25 de enero de 2013

Algo viejo


a) Mi falta de referentes me ha abierto un amplio abanico de posibilidades. El hecho de que jamás se me haya estimulado a nivel cultural ahora provee una cantidad ingente de música, cine, libros de los que jamás he oído hablar. Por tanto, todo lo clásico me es nuevo. Para mí, descubrir una canción de Aaron Neville ahora mismo es como si fuera un adolescente en la Nueva Orleans de los años sesenta con la opción de descubrir el nuevo disco de mi cantante favorito. No hemos sido tampoco en mi casa muy dados a la euforia que despierta la nostalgia en algunas personas, esa necesidad de recordar constantemente otro tiempo y otros sonidos, otros olores, otra luz. Para alguien extremadamente melancólico como yo, esto supone ahora un problema. No se puede echar de menos lo que no se conoce, lo que no se ha vivido.

b) Sin embargo, está el Stendhal. Sí, ya lo sabéis. Como decían en American beauty, eso de que en el mundo haya tanta belleza que pienses que tu cabeza va a estallar. Esto lo decía Ricky, el adolescente adolecido de melancolía, con su cámara siempre en mano, dispuesto a captar momentos de inusual belleza como aquel de la bolsa de plástico bailando entre las notas de Thomas Newman. De morir, en serio. Resulta que a Ricky lo interpretó Wes Bentley, un actor guapete que, gracias al aura misteriosa de dicho personaje, empezó a recibir ofertas de trabajo y a sonar como una futurible estrella de Hollywood. Sin embargo, la realidad fue muy distinta y el actor desapareció del mapa durante al menos una década. Sólo los fans irredentos de la película de Sam Mendes nos preguntábamos de vez en cuando qué habría sido del chaval. Hará un par de años o tres, el New York Times publicó un artículo sobre él con su testimonio, donde confesaba que la presión de la fama lo había llevado a caer en la droga. Como si toda la belleza del mundo cupiera en una jeringuilla donada por los servicios sociales.

c) Cada vez que descubro una de esas películas, que en la radio suena una de esas canciones que debería haber escuchado con diez u once años, mi pecho se detiene. Digo Alto. Espera, grábalo a fuego. Me enamoro. Me da el síndrome de Stendhal, la melancolía, las ganas de volver a una época que no conozco. Vivir en Woodstock o algo antes, con los beatniks y los hippies. Su música, el primer Antonioni, lo descorazonador de lo que está por conocer.

d) El Desencantador, esa novela en busca de editor, bebe profundamente de esta melancolía. El protagonista, un chaval de 14 años en nuestra era post todo, añora el cine en blanco y negro, el rock acústico, el viejo rock and roll, la ropa comprada o robada en rastros y tiendas de segunda mano. No es una novela que aspire a capturar la esencia del siglo XXI con su narración fragmentada, la inclusión de los nuevos medios, de la red de redes, de un lenguaje 2.0. No. No me interesa eso. No quería una novela donde los personajes se envían mensajes por whatsapp y cotillean sus facebooks, porque iría en contra de lo que yo pretendo. La novela transcurre en viejos cines de barrio, en calles estrechas y antiguas de una Barcelona de otro siglo, en un barrio granadino, el Albaycín, anclado en el Tiempo. Eso quería.

e) Sin embargo, sí hay algo que conozco. Deberían haberme llegado los ejemplares que me corresponden de mi primer libro de relatos, Nosotros, que poseemos la tierra. Debería estar revolcándome entre ellos, con sus historias de fantasmas y de otra época. Aquí no pretendía tanto lo de escudarme en tiempos pasados. Sencillamente, sucedió. Está el periodo de entreguerras, con la terrible Guerra Civil, están los republicanos y los nacionales, pero también aparecen Twitter y Sillicon Valley. Uno de estos días volveré a hablar del libro, del que a ratos estoy orgulloso y a ratos avergonzado. Digamos que, al menos, parte de algo que conozco, y es un ambiente rural de la Andalucía de interior como es Jaén. Que los latifundios de olivos, que la tierra de secano y los pequeños pueblos humildes son los protagonistas. Y salen las Caras.

  
f) Esto es lo primero que escribo en días, puede que en semanas. Hace más de una semana murió mi portátil, en concreto su disco duro. He perdido el contenido de mi ordenador, entre todo fotos y escritos inéditos. He perdido un trozo de mi vida, cierto, pero con suerte, lo recuperaré con creces. Necesitaba este vómito. Gracias.

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