede ser serio. El Desencantador es una novela juvenil, sí, pero no es una novela al uso. Se trata de una novela donde la narrativa supone un juego para el que el lector debe permanecer alerta, donde no se debe presuponer nada, donde los finales almibarados son utopías, porque a medida que Damián Collado crece, el lector tendrá también que plantearse cosas sobre su vida,
     Por último, me gustaría señalar que toda la novela está plagada de constantes referencias culturales (musicales, geográficas, monumentales y, muy por encima de todas, cinematográficas), y es que si alguna vez le escribo una novela al cine, estoy convencido de que éste será el primer paso a la consagración del Séptimo Arte como necesidad del hombre.
     La intención es acabar la novela entre febrero y marzo para comenzar a moverla en editoriales y premios literarios, a ver si este mismo año consigue publicación. Entonces, retomaré Queridos niños.

1 comentario:

  1. Ponerle equiquetas a las cosas es lo que tiene, que al final acabas aparcando cosas sin ni siquiera intentar que salgan adelante.

    Ánimo Jose, tienes una llama en ti a la que sabes sacar partido. Seguro que consigues terminar esa novela en las fechas previstas. A otros esa llama, simplemente nos abrasa y no sabemos como canalizarla (al menos todavía) :-)

    Suerte con este proyecto.

    Un abrazo.

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