11 de octubre de 2012

origen

Juernes. Sólo me apetece escuchar a Nina Simone desde la casa. Hace menos de dos semanas que me mudé, y hasta ayer no empecé a sentirme en casa. Mi cuarto es pequeño, pero acogedor. La réflex cuelga de un clavo en la pared, frente a la cama luce el último título de becario del mes de la Resi. Encima de la mesa, cómo no, mi famosa taza amarilla, que a estas alturas, tras cinco años conmigo, ha pasado a transformarse en un rasgo indisoluble de mi persona.
No encuentro el trabajo que busco. No encuentro la vida que busco. No sé si el trabajo en la guardería es algo a lo que me acostumbraré, porque en demasiadas ocasiones siento que no estoy a la altura de las circunstancias. Que esto es una impresión personal o un hecho real es algo que sólo el tiempo ayudará a resolver. Por lo pronto, sólo puedo intentarlo cada vez con más ganas. No,no tengo hermanos pequeños y primitos ni mocosos cerca de los que aprender. Por eso el miedo. Además, soy demasiado melancólico, demasiado tímido para estallar entre los niños. Tal vez sólo precise tiempo.
Reinvento la vida en Madrid ahora que vivo en una zona totalmente nueva (es algo bueno que tiene la ciudad, que cada tantos meses te ofrece la oportunidad de resetearla), pero echo de menos lo bueno y malo conocido. Echo de menos Malasaña y Chueca y la Latina y Lavapiés.
Hoy salimos los compañeros de piso cerca de Tribunal, a ver por dónde me escapo. La vida vuelve a su lugar de origen.

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