9 de mayo de 2012

quince eme


Esperas.

Desde tu trono capital

esperas.
Vives alejado de la luz,
en otro plano.
Hombre gato,
dicen los licántropos.
Luchas en silencio
como luchan los valientes,
apuntas en tu rostro
las certeras rendiciones
a una noche
que se alarga cinco siglos.
Quieres cambiar el mundo,
sabes.
Puedes cambiar el mundo
en tu trono, solo.
Ya no somos sólo cuatro gatos:
tienes un ejército de
manos levantadas.
Quieres cambiar el mundo,
puedes cambiar mi mundo,
pero esperas.
Desde tu rostro capital,

espera.

Supongo que todo comenzó en Twitter. La llamada a la movilización como un ente extraño y silencioso, ese cáncer, ese petróleo que lo envolvía todo. El 15 de mayo, a la calle todos a gritar que estamos hartos. De derechas, de izquierdas, en el sistema, contra el sistema, sólo un grito para decir que esto no funciona. Yo, como tantos, supe que tenía que salir sin tener ni idea de si la llamada popular, ese ente extraño, misterioso, encontraría el respaldo verdadero en las calles. Quedé con varios amigos y salí. Era Granada, y éramos jóvenes. Queríamos cambiar el mundo. Encontramos más y más gente, más y más amigos que también habían respondido a la llamada silenciosa. Me llegaban mensajes de amigos en Jaén, en Málaga, en Madrid. Era algo grande, y ocurría y éramos nosotros. El amarillo vistió las calles por un día.
      Y empezó la acampada, las reuniones, los grupos de trabajo, la democracia asamblearia, la lucha del barrio. Todos nos volvimos más políticos aquel bendito 15M. Todos más conscientes y más solidarios, y pronto empezó a llover frente a esos soñadores. La derecha más rancia, es curioso, no sabía cómo actuar los primeros días. El sistema no estaba preparado para algo que para nosotros era tan evidente. Y era el 15M y era mayo del 68, y la Revolución de los Claveles y la Primavera Árabe, y España extendió su enfermedad al resto del mundo. Vivimos días intensos, de emociones fuertes, de grandes mentiras, de manipulación y revuelta, de sublevación y represión. No importaban nuestras obligaciones académicas o laborales tanto como alzar el grito o hacer el silencio, y hubo risas, hubo sueños, hubo lágrimas de emoción. La puta juventud española parecía salir de su letargo. Y mis alumnos del IES Generalife también iban a la acampada, y amigos erasmus, vecinos del pueblo, antiguos compañeros de piso. No teníamos nada en común salvo las ganas de provocar el cambio.
     Y bueno, no sé si Mayo del 68 sirvió de algo, ni mucho menos si ese quince de mayo nació el cambio, pero desde entonces se atisba que otro mundo es posible, que juntos podemos, que si no hoy, tal vez mañana, si no en Madrid, tal vez en Nueva York o en Irún, qué sé yo. Habrá un día en que los soñadores hagamos tanto ruido que los dirigentes, que el sistema zombie que nos ampara no pueda seguir negándolo.
     Un año. Ha pasado un año del vello de punta, de las propuestas de cambio, de manifestaciones y acciones. El sábado vuelve a brillar el Sol, y no estaré en Granada, pero ahí estarán mis antiguos alumnos, soñadores dispuestos a correr delante de la policía, a gritar a fuerza de romperse la garganta, y mis amigos, mis compañeros de facultad, de ciudad, de tapas, y volverá el estruendo y entonces añoraré estar ahí, pero estaré en Madrid, motor que mueve el mundo, símbolo de este movimiento, y el mundo no podrá volver a obviarlo, porque desde Sol gritaré, me manifestaré, correré, recibiré palos, lloraré si hace falta. Lo que es absurdo es permitir abusos, que nos tapen la boca con cinta americana, y es que no hay suficiente cinta americana en el mundo para tantas bocas.
     Proyectarán nuestras caras en Times Square y en Tokyo, nuestras voces se perderán a través del universo, de las estrellas, los planetas, el Tiempo. Puede que esas voces que griten este fin de semana regresen a nosotros dentro de unos años y, desde un mundo distinto, podamos ser testigos mudos de ese cambio. Claro que, para que suceda, tenemos que hacer que suceda. Este sábado, insisto, iré a Sol. Me uniré con miles de voces, con miles de cuerpos, arrastraré a amigos, permaneceré si pretenden echarnos. Espero que tú, amable desconocido, salgas a la calle donde quiera que estés, cojas una pancarta, una camiseta amarilla, unas ganas de luchar, de ser inconformista, de exigir cambio. Espero que tú, como yo, como tantos, salgas a la calle sin miedo. Juntos somos legión, no lo olvides nunca, y no hay armas en el mundo para doblegar tantos cuerpos.
     Doce eme es el nuevo quince eme. No hay excusas, sábado sabadete, la calle vacía, la escoria en sus despachos, la juventud hastiada, en paro, juventud sin apoyo, juventud sin futuro, lucha necesaria, grito infinito, uñas y dientes, calma o tempestad. Empecemos tranquilos, liémosla si nos lo ponen crudo. Que este quince eme, este doce eme, esta primavera infame sea el principio de la solución, el fin de esta mentira, la cruz de su Cristo. Que se acuerden de nosotros, por tenernos olvidados.


3 comentarios:

  1. Esta entrada merece tener 100 comentarios.
    Está tan bien escrita, tan sencilla y tan sincera. Contundente. Gritando con rabia y cariño, con fe.
    Me has movido algo dentro.
    El poder lo dan palabras como estas.

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  2. Haciendo el camino, construyendo entre todos, ánimo amigo que ya nos encontraremos por el camino...

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  3. Zoe, muchas gracias. A veces escribo con las tripas, y es cuando mejor me sale. Las palabras pueden cambiar el mundo, en eso creo :)
    Tu comentario vale por 1000.

    Yas, amigo, vamos de la mano en el camino de la vida y de la búsqueda de un mundo mejor ;)

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