14 de febrero de 2013

Nosotros, que poseemos la tierra: Despeñaperros


Jaén me desconcierta. Hay algo en su gente, en su situación, en sus leyendas, en su forma de laberinto interminable que no me acaba de cuadrar. Nunca se me ocurriría cruzarla a pie. Sus kilómetros de olivares dejan perdida a la gente y acaban en barrancos, en lo más alto de una sierra escarpada, en lugares donde no debería llegar el hombre. Como le sucedió a Alicia.
Que habíamos discutido, lo reconozco; que no era yo persona de compromisos fieles, también. Que fui yo quien sugirió que dejara nuestro piso en Madrid, desde luego. Y que yo fui la última persona en escuchar su voz, eso, eso está grabado por la misma Guardia Civil.
Por eso, y  no por otro motivo, decidí cruzar la provincia en su búsqueda. Cuando el autobús cruzaba Despeñaperros rogué al conductor que me dejara ahí, que era urgente. Él que de ninguna manera, que lo metía en un lío gordo. Bastó arrancar el martillito de emergencia para que se hiciera a un lado y frenara ante la vista furicunda de algunos curiosos.
-¡Estás como una puta cabra! -fueron sus últimas palabras, y arrancó.
Ahí estaba yo, junto a un cartel de "Provincia de Jaén", con mi mochila casi vacía y un martillito en la mano. Eché a andar, y pronto se hizo de noche.
Cuentan en todos los pueblos, pueden comprobarlo, en todos los de Mágina, alguna historia sobre una novia despechada. No sé si esto sucedió en realidad, pero ya me parece casualidad que en todos hablen de la joven vestida de novia que abandonó el pueblo el día de la boda. También cuentan que la encontraron a los pocos meses ahorcada en un olivo con su propio velo alrededor del cuello, y que después de muerta se sigue apareciendo a los caminantes que se atreven a aventurarse por el mar de olivos y tierra seca.
            Me dejaba llevar por las vegas, para, de perderme, estar cerca del agua. A veces veía a alguien a lo lejos; otras veces me decía que el calor me hacía delirar. Luego, a la noche, el frío me comía los huesos y el miedo me llenaba el pecho. Una mañana me despertaron los perros de un cazador. Me olisqueaban y miraban al dueño que venía a paso ligero:
            -Buenos días –fue su saludo. –Creía que los perros habían encontrado un zorro o algún bicho.
-Buenos días. Un poco bicho sí que soy.
-Una vez encontré un muerto.
-¿Y eso? ¿En el campo?
-Ahorcado. Era joven.
-¿Y­ quién era? ¿Era del pueblo?
-No, era de Albanchez. Era un muchacho que hacía cinco meses que se había escapado de su casa.
            -Menudo susto, ¿no?
            -Qué va, el pobre. Si sólo era un muchacho que había discutido con el padre y al final se ahorcó. Tenía barba larguísima, de loco, y las uñas como zarpas.
            La imagen me repugnó. Era tan gráfica la descripción del cazador que me volví a sentar en el suelo.
            -Por eso le digo que miedo aquí, ninguno. Sí es verdad que algunos forasteros de estos que vienen de Cataluña y de Madrid a pasar unos días en la casa rural dicen que ven a la Novia de Albanchez.
-¿La Novia de Albanchez?
-Un espíritu.
       -¿Y esto… esto es verdad?
-Como que me llamo Antonio.
-Háblame de ella.
-A ver, era una muchacha de Albanchez, hija de una familia humilde, la última por casar. Por lo visto era guapa y los mozos del pueblo se la rifaban. Se quedó embarazada de un amigo y el padre la echó de casa. Se tuvieron que casar, pero el día de la boda llegaron otros muchachos a la iglesia con escopetas y amenazas. Dispararon contra quien encontraron: primero el novio, mujeres, hombres, viejos, niños. La novia escapó por la sacristía y se fue del pueblo a la sierra. Unos dicen que se envenenó con bayas, otros que se ahorcó. Yo sólo sé que todos en el pueblo la hemos visto alguna vez.


2 comentarios:

  1. Me gusta como escribes, muy limpio, se lee con interés de un tirón.
    Felicidades rubio, has hecho que haga una de las cosas que más me gusta en tu cumpleaños: leer y además con el fondo de College and Electric Youth
    Besin

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  2. Ay, Yudy, muchas gracias, hermosa :)
    A mí me gusta que te guste!!
    Besitos :*

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