2 de enero de 2012

Cuentacuentos 55

Por iniciativa de El Cuentacuentos, a partir de una frase de Niobe.




EN TERAPIA

-Ese gato tiene razón. Han sido los ratones. ¿Quién si no? Si estoy harta de decirle al portero que ponga trampas o pegamento en el suelo. Menuda vergüenza. Ya verá cuando vuelva Jacinto. Se van a enterar todos. Él, por manta, que es un manta, y la criada, por deslenguada. Cómo le gusta hablar con Álvaro, y el pobre qué va a hacer, si tiene ya una edad... vamos, que no se puede resistir a su carne prieta y su pelo rojo como el fuego. Ésa es una cualquiera, se lo digo yo.
-¿No estará celosa?
-¿Yo celosa? No me haga reír, ¡celosa de esa mosquita muerta, que no es más que una muerta de hambre!
-¿Cómo se llama?
-Ya le he dicho. Se puede dirigir a mí por señora de Rivera o simplemente por doña Angustias.
-No, no. Verá, me refiero a la chica, la criada. No me ha dicho aún su nombre.
-¡Y qué más da!
-¿No lo conoce?
-Por favor, ¡por quién me toma! Yo me preocupo por el personal de servicio como si fueran de mi propia familia. Se llama Isabel, la joven, y el portero, Gustavo.
-Siga contándome, por favor. No era importante, sólo curiosidad.
-Pues eso, unos agujeros en las paredes y el techo de la segunda planta que dan pavor. Cualquier día se nos cae la casa encima. Con lo que ha costado...
-Entiendo. La situación es bastante dura para los empresarios como su marido.
-¡A Marrakech se ha tenido que ir, el pobre! Ahí, con toda la chusma. Me propuso ir con él y me eché a reír en su cara.
-Igual necesitaba su apoyo. Ya sabe, a veces un marido necesita a su mujer.
-¿En mi estado? Qué insensatez.
-Su estado...
-Encinta, como puede ver. Van a ser gemelos. Ya tengo pensados los nombres, pero estoy preocupada.
-¿Qué le preocupa?
-¡Qué va a ser! La casa, mi marido, Álvaro, todo.
-¿Y el gato?
-¿Por qué iba a preocuparme el gato?
-Es un gato atigrado, ¿no?
-Sí, con rayas un poco más oscuras en el lomo. Muy manso.
-Podría volverse violento cuando lleguen los niños. Los animales son extremadamente celosos. ¿Cuándo cumple?
-Me dijo el doctor Espigares que a mediados del mes que entra.
-Estará nerviosa.
-No crea. El primero fue peor. Con Álvaro estuve diez horas de parto, y no había manera. Lo sacaron con fórceps.
     -Y dice que han entrado ratones en casa.
     -Como lo oye. Claro que al principio no creía que fuera así.
     -Creía que era...
     -Una mala construcción, ¿qué si no? Que habían engañado a mi esposo esos gandules.
     -¿Qué desperfectos había?
     -Eran agujeros del tamaño de mi puño en todas partes. En los bajos, en el descansillo de la entrada, en el desván... Donde más había es en el desván. Me daba miedo que un día se viniera todo abajo mientras alguien estaba en el pasillo.
     -¿Y cómo es que no lo repararon?
    -Es inútil. Echaban cemento, ponían yeso y al día siguiente ahí estaban los mismos agujeros, si no más grandes que antes.
     -Qué extraño.
     -Y entonces llegó el gato.
     -Menos mal. Un gato gordísimo, naranja, con un rabo enorme.
     -Y hablaba.
     -Imagínese qué susto, ¡un gato que habla! Desde luego, qué ocurrencias las mías. Al principio me dije que me estaba volviendo loca, pero me tomé un café cargado y ya me senté a hablar con él.
     -Interesante. ¿Alguien más en su familia que haya hablado con el gato?
     -Por supuesto que no. Armarían un escándalo. Álvaro es muy inteligente, pero a veces... a veces no tolera estas cosas.
     -¿A qué se refiere con eso?
     -Bueno, a veces se pone violento con las cosas que no le gustan. Pero vamos, es normal, ya es un hombre. Pero prefiero no decirle nada del gato.
     -¿Y qué dice el gato?
     -Pues eso, que la culpa es de los ratones. Que los mate a todos, que se ríen de mí.
     -Qué descabellado todo, ¿no?
     -Bueno, no creo que eso sea de su incumbencia. Lo único que importa aquí es que los encargados son unos incompetentes y no son capaces de acabar con un nido de ratones, por grandes que sean.
     -Señora, no sé si le he entendido bien, pero me temo que se acerca mi parada.
     -Qué desvergüenza. Aún no ha terminado la sesión.
     El encapuchado se puso de pie y pulsó para que la puerta del metro se abriera. La mujer lo miró en silencio hasta que lo vio perderse por las escaleras. Una voz automática anunció que el tren emprendía el camino de regreso.


10 comentarios:

  1. Me quito el sombrero. Un relato sorprendente y formidable. ¡Tú sí que has sacado punta a la frase de Niobiña! A mi parecer lo mejor que te he leído nunca.

    Besotes.

    ResponderEliminar
  2. En un momento de tu narración me he acordado de una escena de Azul. Cuando los ratones.. Qué desesperación que viene de una previa desesperación, creo yo. Y tu diálogo consigue provocarla.. Me ha gustado.

    ResponderEliminar
  3. jajajjaa y yo que pienso que esta señora está muy loca... Me ha gustado mucho, y esta semana creo que estarás entre mis prefes :)

    Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

    ResponderEliminar
  4. Dirás que no es ninguna maravilla, pero a mí me ha encantado. A través del diálogo me has hecho ver a esa señora, algo muy difícil de hacer sin una sola descripción. Además, has sabido mantener al otro personaje un poco en la sombra en todo el relato, para no descubrir hasta el final dónde estaban y lo que realmente pasaba. Enhorabuena :)

    Besos!!

    ResponderEliminar
  5. Perdona??? yo voy en el tren y una señora como esta se me pone a hablarme de gatos que hablan y me da un chungo ahi mismo fijo XD que gran diálogo

    bessos!

    ResponderEliminar
  6. Y yo imaginandome la escena sobre un escenario y ese final me ha dejado loca!

    Creo en ese diálogo, en ese personaje "loco", y aunque la situación final me descoloque creo que has creado algo con esta frase muy difícil.

    1 besote guapo

    ResponderEliminar
  7. Buenos días y feliz año nuevo

    Buenísimo. Vaya un diálogo. Y con sorpresa final. Muy bien llevado y escrito, muy original. Lo mejor es cuando uno de ellos dice "me temo que se acerca mi parada" y la otra habla de que aún no se ha acabado la sesión. Genial.

    Un saludo.

    Juan.

    ResponderEliminar
  8. Ajhhh...jajajajaja.
    Muy bueno!
    Al principio pensaba que estaba hablando con otra persona. Luego que era su psicólogo. Más abajo, cuando entra en escena el gato naranja que habla, con un psiquiatra. Y al final me has dejado, primero a cuadros, y luego riéndome.
    Una locura más.
    Es complicado escribir un relato entero sólo con diálogos, no???
    Aunque eso, a ti, parece que te queda pequeño.
    Enhorabuena por el resultado!!
    Un abrazo!!

    Hell.

    ResponderEliminar
  9. Y antes de proseguir su marcha el Metro anuncian por los altavoces "Próxima parada: Grandes relatos - Correspondencia con: Brian!" :)

    Un placer leerte quillo

    ResponderEliminar
  10. jajajaja... me ha hecho gracia el desenlace, pero también he sentido lástima por la mujer... Formidable. Felicidades. Mundoyás.

    ResponderEliminar