25 de abril de 2012

Fresy cool, Antonio J. Rodríguez

Imagen de Jorge Díaz


Fresy cool es una novela de amor. Digo novela, y no digo literatura. No todas las novelas son literatura, y los motivos son múltiples. Fresy cool está más próxima al ensayo o, si me permiten, al documental, que a la propia literatura. Establecidas las reglas desde el primer párrafo, sólo queda dejarse llevar por la marabunta de inventos e intentos, de referentes y espejos en los que se miran el autor y la realidad. Además, no es éste un libro para el público, sino para los escritores y estudiosos de la literatura. Es tan intrincado, tan -sí, yo también emplearé el adjetivo- barroco que puede dificultar la lectura. La presencia de neologismos y términos prestados de otros idiomas de modo innecesario incrementan la sensación de pedantería y vacío de fondo. Digo de amor, y hay dos vertientes. La dedicatoria que abre el libro es “A L___”. A Luna-Lola, a la Literatura. Antonio J. Rodríguez ha leído mucho, esto queda claro en el discurso.
    Y es que ésa es otra: Fresy Cool no cuenta nada, o al menos no al uso, no hay un conflicto, sólo se intuye la motivación del protagonista: escribir un libro. Fresy Cool Shit, tío! ¡De puta madre! Suma y sigue. No entiendo su propósito, y por eso cuestiono su naturaleza literaria. Para hacer digresiones en torno a conceptos literarios, estilos, recursos, cánones, etc. ya existe el ensayo. Bien es cierto que de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda la confusión de géneros y formatos, la fusión, aunque no sea un invento de nuestro tiempo. Dirán que es joven y, por ello, atrevido. A veces se atisba un autor brillante en la prosa incontrolable de Rodríguez; otras, se ve la trampa y no funciona el prestigio.
    No es nocillo, ni falta que le hace, ni es su admirado Foster Wallace. Es un joven escritor nacido en 1987, que ha leído otras fuentes, ha probado otros lenguajes, probablemente ha devorado toda la literatura anglosajona contemporánea, y por tanto sus reglas son otras. No son las de la literatura en inglés, ni la del DFW, ni el lenguaje del chat y gmail y facebook, no. El lenguaje de Antonio J. Rodríguez es suyo, y punto. Una vez asumido, insisto, una vez aceptada la broma, fluye imparable. Funciona en especial a lo largo de la primera mitad con el ir y devenir de un joven Pleonasmo y sus encuentros y desencuentros con la joven poeta Lola Font. Es, precisamente, en esta parte donde mejor funciona para mí la novela: en la emoción, en la parte donde se conocen ambos en un lugar de Malasaña, Madrizentro. También resulta que el estilo es una ciudad, Madrid por todas partes, Madrid en uno de los más exagerados homenajes literarios que se le han hecho a la capital española.
    Me ha hecho lanzar dos o tres carcajadas, y eso también es importante. Además, eran carcajadas intencionadas. Rodríguez-Pleonasmo-Ibrah era famoso antes de publicar, y esto supone un problema. Como crítico, ha sido certero e implacable con nuevos autores. En Fresy Cool despliega todo su conocimiento del mundillo donde se mueve (la posmodernidad literaria, el famoseo de las letras, lo más cool entre los escritores) y hace una radiografía precisa, a veces cruel, a veces divertida, de un mundo que se le hará lejano al lector medio. Con todo, es ahí donde gana puntos la novela, en los devenires vitales del héroe.
    La segunda parte. La segunda mitad de la novela está llena de sorpresas, más articulada y meditada que la anterior, menos fluida, más irregular. En ello tiene mucho que ver el experimento formal en que consiste, con varias voces distintas y narradores, cada uno de su padre y su madre, con su perspectiva, su registro, su época… una locura imposible de llevar a cabo. El autor lo hace con gracia. Ahí hay que felicitarle. Nos trae de vuelta ese mundo inhóspito que atisbamos en el relato escrito a cuatro manos Exhumación
    Lo mejor que se puede decir, recién leída, de Fresy Cool, es que requiere una larga digestión. Puede tratarse del futuro de la literatura y estar aquí todos con la mosca detrás de la oreja, puede ser sólo una soberana gilipollez, una broma de mal gusto o un mero experimento. Eso lo dirá el tiempo.
    Por lo pronto, lamento la intención del autor, su dar prominencia a la forma en esa falta de contención, ese vómito imparable frente al vacío narrativo. Nihilismo barroco, el vertedero de la literatura del siglo XXI. Puede que nos encontremos ante un farsante, pero no seré yo quien afirme que no nos encontramos ante un genio.

4 comentarios:

  1. nos encontramos ante un genio? Sí,un genio de la impostura. Como Vicentito Luis Mora y tantos otros. Famosetes de revistas de tendencias y ropa.
    Ellos han decidido que son famosetes y el resto de la humanidad está obligada a aceptarlo. Venga, no me hagas reir. Este panfleto alargado publicado gracias a favores y mediaciones en la editorial Timadori, es un ejercicio narcisista solipsista alargado, producto peterpanesco de un ego desmesurado. Aqui estoy yo, miradme. Ese es todo el texto. Aburre, amiguete. Nada más aburrido que la pretenciosidad desmesurada de un presunto genio incomprendido por la humanidad hiriente. Este tipo, como el Nocillas, Mora, Olmos, debería estar dentro de un reality televisivo de egos desmesurados. Nos descojonariamos vivos. Ahi sí.

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  2. A Olmos no le he encontrado nada destacable. Sin embargo, el ejercicio formal de Fresy Cool me parece interesante, sobre todo si tenemos en cuenta el vacío del fondo. Ahí sí.

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  3. Cuando alguien coja una foto de mi blog, podría pedir permiso o, al menos, indicarlo. Para eso está el Creative Commons, José Alberto.

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  4. Un despiste lo tiene cualquiera, gracias por el link :)

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