18 de noviembre de 2012

Ruby Sparks



Hace unos años, la sensación del cine independiente fue esa pequeña joya que aún brilla como algo más que la película amable que aparentaba ser, Little Miss Sunshine. Seis años más tarde, que se dice pronto, vienen sus responsables con una nueva muestra de que aquel talento no era pasajero.  Ruby Sparks es una rara avis. De definirla, no queda más que acogerse a una de esas absurdas fórmulas: [500] days of Summer + Stranger than Fiction + Frankenstein, y corremos el riesgo de dar con una definición incompleta e injusta.

De entrada, la sequía creativa del dúo responsable queda reflejada aquí en su protagonista, Calvin, un joven escritor en crisis. Tras el éxito de su primera obra, se enfrenta al síndrome de la hoja en blanco o, peor aún, el síndrome de la segunda novela, tema que le obsesiona y angustia. La única salida a este drama la encuentra Calvin en sus sueños, donde encuentra a una joven desconocida que parece coincidir con su prototipo de chica ideal. Todo tiene sentido; por algo es el sueño producto de subconsciente. Así, decide empezar a escribir sobre ella: lo que le sucede cuando la ve en sus sueños, sus conversaciones, etc... hasta que crea un personaje complejo. Llegado este punto, la chica se hace real y aparece en su casa una mañana. Y ahí nace el conflicto de la película: chico busca chica, chico crea chica que no es consciente de haber nacido de una ficción.

Lo que pudiera ser una comedieta romántica con algún tinte oscuro se lleva a las últimas consecuencias en un guión valiente y complejo, cuya autoría recae ni más ni menos que en la actriz protagonista, Zoe Kazan, en la ficción Ruby. De la comedia romántica actual heredera de la ya citada 500 días juntos (Ruby podría estar interpretada por la pizpireta Zooey Deschanel), la cinta gira al drama oscuro de tintes metafísicos que ponen al creador y su creación en la tesitura de tomar decisiones para llevar la relación a buen puerto. Para ello, se servirán de familiares y amigos, espejos donde mirarse y única ancla en el temporal emocional y mental. ¿Hasta qué punto es lícito que un creador trate de controlar a su criatura, sobre todo cuando ésta se trata además del amor correspondido? ¿Cuál es la línea que separa el amor de la incapacidad de aceptar la negación? ¿Quién es responsable de qué en esta historia? Entre tanto, cómo no, visitas familiares, sesiones de terapia y un vistazo al arrasador mundillo editorial.


El reparto es una pieza fundamental para dar veracidad a una historia que se aleja de lo fantástico para adentrarse en aspectos metafísicos e introspectivos, labor que cumple de sobra Paul Dano, quien vuelve aquí a repetir experiencia con los directores, y carga con el peso de la función de sobras; sorprende del mismo modo la propia Kazan, a su vez nieta del enorme Elia Kazan, principalmente hacia el último tramo de la cinta, donde ambos protagonistas se entregan en cuerpo y alma en alguna que otra escena desgarradora. Por no hablar de un curioso plantel de secundarios que arrojan luz sobre otros aspectos de la trama que merecen ser tenidos en cuenta, actores de la talla de Annette Bening (American beauty) o Antonio Banderas (La piel que habito).

Así pues, nos encontramos con una película que en Sundance obtuvo muy buena recepción, que parece sencilla pero esconde una complejidad de fondo inusual para el tipo de cine del que hablamos. Sin duda, Ruby Sparks es un acierto en la ya interesante filmografía de Jonathan Dayton y Valerie Faris.

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