22 de enero de 2022

Un año después

 Por vez primera, llego tarde a mi cita.

Ha muerto Elza Soares. Despierto de fin de semana, tarde y lento, con la promesa de dos días llenos de actividades y planes, pobres en dinero. Ayer tuvimos cena en casa, perro incluido. Ahora pierdo la mañana con Truman a mi lado, metidos en la cama hasta pasadas las dos de la tarde.

Escribo estas líneas en otra casa, una aún en proceso de conquista, en cambio constante. Un año después, la vida es prácticamente igual, una prolongación de un mundo a medias. Un año después, prácticamente vivo autoconfinado.

Arrancó enero lleno de buenos propósitos, del miedo a los 35 a la vuelta de la esquina, pero propósitos más firmes que los del año pasado. Gracias al medio por empujarme al precipicio del cambio.

Tampoco estoy escribiendo mucho, no saco tiempo, no me organizo, el mal de siempre. Espero, no obstante, darle forma a los proyectos que tengo, buscarles una salida, mejorar la vida en la que me encuentro atrapado.

La idea era ir en un par de semanas a Londres, donde no voy desde justo antes de la pandemia. Ojalá poder volver un fin de semana largo, aunque quizás sea lo mejor tal y como voy de pasta. Estoy considerando varias ofertas de empleo para salir del atolladero. Creo que ha llegado el momento de dejar atrás la comodidad y arriesgar un poco, aunque sea atrevido tal y como están mis días.

No quiero hablar de planes firmes para este año más que cumplir 35 con dignidad, y esto queda absoluta y absurdamente entre mis manos.




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