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1 de noviembre de 2013

Dsong

Hoy vengo a hablaros de un proyecto que sigo desde el inicio de su andadura hace más de 4 años, que se dice pronto: Dsong.

El punto de partida, de simple, asusta: una web donde cada día se recomienda una canción, esto durante TODOS los días del año y, como digo, durante más de cuatro años seguidos. Cualquiera podría pensar que es fácil. Al menos, cualquier melómano. Ésa fue mi primera idea cuando supe del proyecto por su fundador, un amigo de Jaén, Jesús R, informático, melómano y escritor con alma emprendedora.
Lo que hace de este proyecto algo tan especial no es que la idea sea mejor o peor, ni su tenacidad -que también- o la variedad de criterios y estilos musicales que puede encontrar uno en la página, ya que la lista de redactores y colaboradores es de lo más variopinta. Sí, admiten la  participación de colaboradores; tan sencillo como crearse un perfil y redactar un artículo, subirlo a la web y dejarlo a la cola. Seguro que, como lector, a cualquiera se le puede ocurrir esa canción que le cambió la vida, ese descubrimiento extraño que a todo el mundo le gustaría compartir, etc.
Lo que hace especial a Dsong para mí, atentos, porque aquí viene lo bonito, son las personas que trabajan en el proyecto; en concreto, tres personas que entraron en mi vida por vías muy distintas y que acabaron convergiendo aquí, como si el universo dispusiera, como si, de un modo u otro, tuviéramos que terminar de coincidir. Por eso aprovecho este hueco para recordar cómo llegaron estas tres personas a mi vida, y para que sirva de autodeterminación hacia mi intención de colaborar a menudo con la web musical, sobre todo ahora que me voy a Lisboa y -espero- un nuevo universo musical se abre ante mí:
1. A Ascen la conocí porque compartíamos instituto, más tarde clase y, como comprobamos con el paso del tiempo, inquietudes y actitudes ante la vida. Además, ella hacía gala de una cultura musical cuando yo apenas había empezado a oír música. Lo importante, no obstante, es que son ya ¿más de? diez años desde que nos conocemos, este verano fue mi víctima y le hice presentar mi libro de relatos, ya sabéis, el de Diputación que tantos dolores de cabeza me ha provocado. A Ascen siempre, siempre siempre me recordará Coldplay.
2. A Jesús lo conocí a través de Internet, porque inicialmente ambos participábamos en El Cuentacuentos, aquel rincón de aficionados a la escritura que nos acabamos convirtiendo en familia, que fuimos una cantera y una escuela. Cómo conocí a Jesús tampoco lo recuerdo demasiado bien, porque tampoco es que él fuera un escritor constante o tuviera excesiva relevancia en dicho proyecto. Supongo que el hecho de que fuera jienense y le gustara música que a mí también me gustaba, sobre todo canción de autor andaluza. Sea como sea, hicimos que nuestros caminos se hicieran más estrechos, hemos hecho migas en diversos proyectos y, lo más importante, en la vida. A Jesús me recuerdan José Antonio Delgado y Alberto Alcalá.
3. Silvia. A Silvia me unieron las letras, y la magia. Coincidimos por primera vez en 2007, en un julio de libros y promesas y noches interminables. Silvia, como Jesús, como yo, también escribe. Pero no es lo que escribe o no escribe, o cómo lo escribe, porque es de esas personas que simplemente hacen las cosas distintas, con un tacto o una sensibilidad u otra ciencia. Silvia es, creo, en una palabra, mi pilar ahora mismo. Y espero que lo sea por mucho tiempo. A Silvia me recuerdan Ojalá de Silvio y Al alba, claro. Siempre Al alba...

Así, con personas tan importantes, comprenderéis por qué decido implicarme de forma seria en este proyecto. Por lo pronto llevo tres articulitos que escribí en su día, pero próximamente me veréis más por ahí, firmando, cómo no, Brian Edward Hyde. Mis artículos, ordenados con carácter cronológico, aquí.

22 de agosto de 2013

Jose Alberto Arias presenta nuevo libro en su pueblo natal, Bélmez de la Moraleda

Nosotros, que poseemos la tierra ganó el Premio Diputación de Jaén para Autores Noveles en 2011

“Jaén me desconcierta” es la frase de partida del libro de relatos ambientados en Sierra Mágina con el que Jose Alberto Arias ganó el Premio Diputación de Jaén para Autores Noveles en 2011. Dos años después, el joven escritor regresa a su pueblo, Bélmez de la Moraleda, para presentar Nosotros, que poseemos la tierra. El acto tendrá lugar el próximo sábado 24 de agosto a las 19:00 h en el Centro de Interpretación de las Caras y contará, además, con la presencia de Ana Belén Fuentes (Concejala de la Corporación municipal) y Ascensión Cubillo (periodista). Tras la presentación habrá una firma de libros, los cuales se podrán adquirir en el mismo Centro.
El poema de Cernuda “Un español habla de su tierra” vertebra los 10 relatos que conforman el nuevo libro de Jose Alberto Arias, donde un inmenso mar de olivos es el escenario perfecto para el desarrollo de historias sobrenaturales y apocalípticas.


Nina Simone

9 de mayo de 2012

quince eme


Esperas.

Desde tu trono capital

esperas.
Vives alejado de la luz,
en otro plano.
Hombre gato,
dicen los licántropos.
Luchas en silencio
como luchan los valientes,
apuntas en tu rostro
las certeras rendiciones
a una noche
que se alarga cinco siglos.
Quieres cambiar el mundo,
sabes.
Puedes cambiar el mundo
en tu trono, solo.
Ya no somos sólo cuatro gatos:
tienes un ejército de
manos levantadas.
Quieres cambiar el mundo,
puedes cambiar mi mundo,
pero esperas.
Desde tu rostro capital,

espera.

Supongo que todo comenzó en Twitter. La llamada a la movilización como un ente extraño y silencioso, ese cáncer, ese petróleo que lo envolvía todo. El 15 de mayo, a la calle todos a gritar que estamos hartos. De derechas, de izquierdas, en el sistema, contra el sistema, sólo un grito para decir que esto no funciona. Yo, como tantos, supe que tenía que salir sin tener ni idea de si la llamada popular, ese ente extraño, misterioso, encontraría el respaldo verdadero en las calles. Quedé con varios amigos y salí. Era Granada, y éramos jóvenes. Queríamos cambiar el mundo. Encontramos más y más gente, más y más amigos que también habían respondido a la llamada silenciosa. Me llegaban mensajes de amigos en Jaén, en Málaga, en Madrid. Era algo grande, y ocurría y éramos nosotros. El amarillo vistió las calles por un día.
      Y empezó la acampada, las reuniones, los grupos de trabajo, la democracia asamblearia, la lucha del barrio. Todos nos volvimos más políticos aquel bendito 15M. Todos más conscientes y más solidarios, y pronto empezó a llover frente a esos soñadores. La derecha más rancia, es curioso, no sabía cómo actuar los primeros días. El sistema no estaba preparado para algo que para nosotros era tan evidente. Y era el 15M y era mayo del 68, y la Revolución de los Claveles y la Primavera Árabe, y España extendió su enfermedad al resto del mundo. Vivimos días intensos, de emociones fuertes, de grandes mentiras, de manipulación y revuelta, de sublevación y represión. No importaban nuestras obligaciones académicas o laborales tanto como alzar el grito o hacer el silencio, y hubo risas, hubo sueños, hubo lágrimas de emoción. La puta juventud española parecía salir de su letargo. Y mis alumnos del IES Generalife también iban a la acampada, y amigos erasmus, vecinos del pueblo, antiguos compañeros de piso. No teníamos nada en común salvo las ganas de provocar el cambio.
     Y bueno, no sé si Mayo del 68 sirvió de algo, ni mucho menos si ese quince de mayo nació el cambio, pero desde entonces se atisba que otro mundo es posible, que juntos podemos, que si no hoy, tal vez mañana, si no en Madrid, tal vez en Nueva York o en Irún, qué sé yo. Habrá un día en que los soñadores hagamos tanto ruido que los dirigentes, que el sistema zombie que nos ampara no pueda seguir negándolo.
     Un año. Ha pasado un año del vello de punta, de las propuestas de cambio, de manifestaciones y acciones. El sábado vuelve a brillar el Sol, y no estaré en Granada, pero ahí estarán mis antiguos alumnos, soñadores dispuestos a correr delante de la policía, a gritar a fuerza de romperse la garganta, y mis amigos, mis compañeros de facultad, de ciudad, de tapas, y volverá el estruendo y entonces añoraré estar ahí, pero estaré en Madrid, motor que mueve el mundo, símbolo de este movimiento, y el mundo no podrá volver a obviarlo, porque desde Sol gritaré, me manifestaré, correré, recibiré palos, lloraré si hace falta. Lo que es absurdo es permitir abusos, que nos tapen la boca con cinta americana, y es que no hay suficiente cinta americana en el mundo para tantas bocas.
     Proyectarán nuestras caras en Times Square y en Tokyo, nuestras voces se perderán a través del universo, de las estrellas, los planetas, el Tiempo. Puede que esas voces que griten este fin de semana regresen a nosotros dentro de unos años y, desde un mundo distinto, podamos ser testigos mudos de ese cambio. Claro que, para que suceda, tenemos que hacer que suceda. Este sábado, insisto, iré a Sol. Me uniré con miles de voces, con miles de cuerpos, arrastraré a amigos, permaneceré si pretenden echarnos. Espero que tú, amable desconocido, salgas a la calle donde quiera que estés, cojas una pancarta, una camiseta amarilla, unas ganas de luchar, de ser inconformista, de exigir cambio. Espero que tú, como yo, como tantos, salgas a la calle sin miedo. Juntos somos legión, no lo olvides nunca, y no hay armas en el mundo para doblegar tantos cuerpos.
     Doce eme es el nuevo quince eme. No hay excusas, sábado sabadete, la calle vacía, la escoria en sus despachos, la juventud hastiada, en paro, juventud sin apoyo, juventud sin futuro, lucha necesaria, grito infinito, uñas y dientes, calma o tempestad. Empecemos tranquilos, liémosla si nos lo ponen crudo. Que este quince eme, este doce eme, esta primavera infame sea el principio de la solución, el fin de esta mentira, la cruz de su Cristo. Que se acuerden de nosotros, por tenernos olvidados.


14 de marzo de 2012

Saudade













que no os engañen, los pasteles más ricos del mundo están en Lisboa
Atardece en el Mirador de Graça.
     Hay una chica con gafas de pasta, habla en inglés con una pareja. Dice que su compañera de piso también es americana, se dan el número de teléfono. Bebe una Cocacola light y escribe en su Moleskine. Me dijo una amiga que fuera a Graça, que ahí es donde se reúnen los gafapasta de Lisboa a pasar el rato; me dijo que me pidiera algo, y observara. Me pedí algo (un Sprite, ¿te da igual Seven Up?) y observé. La luz naranja, la cara más desconocida del castillo de San Jorge, las últimas horas del día en el Alfama. Por un momento, era como estar en Granada, en el Mirador de San Nicolás, la Alhambra de fondo, nosotros tan naranjas, la ciudad tan abajo, todo tan igual. Porque el Alfama es como coger el Albaycín y Lavapiés y pasarlos por la batidora y dejar hacer a fuego lento. Porque el Alfama es el barrio que toda ciudad debería tener. Yo también escribo. Escribo poemas de desamor (¿de qué si no? ¿de quién si no?) y leo. Leo "Fabulosas narraciones por historias" de Antonio Orejudo. Es extraño leer un libro que transcurre en el lugar donde vives: el comedor donde comes, el salón donde asistes a conferencias, las habitaciones donde exprimes la experiencia. Es más extraño leerlo en Lisboa con la última luz naranja-rojiza. En Lisboa descubrí que mi voz es rojiza. Yo quería que mi voz fuera amarilla, pero no podemos escoger el color de nuestras voces. Sólo las personas especiales pueden ver el color de las voces. (Re)descubres una persona así en Lisboa, y todo adquiere color.
     Cada ciudad tiene una música, y Lisboa tiene la suya, pero no es el fado. Eso sería lo fácil. Para mí, Lisboa sonará a David Fonseca, alias el portugués, y a Nina Simone y a Ellos. A muchas más canciones que saltaban de manera aleatoria, pero ver el río con el Fonseca y su Kiss me, oh, Kiss me, y Nina Simone haciendo discursitos sobre lo mal que está el racismo, y, y, y. Lisboa en las puertas. Los lisboetas son buenos. Eso me quedo. Todos se prestan a ayudarte. Son amables, te entienden aunque sólo sepas decir obrigado en portugués.
     Y las cuestas, las escaleras sin fin, las laderas que suben y bajan, porque en Lisboa no hay líneas rectas entre dos puntos. Sí hay puntos sin parangón, sobre todo los miradouros, pero también calles perdidas con graffitis y frases y stencils, esos pequeños detalles que le dan vida a las ciudades. Yo, que tengo una enfermedad a la que no se le ha dado nombre aún, la obsesión con mirar las paredes, encuentro de repente todos los síntomas. Otros puntos son los obligatorios, la iglesia más bonita del mundo, con el cielo abierto al Cielo, la Historia condensada en un café, la falsa orilla del falso mar, el atardecer que sube como la marea inexistente.
     Porque Lisboa tiene cadencia y decadencia, no hay más que salir de noche por el Barrio alto, no hay más que ir a su rastro de la ladrona, no hay más que dejarse embobar por los ritmos de fado, por el olor a sardinas asadas, por su ingente festín de sabores. Hay en Granada un bar donde la cocinera es portuguesa. Es, con toda probabilidad, uno de los mejores de la ciudad: bacalao de mil maneras, salsas múltiples para el pollo y, cómo no, la indiscutible presencia del picante. La brasa, la salsa, el arroz. Comida que sabe a mamá. Una ciudad que me sabe a Granada, y eso, estarás conmigo, eso es MUCHO decir. Debo volver.
     Y volveremos juntos, y seremos más y seremos más grandes.

21 de enero de 2012

Un año después


Cinco años. Hoy se cierra un ciclo. Un lustro, que se dice pronto. Viajemos atrás en el tiempo. Enero de 2008. No, un año más, enero de 2007. Segundo de carrera. Primero del miedo. Ahí empezó todo. El principio de incertidumbre, los premios literarios, las capas que se desprenden. Me despertó un teléfono y una voz que, con el paso del tiempo, se convertiría en una de las más cálidas. Había ganado un premio, me publicarían un libro.


Un año después, Swansea, el famoso sofá a rayas, los mejores amigos, el mejor tiempo, no había premios, sólo había eso, amigos y un sofá a rayas marrones y blancas. María, David, Iñaki, Sheila, Claudia, pollos asados, lluvia de enero, febrero, lluvia de Swansea.
2009, Granada. Todo eran penas, se había acabado la salud. Adiós, libertad. Au revoir,  les enfants. Los sueños caían como castillos de naipes. Me dolía respirar, yo no quería aquello. Comenzaron los problemas, el desamor, la enemistad, crecer sin instrucciones.
2010 fue un gran año. Fue el año de la traición, de Wendy que me enseñaba a besar, de los niños que llamaban a la ventana en mitad de la noche. Me desencajé el pecho. Fui casi feliz.
El año pasado no era todo tan intenso ni tan solemne como antes. Éramos humanos, éramos gigantes. Aprendía la verdad en las aceras, me sobraba la poesía, me faltaban límites, me sobraban alas. Era más feliz.



Hoy Madrid no me traiciona. Despierto solo. No tengo el premio que prometían entonces, sino un premiecillo que, sin ser mucho, lo es todo. Hace un año compré libros nuevos que aún no he leído, y hace un año venía de ir a un concierto, y ahora tengo cien en la cartera, y hace un año era feliz, y no era cierto. Buscaba la felicidad en otras partes, en otro mundo. Y costaba imaginar mejor futuro, pero aquí estoy, mejor que nunca. Los dedos son violentos dardos, los cuadernos son almohadas, el futuro es un ladrillo.
Supongo que en un año, todo lo mismo. Mismo lugar, misma falacia, amor tan puro. Habré cambiado el mundo poco más, un poco menos. Dará igual, seré tan letras. Y Damián y Cali ahí, tan duros, y nuevos nombres, y nuevos mundos, tal vez el cuerpo de madera en mi colchón, tal vez mi mundo. Y siento estar tan nube hoy esta noche, y siento que no siento las falanges. Jugaremos a escribir nuestro futuro.




Entonces te traería aquí, junto a mi almohada, y no importaría más si es día o si es noche, si el amor se escribe en plata

10 de enero de 2012

pactoandaluzporellibro

in memoriam

Me encanta el gazpacho y tocar la guitarra. Cuando salgo a la calle, se me escapan piropos a todas las niñas guapas. Me gusta cantar y bailar, sobre todo si es flamenquito bueno. Soy un vago redomado, pero soy gracioso. Eso me salva. Estoy deseando trabajar para tener derecho al paro. Mi siesta no me la quita nadie, lo juro por la Blanca Paloma. Olé tú, soy andaluz, he nacido así.
     Me gusta el gazpacho, sí, y toco un poco la trompeta. Cuando salgo a la calle, voy con el mp3 a mil mirando el suelo. No me entero. No SÉ bailar, odio bailar. No sé cantar, aunque lo intento. Odio el flamenquito güeno, pero idolatro a Morente. No tengo ni puta gracia. Estoy deseando trabajar, pero no hay trabajo; mientras tanto, trabajo en algo que se me da bien. No me importa el paro, tengo una carrera y un Máster. Eso, y dos libros publicados. Nunca hecho la siesta, me es imposible dormir de día, no me gustan ni los santos, ni las vírgenes ni las procesiones. Soy andaluz, he tenido la suerte de nacer así.
     Veamos, los andaluces tenemos muchas veces que luchar con el tópico del primer párrafo (y es sólo un esbozo). Luego, cuando determinamos qué similitudes reales existen con nosotros, dejamos a la gente con el culo torcío. Con mucho esfuerzo, las instituciones andaluzas han logrado tirar abajo muchos de esos tópicos. Al menos no parecemos uno de esos países del tercer mundo que querían hacer vender. No somos Catalunya o Euskadi, pero es que no lo necesitamos. ¿Somos más felices? No sé yo; diría que sí, que la actitud es más relajada, que nos conformamos con menos. Menos es más, dicen. Hablaba de cómo hemos estado años tratando de tirar abajo prejuicios, si bien la televisión autonómica no ayuda precisamente (los niños graciosos de Juan y Medio, las señoras graciosas que buscan pareja en Juan y Medio, Se llama Copla...). Esa programación costumbrista hace mucho daño a Andalucía.
     No obstante, aquí hay de todo: ingenieros, filósofos actores, cirujanos, investigadores, lingüistas, deportistas de élite, boxeadores, grafiteros, músicos, físicos, escritores. Escritores. Hay escritores que escriben ciencia-ficción, los hay que escriben terror, los hay que escriben literatura erótica, bélica, drama, comedia... Escritores que derriban tópicos.
     Últimamente hay muchas cosas que me tocan los cojones, y eso que estoy bien y todo me va de puta madre. Me toca los cojones, por ejemplo, vivir en un país, y esto lo dije hace ya unos meses, antes de las elecciones, donde las necesidades básicas, el bienestar social y el desarrollo no se tienen en cuenta. Prima la economía, eso es todo. Prohiben fumar en locales públicos, pero no el tabaco: esa droga deja mucho, mucho dinero en las arcas públicas. Se mantiene el Ministerio de Defensa, pero se elude el de Ciencia. Se desprestigia la cultura, se doblega todo a la economía. Los bancos crecen, las personas menguan.
Soy escritor gracias a mucha gente, pero si tuviera que dar las gracias  a alguien concreto, sería a una institución. El Pacto Andaluz por el Libro lleva sobre diez años con su labor. ¿En qué consiste su labor? En fomentar la lectura y la escritura y traducción, en cuidar de un legado cultural sobre todo entre los más jóvenes. Han llevado a cabo campañas de concienciación y divulgación como la de las personas-libro, han sacado adelante empresas imposibles en colaboración con la Red de Bibliotecas de Andalucía... También crearon el Bosque de los Libros o la revista "Cuadernos Aandaluces de Traducción", pero sin duda el programa más ambicioso que han desarrollado es su enorme trabajo con los escritores noveles de toda Andalucía. Comenzó con un Certamen Literario para menores hasta 18-20 años en las categorías de cuento, poesía y novela corta. Tras la segunda edición y el éxito de la propuesta, batallaron por el proyecto más valioso y difícil: la Escuela de Verano para escritores noveles. Allí, se reunió a alrededor de treinta o cuarenta participantes en el certamen durante una semana para recibir clases por parte de narradores y poetas consagrados, a saber: Marina Mayoral, Aurora Luque, Juan Cobos Wilkins, Clara Sánchez, Lorenzo Silva, Mario Cuenca, Fernando Iwasaki... Los participantes, todos jóvenes, a veces extremadamente jóvenes, 11, 12 años, formaron un núcleo de talento y proyección cultural sin parangón. De la nada había nacido una telaraña literaria con miles de hebras. Luego, un Foro de Escritores Noveles con encuentros y talleres de escritores como Espido Freire, Mauricio Wiesenthal. Al final, una cantera inagotable de escritores en ciernes de las ocho provincias con las herramientas y el apoyo para crear algo grande. 
     Yo me beneficié de todo ello. De los consejos de los escritores, de sus técnicas, de los compañeros. El Pacto Andaluz por el Libro parecía una apuesta firme por el futuro. Me consta, sin embargo, que en los últimos años ya empezaron los recortes, cada vez más acentuados, cada vez más letales. En cualquier caso, las cabezas pensantes del proyecto mantuvieron por todos los medios el programa de noveles como auténtica apuesta para la difusión de una idiosincrasia literaria en Andalucía. Los noveles comenzaron a prodigarse en distintos ámbitos, a obtener premios literarios en toda España, a publicar artículos y textos literarios en medios de comunicación, a invadir la música, el cine, el teatro. El virus no hacía más que crear. Se constituyeron en colectivo cultural, "Mononcle", y sacaron adelante su propia revista cultural, "La cuerva".
     Dejen que me ponga emotivo, pero no entiendo cómo se puede borrar el trabajo de tantas personas de un día para otro. El Pacto Andaluz por el Libro no existe más. Ha cerrado, ha fallecido, fenecido, muerto. No es. Está, pero no es. Hace dos días fui a mirar la web y ya no existe. Tan fácil. Son diez años de historia, digamos que yo tenía 13 o 14 cuando nació, pero se recorta esto. Porque la cultura no vale la pena, porque la literatura no salva vidas. Porque los libros no generan dinero. La estrategia a seguir ha sido sospechosa. Para no hacer algo tan aparatoso como cerrarlo sin más, ha sido una institución más grande, ya en su día involucrada en cierta polémica, la que la absorbe: Centro Andaluz de las Letras. Desde el CAL aseguran que se trata de una fusión, no una absorción. Yo sólo sé que PAPEL ahora es pavesas. Porque muchos, si no todos los proyectos más importantes del Pacto, están siendo eliminados. Pero no saben que lo que está escrito no se puede borrar, que la tinta nos envenena, que el Pacto sigue vivo a cada paso que damos. Llegará un día en que en España y en Andalucía comprendamos que una cultura fuerte genera una identidad fuerte más allá de clichés casposos. Puede que los socialistas que recortan impunemente algún día miren por el bien del pueblo y no sólo por la imagen predeterminada por una historia injusta. Sólo me queda decir algo: molletes, escribid mucho, escribid con más ganas de las que hayáis escrito jamás.

31 de diciembre de 2011

2011: una coda

Ya estoy hasta los cojones de que todo el mundo diga que 2011 ha sido un mal año. Ha sido un año maravilloso, el año en que pasaron tantas cosas.
     Si algo tengo que reprocharle es que ha sido el año en que no he viajado, no he montado en avión, sólo tren arriba, autobús abajo Madrid-Granada-Bélmez, pero quiero ir a Alemania, a Inglaterra, a Italia, al este de Europa. Pero Madrid no está mal, la verdad, la vida en Madrid es como viajar un poquito cada día.
     Ha sido el año en el que el mundo, en cualquier caso, ha estado más unido que nunca gracias a las revoluciones sociales y al empeño de millones de soñadores en todo el planeta. Que si Islandia, todos saben de golpe de Islandia, ese lugar utópico, la Primavera Árabe, nuestro 15M, maravilloso 15M, las acampadas en toda España, en todo el mundo, Londres tan fuego, NY tan concienciada, Grecia, Italia, Egipto, el mundo que grita libertad y justicia. Qué divertido ha sido callarles la boca a los peces gordos, los interesados, los hijos de puta que pretenden dictar el ritmo del mundo, que pretenden escribir mi vida. Y les digo algo bien alto: soy el mejor escritor del mundo y me basto para escribir todo el año y los amores y los parabienes que me deba la vida. Por eso salí a la calle con la mejor gente el 15 de mayo y recorrí Granada y abucheé al paso de procesión, y días más tarde estuve en la acampada, y pasé ahí días y noches, y qué Twitter. ¿Y no ha servido de nada? ¿Que no ha servido de nada? ¿A qué, pues, las rabietas de los poderosos?
     Este año he aprendido mucho en cuanto al amor y en cuanto a la libertad. Tengo la vida más clara y todo más claro, la verdad.  Soy más feliz que nunca. Tengo otro título universitario y ninguna responsabilidad, soy más dado a cometer impulsos, a acometer lo que me dice el pecho. Por eso será tan grande 2012.
     Igual me dejo barba, igual dejo para siempre la poesía, igual leo treinta o cuarenta libros, y bebo en la calle y fumo porros, y veo películas, decenas y decenas de películas, y conozco gente en la calle y en viajes, porque se acerca el año de viajar. Y podrá sonar todo utópico i idóneo, pero ésta es la vida que yo quiero escribir junto a las vidas de Damián y Cali, la pequeña Cali siempre.
     Y aunque no haya viajado, aunque apenas haya aprendido a cocinar, estoy convencido de que me he llevado más cosas buenas que malas del año que se escapa, cosas con nombre y apellidos, cosas que ocupan espacio y hacen ruido, y ya se viene enero y se viene con garra, con planes y planes de felicidad suprema y cero complejos.
¡Feliz 2012! Nunca fuimos tan grandes.

23 de diciembre de 2011

2011 (I)

2011. Joder. Y este año ya se acaba el mundo.
     Supongo que, de un tiempo a esta parte, cada vez se hace más fácil aprender, o tal vez no fácil, pero sí más necesario avanzar. Se puede decir que este año he logrado varias cosas: convertirme en profesor y, por qué no decirlo, en escritor. Ambas cosas me han costado. Ha sido sin duda un año de transición a la vida que me espera de ahora en adelante, y puedo alegrarme de decir que soy yo quien escribe esta vida. Que yo tomo mis decisiones.
     Voy a hacer un breve resumen del año con los acontecimientos más importantes, esto es, los que más recuerdo o más me han marcado. Esta vez no dejaré todo para Nochevieja, prefiero derramar el 2011 por entregas, y supongo que lo primero es lo primero: la vida.
     Enero comenzó con la visita de Eleanor a Granada: tapas, paseos, visitas, excursión a la Alpujarra... días brillantes, de azul eléctrico y amarillo para comenzar el año desde lo alto.
     Le siguieron días grises de hastío arrastrados por las clases en el Máster de Profesorado, con toda probabilidad las clases que menos me han motivado en mi vida académica, lo cual es bastante paradójico, dado que el contenido de las materias se centraba en cómo hacer llegar el material a los alumnos de forma entusiasta, esto es, en motivarlos. No obstante, el Máster trajo consigo personas grandes que me hicieron la vida más fácil. Pienso en Ana o David, por ejemplo. Y es que los amigos han sido quienes me han salvado los días negros, quienes han sabido hacerme redescubrir Granada sin prejuicios, amigos erasmus, amigos internacionales que me han llevado de fiesta día sí y día también por el Albaycín, los bares de tapas de la Plaza de Toros, las pintas en el Hannigan's o a las jam sessions de la Booga: Katie, Ulie, Joni, Clark, Lorenzo, Pauline... amigos con quienes redescubrir el mundo y ser feliz sin pensar en nada más. Amigos a quienes echo de menos.
     Claro que, acabadas las penosas clases del Máster, comenzó la etapa práctica, o lo que es lo mismo, el trabajo en el instituto. Estuve seis semanas entre abril y junio en el IES Generalife de Granada, uno de los mejores institutos de Andalucía, con Nuria, mi tutora, y Mª Carmen, mi compañera de prácticas. Fue divertido ponerles canciones de Amy Winehouse para enseñarles el estilo directo e indirecto, o introducir levemente la literatura en las vidas de estos chicos. Y lo más maravilloso, volver a Granada meses más tarde y cruzarme con algunos de ellos y que me reconozcan y me digan qué tal, cuánto tiempo, me alegro de verte. Supongo que esto tiene parte de vocación, o la vocación nace con ellos.
     En medio estuvo la REVOLUCIÓN, el grito, el hasta aquí hemos llegado. En medio estuvo ese bendito 15 de mayo en el que miles y miles de personas salimos a las calles a reclamar una democracia real, el fin del régimen capitalista, la supremacía de la banca sobre los derechos humanos. Salimos a la calle a dar un toque de atención mientras las revueltas inundaban la primavera árabe y toda Europa (Italia, Reino Unido...) y Estados Unidos seguían nuestro ejemplo. El mundo entero pidiendo más vida, justicia, pensamiento social, tolerancia, respeto, amor por el ser humano. Fue precioso, fue emocionante, fue intenso. Fuimos grandes, y ni todos los gritos de los medios de comunicación fueron capaces de acallar esa denuncia anónima de miles y miles de sujetos, porque las masas no tienen nombre ni rostro, sólo fuerza. Cierto es que ese empuje inicial se fue perdiendo, que ciertos sectores del movimiento pudieron ser algo extremistas, pero el descontento social quedó patente a lo largo y ancho de todo el globo. Así, todos juntos escribíamos la Historia, y eso es algo que nadie puede borrar. Y todos los hombres y mujeres aprendimos de política y sociología como nunca lo habíamos hecho.
Hablaba de los medios. He estado, gracias a los medios, en la lucha encarnizada con crónicas de conciertos, de actividades culturales, de manifestaciones, festivales de cine... en Cinempatía y Gazeta20. Ahí denuncié la manipulación de los medios y de los poderosos y traté de hacer el mundo un poco más humano. Además, me impliqué de nuevo en el nacimiento de nuestra querida revista cultural La Cuerva junto a Silvia, mi cómplice y amiga, y otros pequeños cuervos que han querido volar a nuestro lado.

     Llegó el verano y las despedidas, el adiós definitivo a Granada, la incertidumbre de septiembre. El verano vino lleno de sorpresas, el trabajo en la escuela de verano, donde puse nombre a los chavales de mi pueblo y demostré tener una paciencia a prueba de bombas, así como un sentido del ridículo nulo. Fue genial estar con ellos esas semanas de piscina, juegos de agua y actividades en grupo. Entre el instituto, la escuela de verano, las clases particulares (Ana en Granada, Ana y Anabel en Bélmez, Pablo en Madrid) y los encuentros literarios en Arjonilla y Andújar probé ser apto para esto del trato con adolescentes (y no tan adolescentes). El verano siguió con mi cumpleaños el 9 de agosto, cuando vinieron mis amigos a darme una fiesta sorpresa a Bélmez, a mi casa. Me acababan de confirmar que tenía futuro: había sido admitido en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Quiero decir, tenía una de esas becas tan exclusivas para dedicarme a un proyecto literario sin más preocupaciones. La vida dio un vuelco: todo era color.
     La única parte negativa del verano la volvió a poner, cómo no, el Máster de Profesorado: la tesina sobre "Literatura y adolescencia", así como una asignatura que se me resistía, me quitaron tiempo de ser feliz todo el tiempo. Pero vamos, lo académico no tenía nada que hacer frente a la fiebre literaria, y así fue.
     Llegó Madrid. La Residencia. Los residentes. Lavapiés. Malasaña. Chueca. La Latina. La locura. Aprender a hacer amigos, a convivir de nuevo, a intentar hacer feliz a todo el mundo. Escribir y leer, leer y escribir, ser productivo, sacar proyectos adelante, creer que un mundo de letras es posible. Hacer planes con todos y escribir cartas a mano, recibir cartas a mano, decorar la habitación, hacer la colada, ver películas, series, escribir relatos, novelas, descuidar la poesía... Avanzar en todos los sentidos, ser más Jose que nunca. SER FELIZ. Conocer gente maravillosa: profesionales del cine, investigadores, creadores. Vivir en un lugar estupendo y saber aprovechar el jugo.
     Y así desde entonces, música a todas horas, libros que avanzan, Queridos niños, la resurrección de El Desencantador, mi vuelta a El Cuentacuentos... Defender la tesina, volver a Granada con los amigos y echarlo todo tanto de menos. Venir a casa y sentirse en casa. Echar la vista atrás y medir el año que se va...

18 de octubre de 2011

Swansea Song




Una de mis metas en la vida es volver a Swansea a vivir, a pasar algunos días del resto de mi vida en ese lugar feo y gris que llenó de luz mis veinte años.
Todos los septiembres solía inundarme una nostalgia inmunda de lo vivido, de lo no vivido, de lo que estaba a punto de pasar. Este año no ha sido así: la aventura de Madrid y otras preocupaciones me han mantenido al margen del dolor de recordar. En muchos sentidos, fue ése un viaje suicida del todo o la nada: llegar a una tierra de leyendas sin amigos, con algún conocido, y dejarme convencer por su playa inmensa y (sí) fea; por su biblioteca llena de recursos y posibilidades para nuestras noches infinitas que se prolongan al ahora, al presente donde creo seguir ahí y no tener obligaciones. 
Y mucho ha llovido desde entonces. De los muchos y grandes amigos que hicen quedan bastantes, cada vez más grandes y más amigos. Ha habido bajas importantes, cierto, pero me consuela hablar con Sheila o con Iñaki o con María y ver que ni una brizna ha cambiado lo que pasó ahí en ese medio año eterno. Fue como si algo se hubiera esculpido en mármol dentro, muy dentro, y por ello sea imposible dejar de sentir la ciudad y su gente y su frío estupendo, la comida basura, las fiestas erasmus, los exámenes que eran bromas, los viajes... Somos una consecuencia de Swansea, lugar de nacimiento de uno de los poetas más universales, Dylan Thomas.
Pero volvamos a la gente y a la dulce rutina. Conocí gente que se convirtió en imprescindible, no es un secreto que me enamoré, sí, me enamoré, gente con la que no he vuelto a tener contacto, gente a la que apenas conocía y que después se han convertido en puntos de referencia en mi vida, gente que no venía con manual de instrucciones y a la que conseguí descifrar poco a poco, gente prístina que resultó ocultar una infinidad de recovecos.... todo esto en noches de cine independiente y europeo, en noches de maratones televisivas y de alcohol, tamagotchis que se convierten en motivo de alegría, pizzas y cantidades inmundas e ingentes de nocilla y pasta, noches que no acababan aun cuando la luz ya anunciaba el nuevo día.
La despreocupación, la amistad, los secretos que nos hacían más y más fuertes. Éramos poderosos hace cuatro años, a pesar de la inocencia y de la ignorancia del mundo que se nos venía encima. Éramos Swansea, y eso nos bastaba.

13 de octubre de 2011

Mollina

Si a alguien le dijera Mollina, no sabría de qué le estoy hablando. Es una palabra entrañable porque parece que acabe en diminutivo. Así, sería fácil imaginada pronunciada por alguien de Cáceres o Badajoz. Molla pequeña. Un bollito de pan. Como digo, entrañable. No iría desencaminado, pues de ahí vienen los molletes, famosos bollos de pan blanco, redondos y aplanados, ideales para hacer tostadas.
Hasta el año 2006 yo no sabía de Mollina tampoco. Me llegó una carta en la que me invitaban a una escuela de escritores noveles durante una semana en un complejo situado en Mollina. Mollina: ¿Mollina? Málaga, a un paseo de Antequera. Desde entonces, Mollina y literatura siempre han ido unidas, y en mí serán por los restos conceptos indisolubles.
Esa semana de julio pasaron muchas cosas. Conocí mucha gente en Mollina, gente importante que acabarían de convertirse en imprescindibles en mi vida, amigos que eran amigos porque compartíamos el amor al arte. Amor al arte, sí. Pasión por la vida, ganas de escribir, de beber, de ver películas, de hablar y hablar hasta caer dormidos en el césped, ganas de cantar con o sin guitarra, de asustarnos, de confesarnos, de apoyarnos, enamorarnos y hundirnos, no en ese orden. En Mollina, con  su centro preparado para la juventud, parecía nacer la magia. Las mejores historias no nacieron en nuestros cuadernos, y eso es mucho decir de un puñado de proyectos de escritor.
Fuimos tan felices...
Todas las noches nos colábamos con un grupo de guiris a ver clásicos de cine español que no habíamos visto, y así teníamos excusa para hacer algo juntos y después reunirnos a oscuras en el césped, frente a la piscina con sus farolas, en los bancos de piedra, donde nos contábamos todo: lo escrito, lo pensado, lo vivido, lo no vivido, lo que habría de nacer. Hablamos mucho esa semana, lo recuerdo así: palabras inocentes y vínculos inquebrantables.
Hubo su polémica, como no podía ser de otro modo. Éramos jóvenes, a lo sumo dieciocho años, y no entendíamos nada de la vida. Para nosotros, lo importante estaba en los libros. Las páginas podrían dar respuesta a los interrogantes más injustos y oscuros, la tinta subyacía bajo la herida. Nunca los corazones latieron tan puros.
Nos separamos con dolor irredento, con la certeza de que la magia moría tan efímera como había llegado, de que no sabríamos de los demás. Hubieron lágrimas y despedidas, y promesas. Cientos  de promesas. Ahora me pregunto qué fue de la mitad de aquellas promesas, en qué cementerio se estarán mustiando ahora.
Volvimos pasado un año. No estábamos todos los que éramos, pero éramos todos los que estábamos. Fue un reencuentro glorioso. Los viejos amigos, las amistades epistolares, las promesas que cobraban vida de nuevo. Y los nuevos. Nuevos genios, nuevas historias por descubrir, magia que estallaba más que nunca, y nuevos monitores, y excursiones y conciertos. Pequeños botellones, más y más historias, noches en vela (éramos jóvenes y decididamente irresponsables). Era un año, y todo sabía mejor que nunca. Como si acaso importaran las negras sombras que acechaban nuestro mundo ahí fuera (trabajo, edad, estudios, desamor, locura, enfermedad); éramos ajenos a tanto y a la vez tan ciertos... Fue probablemente nuestro mejor año de canciones en la piscina a la voz de la guitarra, el sexo que se abría paso en nuestras vidas. Escribíamos en la piel de los demás, no ya en papel, no ya en paredes: en espaldas, corazones e hígados. Nos hacíamos mayores, y tantos versos por explotar, y tanto dolor por vernos alzar el vuelo.
No fue hasta el tercer año que la palabra Mollina me hizo llorar. Me hizo llorar a mil seiscientos veintinueve kilómetros, pero sólo podía llorar medio cuerpo. A pesar de todo, de la rehabilitación, de la dignidad huida, de la gente a la que no abrazaría en tiempo, a pesar de que me inclinaba más por dejarme llevar por la muerte que por la vida, en Mollina seguía la magia. El frenesí. La música. El sexo. Los versos. Las confesiones. Las novedades. Nuevos brujos, nuevas magas, nuevas quimeras hechas de literatura pura. Me llegaron de Mollina varios libros y hojas y hojas y palabras y cosas que aún me hacen estremecer. Detalles que determinan por qué los lugares cambian a las personas.
Por eso decidí volver, no sé bien a qué, pero con ganas y pudor. Por primera vez asomaba el pudor los cuernos. Y fue maravilloso, la canción de autor, el grito revolucionario, los miedos de los libros. La carne que se hacía papel, el sueño de que las cosas comenzaban a situarse en el lugar adecuado. Y Fernando y María, y Silvio y Silvia, y el pequeño Franklin. Volvía la verdadera esencia de Mollina, la razón por la que estábamos ahí: amábamos la literatura por encima de todas las cosas, y estábamos dispuestos a matar con nuestra tinta.

9 de octubre de 2011

Granada siempre estuvo ahí


Recuerdo que, cuando me fui de Erasmus a Swansea, creé un álbum de fotos que se llamaba "Granada siempre estará ahí". Lo recuerdo con cierta nostalgia, para qué negarlo, las fotos de los primeros AMIGOS, de las noches que nunca se olvidarán, porque somos siete, porque somos mil, porque teníamos dieciocho y aprendíamos lecciones que nos han acompañado desde entonces. De aquellos días de inocencia y cruasanes poco queda, salvo fotos: hay cientos de fotos, miles de recuerdos, poesía cuando aún no éramos poetas, la constancia de que Granada había de cultivar buenas ramas.
Granada siempre estuvo ahí, incluso antes de los años de universitario, y siempre estará con su Alhambra, con sus tapas, con su Morente, con su eterno Federico. Yo ya amaba a Federico antes de ir a Granada. Luego trataba de respirar su aire, de caminar su casa, de observar los mismos atardeceres. Granada tendrá para mí varias etapas intercambiables.

LLEGADA. Primero de carrera, las primeras amistades, los primeros retos, cocinas enanas, sueños de gigante, los primeros conciertos, los vecinos locos, los kebabs más ricos, botellones en el frío, los suspensos, los cines.

TRANSICIÓN. Segundo de carrera, el piso más bonito, terraza a la Alhambra, división de grupo, videoclub, las parejas de, cumpleaños, sueños, viajes furtivos, cartas, la alegría más pura, Miriam, Julieta, Elena. Éramos el amor, y éramos felices.

INCERTIDUMBRE. Depresión, marihuana, vecinos italianos, gatos gordos, impertenencia, exámenes, miedo, vacío, caída, caída, caída, muerte.

ALGO HA CAMBIADO PARA SIEMPRE. Fueron dos años de cambios bruscos. Los cambios más duros, de hecho. Rehabilitación, Eleanor, clases, clases, médicos, heparina, sintrom, cumpleaños, deceso, recesión, Blanquita, miedo, normalidad.

REINVENCIÓN. Redescubrir Granada. Sus bares de tapas. Sus locales nocturnos. Erasmus borrachas, erasmus borrachos, felicidad, planes, futuro, gente a la que no olvido. Esto de volver a empezar no está tan mal. No, ni mucho menos.

2 de febrero de 2011

Escritores IV

Olvidé citar el otro día a otros escritores que me han influenciado aunque ellos no lo sepan. Son maestros o amigos que han entrado subrepticiamente en mi literatura y en mi visión del mundo sin darse cuenta. A los dos primeros los conocí en clase, antes siquiera de saber que eran escritores: Antonio Carvajal y Erika Martínez. Fueron mis profesores en varias asignaturas relacionadas con la literatura. Con Carvajal, un poeta inmenso de Granada tuve la ocasión de charlar en una tutoría suya de literatura. Ese señor, además de un poeta excepcional, es una fuente de sabiduría que empezó a escupir nombres y títulos y corrientes, y así sucedáneamente. Por su parte, Erika me dio clase de literatura hispanoamericana y me descubrió a muchísimas poetas de las que jamás había oído hablar, y a pesar de su juventud me dejó con el culo torcío al comprobar lo que sabía. Yo, callado, tomaba nota de nombres y títulos y corrientes, y a cambio le ofrecí una pequeña reflexión sobre Bolaño. Más tarde, cuando ya no me daban clase, pude leerlos. Erika Martínez había sido la flamante ganadora del Premio RNE de Poesía Joven, al que yo también concurría. Me alegré por ella, la verdad, porque su libro Color carne es una maravilla.
     En cuanto a los amigos, tengo que hablar de ellos. Escribí poesía por primera vez gracias a Aurora Luque, si bien algún poemilla había caído en su día. Empezamos con los haikus y otras pequeñas cosas, chupitos de poesía que nos hacían olvidar las metáforas, rima, métrica… llevado esto al extremo con la frescura de María Rosal unos años después. Pero tenía amigos que no escribían relatos, pero escribían mucha poesía. Antonio Cuartero, por ejemplo, al principio prácticamente sólo escribía poesía. Cristina Castro, Silvia Guerrero, Ana Castro y Cristian Alcaraz, por su parte, eran pura poesía. De leerlos y bebérmelos a tragos locos me hice un poco poeta. Mi poesía nació de ellos.
¿Qué sería de mi obra, si puedo hablar en estos términos, si todas estas personas no se hubieran cruzado en mi camino?
Ni Carvajal, ni Lorca, ni García Montero, Pizarnik, Bukowski, García Casado, David Leo, Jodra, Alberti, Machado…
Y ya, para acabar, una persona muy importante que también se cruzó en nuestro camino: Fran Tejero Sánchez. No habréis oído de él, no ha publicado nada aún, pero es uno de los escritores a los que más admiro tanto a nivel personal como profesional; y es que hace falta más gente que observe el mundo desde otro prisma, y él me abre los ojos cada vez que hablamos. Cuando publique, será un bombazo, estoy seguro. Mientras tanto, lo guardaré para mí y me congratularé por tenerlo.
       En resumidas cuentas, un escritor no es nada sin sus lecturas y colegas. Tratarán, no obstante, de colarte en cualquier Generación modernísima y encuadrarte en cualquier marco estilístico. Conmigo no lo han hecho porque no me han tomado muy en serio, creo, por eso de escribir sobre Peter Pan y otras cosas de niños, pero es que Cristian o Silvia o Fran y yo seremos todo lo amigos que queráis, pero nuestra literatura es bien distinta. Y eso, quién sabe, nos convierte en una comunidad. Quién sabe.
Hay que saber rodearse de los mejores.


29 de enero de 2011

Escritores I

He conocido en mi vida muchísimos escritores. Escritores importantes, aficionados a la escritura, escritores noveles, consagrados, cómicos, dramáticos, poetas, narradores.
A raíz de la publicación del libro, además, comencé a entrar en el círculo literario y a ver cómo todos se conocen, todos se leen, todos se critican y publicitan... Yo comencé en esto de la escritura en casa, en mi pueblo, en tardes eternas de aburrimiento en las que leía demasiado, sin criterio, sin parar, sin analizar. Más adelante descubrí el "maravilloso" mundo de los best-sellers: tenía 12, 14, 16 años, no me lo tengan demasiado en cuenta. En cualquier caso, fue también en ese periodo cuando empecé a escribir 'en serio', como lo llamo yo. Comencé por lo fácil: relatos y cuentos. Tenía una idea, generalmente el inicio y el desenlace de una historia; por lo demás, sólo tenía que ir atando cabos para crear el nudo o desarrollo. Era rápido y fácil. No obstante, un día comencé un relato para clase de Lengua sin final definido, así que tuve que continuar por la presión de amigos (mis primeros críticos, y los más benevolentes). Desgraciada o afortunadamente, ese cuento de misterio en el Bagdad de la Edad Media dio lugar a una mitología propia con conspiraciones, personajes reales que conocían a otros ficticios, tramas locas, situaciones inverosímiles y un trabajo de investigación cuanto menos, sonrojante. Pero la escribí, ocupó varios años de mi vida y le di un cierre definitivo. Fue mi primer paso importante en el mundo de la literatura. Para que os hagáis una idea, el protagonista se llamaba Brian Edward Hyde.
Luego, con el cambio de ciudad, de ocupación y la llegada de Internet desarrollé mi faceta de cuentacuentos o relator gracias a una iniciativa que permitía a quien quisiera escribir cientos de cuentos en su blog, El Cuentacuentos. Fue también este lugar mi primer contacto con escritores serios o que llevaban esto de escribir más allá del mero hobby. Aprendí a escribir en esta comunidad, a tener cierta disciplina, a probar distintos puntos de vista, recursos narrativos muy diferentes entre sí, personajes opuestos... Una escuela excelente. Escribí semana tras semana una novela corta titulada Si llueve.... Entonces llegó la revolución. Debido a mi flirteo con diversos certámenes literarios, me ofrecieron la oportunidad de asistir a una escuela de escritores noveles en verano. La escuela duraba una semana y teníamos profesoras escritoras de verdad: Marina Mayoral y Aurora Luque; una para narrativa, otra para poesía. Y éramos treinta noveles de entre catorce y diecinueve años, nos bebíamos la literatura, el cine, la música y la vida.
Éramos inocentes y creíamos en los libros.

27 de agosto de 2010

Hay que ver lo poco que nos gusta cumplir años

Ya 23.
No me gusta el número, pero eso está bien.
Me parece justo; me parece justo porque cuanto menos me gusta el número, mejor parecen ir los años. También me sucede con los años "naturales", aunque acierto más a menudo. 2010 me gustaba desde un principio, y de momento está colmando mis expectativas. Ya he dicho en más de una ocasión que no soy una persona muy de cumpleaños, ya que como el mío es en agosto solía coincidir con las vacaciones de todo el mundo y las celebraciones se convertían en algo eminentemente familiar (y, por ende, aburrido). No obstante, desde hace unos años esta tónica ha cambiado: parece que hay más gente a la que le importo o que las comunicaciones y las redes sociales nos dan una tregua en ese sentido y sirven para borrar nuestro ego. Nos felicitan más y más. Nos llaman, nos escriben mails, sms, mensajes, comentarios... todo. Yo tengo la suerte de recibir de vez en cuando alguna carta o postal, y por mi cumpleaños no ha sido menos. Este año mi cumpleaños no fue un gran día: el 9 de agosto fue lunes y yo estaba aislado en un pueblo a las afueras de Granada. Después de todo, había vuelto de Bristol un día antes y a punto estuve de quedarme a dormir en la estación de buses de Madrid. Todo pintaba muy feo en principio. Luego todo fue igual de mal, aunque al menos pude escapar de las garras de Madriz.


La cuestión es que no me importó demasiado no celebrar el cumpleaños por varios motivos: compramos tarta brownie de Carrefour (os la recomiendo muchísima: es barata y deliciosa) y ya lo había celebrado con gente importante. Lo esencial de las fiestas sorpresa es el factor sorpresa. En esta ocasión la fiesta fue cuatro o cinco días antes de mi cumpleaños real. Pero había globos, y tortilla de patatas, y tarta de chocolate, y amigos. Gente increíble que, tras conocerme por dos semanas o menos, decidieron hacerme esta fiesta sorpresa con tarjeta y regalo y esas cosas que se dicen. Es la segunda vez que me hacen una fiesta sorpresa: la última fue hace 2 años y me la celebraron en octubre, de modo que no me la esperaba para nada (con el conque del ictus no pude celebrarlo en agosto y mis amigos decidieron celebrarla entonces), así que fue otra situación estupenda.



La vida no ofrece grandes cambios, aunque aparentemente mucho haya cambiado en este tiempo. Probablemente seguirá sin gustarnos cumplir años, pero sabremos que las cosas cambian con el tiempo, seremos más conscientes de todo. No quería hacer este año otra reseña, otro recuento, otro vistazo al año que se va y que deja grandes cosas. Puede que el año que viene, sí...

21 de agosto de 2010

Sí, quiero

"Sí, quiero", dijo ella. "Quiero pasar a pertenecerte, dejar de lado mi voluntad. Quiero que tú y tu familia me anuléis, me uséis e impongáis vuestras creencias. Quiero dejar de ser la que he sido hasta ahora: que no me guste la música de siempre, que me digan los libros que puedo leer y qué películas ver en el cine. Quiero que me obligues a vestir como a ti te venga en gana, porque junto a ti soy dichosa, junto a ti todo es perfecto. Nuestro amor es único y por él daré mi vida. Sí, quiero, insisto, quiero convertirme en incubadora, en habitáculo de tu sexo y tu semen. Sí, quiero tener diez hijos y sonreír poco, porque sonreír está de más. Porque quien es feliz es injusto con los demás, porque quien es feliz no tiene en cuenta al pobre de espíritu. Sí, quiero saber que esta cruz pesa más que mi corazón, que tu alianza es una cadena de hierro macizo. Sí, quiero cortarles las alas a mis sueños y no viajar más ni conocer gente nueva ni querer a otro hombre que no seas tú. Porque eso es compromiso, eso es amor y es inevitable e inexplicable. Sí, quiero hacer de tus proyectos mis proyectos porque nunca sabré volar sola, ya te encargarás tú de que olvide cómo se hacía. Sí, quiero morir en vida y empezar hoy mismo. Sí, quiero que tus amigos sean mis amigos y que los míos desaparezcan. Sí, quiero. Sí, quiero. Sí, quiero".

20 de abril de 2010

Las cosas que hemos vivido en dos días


He presentado por primera vez mi primera novela. Entre amigos, creo que todo salió de un modo inmejorable.
He participado en una mesa redonda junto a escritores de la talla de Andrés Neuman, Mario Cuenca Sandoval, María Rosal, Pablo García Casado, Cristian Alcaraz y Elena Medel.
Le dicen a Andrés Neuman que ha ganado el Premio Nacional de la Crítica cinco minutos antes de la mesa redonda.
Me mantengo en mis trece.
Esquivo miradas como nadie, me hago el loco.
Beso. Me besan.
Me acuerdo, echo de menos.
Miento. Fumo. Bebo. Me olvido las pastillas.
Ruth me trae los pantalones llenos de poemas tras 9 meses de espera. Inmejorables.
Estreno las Converses amarillas.

¡Nos ponen paella! Me como un filete de aguja sin rechistar.
Le hacemos a Noe un Facebook y un Spotify: ya es persona.
Creamos listas para compartir música.
Asistimos al concierto de Ruzzz: Muse, Radiohead, Glen Hansard, Damien Rice, Amy Winehouse, Ray LaMontagne...
Conozco a editores importantes.
Me dicen que puedo aspirar a más premios.
Me preguntan si estoy escribiendo más cosas. Siempre.
Presentamos una revista cultural ideada por nosotros, redactada por nosotros, ilustrada por nosotros y maquetada por Marta. La cuerva es una realidad.
Me presentan a Jesús Vigorra. Se va a leer mi libro
:)
Tengo agujetas sábado y domingo. Tengo sueño.
Tengo de todo y me muero de sueño. En serio.