En casa las sacrosantas vacaciones siempre han sido en agosto, en parte porque era cuando mi padre mandaba de vacaciones a todo el personal en la empresa, en parte porque era mi (nuestro) cumpleaños. Desde los sempiternos veranos en Salobreña a mis descansos más recientes, es agosto el mes elegido. No concibo trabajar el día de mi cumpleaños, de modo que el 9 de agosto suele ser la fecha en torno a la cual planifico el parón.
En concreto, desde que trabajo en mi empresa suelo pedirme dos semanas en agosto, una que aprovecho para irme al pueblo con la familia, y otra para disfrutar de días de playa, no hacer nada y poco más. Da la casualidad de que en 2023 las Jornadas Mundiales de la Juventud se celebran en Lisboa, con lo que esto supone para quienes vivimos allí, por lo que no me lo pensé dos veces al hacer coincidir mi semana en el pueblo con esos días, y dejarme la segunda semana para irme a la playa, al pequeño oasis de paz en que se ha convertido para mí (nosotros) Foz do Arelho.
Así, tras unos meses de estrés extremo y mucha presión en el trabajo, necesitaba parar. La idea era estar en el pueblo a la fresca, en la planta baja de mis padres en lo que era el local comercial en su día. Hacer nada, o casi nada. Sólo tenía un plan: deshacer y rehacer la manta en la que trabajo desde que descubrí el crochet hace unos meses.
Claro que la vida tiene sus propios caminos, y en mi caso esa manta que iba a hacer con todo el relax del mundo se ha acabado convirtiendo en muchas cosas, pequeñas deudas que debía ir saldando antes de la semana de (ahora sí) descanso playero en Foz do Arelho:
- Relectura del libro que he revisado en los últimos meses. Aunque ya di por finiquitada la revisión, me comprometí a una lectura final de todo el libro para buscar cosas que se hayan podido escapar y acabar de darle coherencia a la corrección.
- Carta de recomendación de mi amigo Carlos, que está buscando trabajo y ha contado conmigo para dar feedback, No me debería llevar mucho tiempo, pero tengo que dedicarle una tarde o una mañana.
-Reescribir el proyecto de libro infantil en el que llevamos trabajando una década mi amiga Cristina y yo. Lo he dejado a propósito para esta semana porque cuando estoy en plena vorágine de trabajo siempre me resulta imposible dedicarle el tiempo que merece, y además necesito un pequeño proceso de documentación para los anexos. Al final requiere más tiempo y dedicación, sobre todo porque es un tema delicado y el libro pide una sensibilidad muy especial.
- Revisar Piel de Pollito, la novela infantil que terminé a principios de año para actualizarla un poco. Para ello he traído post-its de colores y bolis negro y rojo.
- Leer un par de libros que me he traído, Volver a cuándo y The year of magical thinking (este lo llevo posponiendo años y es una de las lecturas más importantes para la novela en que trabajar) para poder dedicarme a otros libros en la semana de playa.
A esto tengo que sumarle, como venía diciendo, lo de la manta, y otras dedicaciones que uno no puede asumir en el día a día: ordenar todo el contenido de mi disco duro, registrar las postales que he recibido de Postcrossing y escribir varias nuevas, tal vez redactar de una vez...
En fin, escribo esto un martes por la noche y el sábado ya vuelvo a Lisboa, donde seguramente fantasearé con estas dos semanas de vacaciones durante el año entero. Ojalá aprender a quitarnos fechas