Lisboa: semana 4

Mi habitación, donde reina el caos

Esta semana no he conocido a nadie. De hecho, me he centrado mucho en trabajar, traducir y poco más. Al fin redecoré mi dormitorio, o más bien forré toda una pared con papel sobre el cual he comenzado un esquema MASIVO del librojuego. El plan es ponerme en serio para tenerlo en marzo-abril a más tardar, y que sea un producto decente. Por lo pronto, ya he tenido una idea que bien merece que escriba todo el libro (esto es, claro está, si sé utilizar bien dicho recurso).

En cualquier caso, llevo ya un mes en Lisboa. La perspectiva de varios meses aquí es de lo más motivadora, esta ciudad está llena de buenas vibraciones, nada que ver con Madrid (en especial cuando la dejé). Aunque esta semana he estado de lo más pillado con el trabajo, también me he procurado alguna distracción. Me encanta escaparme a Luis de Camoes, una placita que tengo cerca, a escuchar música o garabatear postales o ideas.
Cocino poco, la verdad, y como mal, pero me basta para sobrevivir. Además, la comida, como insisto desde el primer día, aquí es una solución. Me estoy aficionando más de la cuenta a los pasteis de nata, al final engordaré.
Ya estoy rotundamente convencido de que hay varios barrios de la ciudad de los que me enamoraré sin remedio, entre ellos la Alfama y Morería, ambos una especie de fusión entre el granaíno Albayzín y el madrileño Lavapiés.
Los amigos que hago me llevan a bares y sitios to chulos de la ciudad, pero apenas salgo por ahí con la cámara. La inspiración la invierto en estas páginas en blanco de los libro y la vida y los libros. Con todo, añado algunas fotos.
Antes de que se me olvide, esta semana encendieron las luces de Navidad y ahora Lisboa, que ya es bonita de por sí, tiene ese encanto entre cutre y entrañable de todo lo navideño. Además, el centro se halla totalmente petado de gente, en especial los fines de semana.
En el vídeo, los perrillos. Truman es el de arriba, negro y marrón:

Antes del atardecer