27 de junio de 2011

Querida Wendy:


Wendy, se nota en tu carta el esfuerzo por no hacer daño en cada palabra, se nota medido todo, pensado y precisado con un fin. Yo no voy a intentar anestesiar nada, evitarte daño ni evitarme daño ni evitarnos daño, ni dejarme cosas en el tintero (aunque a veces sea un bocazas). Me he planteado muchas cosas, pero sobre todo últimamente, estos días. A veces la indiferencia duele más que algunas palabras certeras y ciertas sin valium.
Cuando estaba en Swansea no podía evitar pensar en ti, en mí, en si lo había hecho mal al irme porque aunque la distancia (creía yo) no importaba todo se enfriaba, se alejaba. Tras alguna carta, alguna conversación contigo mientras estaba en Swansea pasé varios días mal, sabiendo que algo se rompía. Luego me obligaba a pensar: Jose, es tu momento y es tu erasmus, no puedes vivir pensando en y si…, y si… Y al llegar a España todo era más seco, aunque no demasiado porque ya estaba aquí, yo estaba. Luego llegaron los días en que, aunque estuvieras en Granada, no nos vimos. Después, Antequera, donde finalmente me di cuenta de que el hilo se acababa de deshacer. Yo no sé fingir indiferencia, pero me quedé moralmente lastrado. Luego, todo este verano hasta Granada estvo bien, tal vez influenciado por mi pequeño accidente, aunque ya intuía ciertos despuntes.

Yo no, yo no he cambiado, no sé. En esencia soy el mismo de siempre, un pobre menos gracioso de lo que cree y con más suerte de la que merece (esto es relativo). Soy idiota porque nunca he sabido maquinar y nunca he sabido enamorar y nunca he sabido nada.

Y me apetece quedar contigo y estar como antes, riéndonos mucho, como en Antequera mismo. Estoy de acuerdo, estos días me he sentido demasiado tirado. Hasta fui a tu cole y vi la estrella en la puerta de tu cuarto, pero aún no he aprendido a atravesar las paredes… Me he planteado todo, desde que ya no querías verme más a no sé, que lo mismo nos cruzaríamos algún día por la calle tras meses sin vernos y eso sí que iba a doler. Que algún día podríamos cruzarnos en un café y nos quedaríamos mudos, haciendo el vacío al otro para salvar la situación. Estos han sido los peores días. En cualquier caso, tampoco es que hayan sido mis mejores tiempos. Cartas tengo muchas, Wendy, si algún día no leo las tuyas podría leer otras que me dejaran igual de tirado.

Claro que me quiero acercar más, es tan inevitable como no quererlo. Pero granada no era para los dos juntos; me encanta esa frase y creo que es la clave, sería un verso precioso. Creo que lo que nos ha perdido fueron las expectativas: las tuyas para con Granada, las mías contigo. Hay veces en las que esperamos algo y cuando no llega a ese nivel esperado, se desploma por su propio peso. Es lo que sucede con las cosas grandes. NO Creo que nos equivocáramos o malinterpretáramos muchas cosas.  No estoy enfadado, no contigo. Puedo enfadarme conmigo por mi comportamiento, por cómo he llevado adelante todas las cosas, porque no quiero acostumbrarme. Esto es una carta de desamor, ¿no? Es la primera que escribo, tengo mucho que aprender. He aprendido mucho contigo y de ti, por eso siempre habré de estarte agradecido. Has ampliado mi visión del mundo, de muchas cosas, y eso para un escritor no tiene precio.
Wendy, nos tenemos que ver en Granada. Yo llevo una vida normal: sigo yendo al cine, de tapas, a pasear, quedo con mis amigos… (Y muchas de esas veces me he dicho mira, Wendy podría estar aquí en este momento, sería mejor tenerla cerca como a cualquier amiga pueda tener que estar así, sin saber de ella desde hace diez días…

Creo que, al menos, eso podemos superarlo. No me gustaría volver a verte desde el otro lado de un cristal del urbano. Aunque me cueste negar lo evidente. Y no escribo más que me cuesta mucho, y no releo esto que me arrepiento de la mitad.
¿Cuándo nos vemos?

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