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1 de agosto de 2023

Vacaciones de verano

 En casa las sacrosantas vacaciones siempre han sido en agosto, en parte porque era cuando mi padre mandaba de vacaciones a todo el personal en la empresa, en parte porque era mi (nuestro) cumpleaños. Desde los sempiternos veranos en Salobreña a mis descansos más recientes, es agosto el mes elegido. No concibo trabajar el día de mi cumpleaños, de modo que el 9 de agosto suele ser la fecha en torno a la cual planifico el parón.

En concreto, desde que trabajo en mi empresa suelo pedirme dos semanas en agosto, una que aprovecho para irme al pueblo con la familia, y otra para disfrutar de días de playa, no hacer nada y poco más. Da la casualidad de que en 2023 las Jornadas Mundiales de la Juventud se celebran en Lisboa, con lo que esto supone para quienes vivimos allí, por lo que no me lo pensé dos veces al hacer coincidir mi semana en el pueblo con esos días, y dejarme la segunda semana para irme a la playa, al pequeño oasis de paz en que se ha convertido para mí (nosotros) Foz do Arelho.

Así, tras unos meses de estrés extremo y mucha presión en el trabajo, necesitaba parar. La idea era estar en el pueblo a la fresca, en la planta baja de mis padres en lo que era el local comercial en su día. Hacer nada, o casi nada. Sólo tenía un plan: deshacer y rehacer la manta en la que trabajo desde que descubrí el crochet hace unos meses.

Claro que la vida tiene sus propios caminos, y en mi caso esa manta que iba a hacer con todo el relax del mundo se ha acabado convirtiendo en muchas cosas, pequeñas deudas que debía ir saldando antes de la semana de (ahora sí) descanso playero en Foz do Arelho:

- Relectura del libro que he revisado en los últimos meses. Aunque ya di por finiquitada la revisión, me comprometí a una lectura final de todo el libro para buscar cosas que se hayan podido escapar y acabar de darle coherencia a la corrección.

- Carta de recomendación de mi amigo Carlos, que está buscando trabajo y ha contado conmigo para dar feedback, No me debería llevar mucho tiempo, pero tengo que dedicarle una tarde o una mañana.

-Reescribir el proyecto de libro infantil en el que llevamos trabajando una década mi amiga Cristina y yo. Lo he dejado a propósito para esta semana porque cuando estoy en plena vorágine de trabajo siempre me resulta imposible dedicarle el tiempo que merece, y además necesito un pequeño proceso de documentación para los anexos. Al final requiere más tiempo y dedicación, sobre todo porque es un tema delicado y el libro pide una sensibilidad muy especial.

- Revisar Piel de Pollito, la novela infantil que terminé a principios de año para actualizarla un poco. Para ello he traído post-its de colores y bolis negro y rojo.

- Leer un par de libros que me he traído, Volver a cuándo y The year of magical thinking (este lo llevo posponiendo años y es una de las lecturas más importantes para la novela en que trabajar) para poder dedicarme a otros libros en la semana de playa.

A esto tengo que sumarle, como venía diciendo, lo de la manta, y otras dedicaciones que uno no puede asumir en el día a día: ordenar todo el contenido de mi disco duro, registrar las postales que he recibido de Postcrossing y escribir varias nuevas, tal vez redactar de una vez...

En fin, escribo esto un martes por la noche y el sábado ya vuelvo a Lisboa, donde seguramente fantasearé con estas dos semanas de vacaciones durante el año entero. Ojalá aprender a quitarnos fechas

31 de diciembre de 2013

22 de noviembre de 2013

Lisboa: semana 2

Lisboa es sucia y decadente, y las calles de adoquines están llenas de adoquines sueltos por todas partes. Lisboa es, a fin de cuentas, preciosa. Por otro lado es una ciudad en relieve, construida sobre dos colinas y a pies de la desembocadura del río Tajo (aquí Tejo), un pseudomar hermoso y nostálgico. Lisboa está llena de Historia y de historias, sus estaciones de metro son enormes y hermosas, la gente es agradable y tranquila (en clara oposición a Madrid). Lisboa es una capital de Estado que ha olvidado su título nobiliario. Lisboa tiene una de las gastronomías más ricas y suculentas no ya de Europa, sino de todo el mundo.

Ya soy de aquí, creo. Ya vivo en la ciudad en todos los sentidos. Ya cojo el metro, ya me muevo por aquí o por allí, que me conozco las calles y los locales, sí. Conozco dónde comer, dónde salir, dónde ir a conciertos o a recitales de poesía. En Lisboa también hay manifestaciones, se manifiesta la policía y hace mucho ruido, y es que yo tengo a la vuelta de la esquina el Parlamento, de modo que me entero de estas cosas.

He comido pastéis de nata, aunque no he ido aún a Belém. Tampoco he probado el cocido portugués, aunque lo comeré el miércoles. Sí he probado la cerveza de aquí (en mi mesita de noche hay una botella de Sagres).

Me voy a apuntar a un curso de portugués, creo, porque estoy pelao, es decir, de momento ni papa, pero me apaño entre el español y el inglés. Conozco gente interesante. Ya sabéis, una gente te lleva a otra, otra a otra y al final empiezas a tener planes a diario. Ya tengo a unos cuantos Erasmus españoles en Lisboa para hacer planes, aunque no sea mi plan inicial, valga la redundancia. En mi segunda semana en Lisboa ha sido mi primera noche de dormir fuera de casa, me siento adolescente.

Escribo. La novela infantil avanza, estoy feliz con ello. Dentro de poco comenzarán las primeras visitas a la ciudad y a mí. Las espero ansioso. El 19 de diciembre vuelvo en tren a Madrid tras toda una noche de viaje. Fascinante.

Más cosas portuguesas... he ido a la feria del libro antiguo, me pienso comprar A morte de Ricardo Breis en portugués para leerla tranquilamente. Una noche fui con unos amigos a escuchar algo de fado por Alfama, en Fora de Moda, y otra noche a un concierto rockabily en Bacalhoeiro. Por cierto!! Mi calle es super alternativa, jajaja!!

Mientras tanto, en casa, los cachorros de Blanquita siguen creciendo fuertes y hermosos.

Aún no he salido con la cámara ningún día, espero resolverlo esta semana :)

14 de noviembre de 2013

Lisboa: semana 1

Vivo en un palacio.
No, en serio. Puede que ésta sea la habitación más grande que he tenido nunca. Mola porque es una semibuhardilla, techo bajo y suelo de madera, porque esta casa es un caos maravilloso de trastos viejos y de libros y películas, porque tenemos un patio trasero donde desayunar o comer, porque sí, tengo ventana xD
Desde que he llegado he empezado a conocer gente a lo tonto: a Konstantinos, un chico griego que hace un máster aquí este año; a Francisco, un chaval portugués que habla español mejor que la mitad de los españoles que conozco, mis compis de piso, una extraña pareja que me tiene fascinado, uno director/escritor/actor, el otro antiguo policía militar, uno angoleño y el otro taiwanés. Fascinante, desde luego.
De ánimos me encuentro muy bien, diría que prácticamente recuperado. Ya he estado en el Mirador de Graça, de fiesta en el Bairro Alto, he tomado café y cualquier día deberían caer unos pasteis de nata. Aún no me manejo con el transporte público porque no tengo pasta, de modo que voy a todas partes andando. En sólo tres, cuatro días ya he conocido varios locales muy chulos de la ciudad, de esos para impresionar a las visitas. Trabajo bien en mi cuarto, estoy empezando a decorarlo y hacerlo un poco mío. Supongo que lo llenaré de velas e inciensos y mierda en las paredes.
Junto a la cama tengo las notas que me escribieron mis amigos en la fiesta de despedida que hice en Madrid. Tengo ganas de hacer cosas, se supone que aquí he venido a trabajar, ¿no? Lo cierto es que respeto mucho más los horarios que en Madrid, parece que me vuelvo responsable y todo.
A todo esto, vivo en un barrio encantador con el Parlamento LITERALMENTE a la vuelta de la esquina, el Bairro Alto a cinco-diez minutos y Cais do Sodré a un paseo. Como digo, muy bien situado, que es justo lo que quería. Con gente, que es justo lo que quería. Y con tiempo para mis cosas y para mí, que es justo lo que quería. Estos meses me dan la vida y el tiempo que he perdido en proyectos que ni me iban ni me venían, y también me reconcilian con el mundo.
Espero y deseo y ansío cartas y postales a mano. Mi dirección es:


Rua Paz, 67 Rc Esq
1200-323 Lisboa
PORTUGAL

A todo esto, que justo la tarde antes de venir a Lisboa, mientras tomaba algo por ahí com M, Blanquita se puso de parto. Ya creíamos que nos había vuelto a engañar con uno de sus embarazos psicológicos cuando parió cuatro perrillos, uno de ellos muerto. Lo bueno es que los otros tres son oscurísimos (sin ser ella nada de eso) y está hecha una madraza. Mi madre se maneja fenomenalmente con el Skype. Me enseña a los perros y me tiene a mano para no desesperar, que era parte del trato.
Mi vida afectivo-sentimental, pues bien: empiezo a tenerla. Lisboa está llena de oportunidades, no diré más.

Ya tengo teléfono portugués, el más básico, y el otro está desconectado. Es parte de la libertad: no estar en Facebook, no tener teléfono, no estar las 24 horas del día disponible o al alcance de todo el mundo. La felicidad tenía forma de esto, de ciudades que nos reciben con la certeza de una vida cuyas riendas ya no pesan. Me esperan, me digo, los días más felices de mi vida. Ah, también escribo. Poco, pero escribo. 

¿El portugués? Sozinho, eu adoro, tudo bem, fixe, eu sou espanhol, etc etc. 
Traje pocos, poquitos libros, todo poesia y una novela que son deberes. Ya me he comprado un libro, el primero en Lisboa, en una librería preciosa de librero de toda la vida que recomienda y ayuda, y me compré un libro ya leído, pero que merecía volver a deglutir en esta ciudad, El libro del desasosiego

Leer a Pessoa en Lisboa. Comer sardinas en la Alfama. Besar en miradouros. Creer en los días. Lo estás haciendo bien, Jose.

13 de noviembre de 2013

Proyectos literarios en curso

Me he propuesto sólo una cosa de mi experiencia lisboeta: volver con dos novelas terminadas. Teniendo en cuenta que tengo al menos seis o siete proyectos en mente, debería ponerme en serio y cerrar dos de ellas. Así, voy a hacer recuento de todas las novelas en las que trabajo o he trabajado de un tiempo a esta parte:

1. A Road Novella: la historia de Anna y Alvy, ese viaje de descubrimiento, de locura, de sexo, droga y rock and roll a través de una Europa extraña y fantástica. Lo que comenzó como un divertimento se ha convertido en uno de los proyectos más divertidos e interesantes en los que me he embarcado. Tuve una idea para reinterpretar lo que había escrito hasta la fecha, y aunque supondrá mucho trabajo adicional, me siento capaz de terminar un producto gamberro, divertido y muy juvenil. Posmodernidad a saco, claro está, en esta novela adulta.

2. La extinción de los dinosaurios: la última novela que he comenzado se trata de una novela infantil. La historia de cinco ancianos de cien años que emprenden la aventura de sus vidas en un viaje para ayudar al nieto de uno de ellos. Es divertidísimo trabajar en esto, lograr un tono alucinado, inocente y tierno, e idear todos los absurdos de la literatura infantil sin tomar por estúpidos a mis lectores. Barajo la posibilidad de una segunda novela-continuación, aunque aún se trata de una idea muy verde.

3. Queridos niños: mi proyecto gordo, la obra magna, la novela gracias a la cual entré en la Residencia de Estudiantes, que apenas he tocado desde entonces por la complejidad formal de la propuesta. Este mundo sin adultos con su homenaje a la literatura de género me provoca igualmente amor y terror, porque supone una implicación demasiado elevada. Supongo que, llegado el día, concluirá, y por ella habrán pasado vidas y vidas y personas. Los protagonistas son niños, sí, pero los conceptos que trata y el desarrollo de la técnica la acerca más a un tipo de lector con ganas de afrontar retos literarios.

4. Los siete eternos: tras acabar El Desencantador, tuve claro que era el momento de expandir ese universo, pues había creado una mitología rica que daba mucho juego. Además, la intención era acercarme a un perfil de lector mayor, más cercano a la veintena que a la propia adolescencia, así como un giro de la fantasía a la ciencia-ficción. Esta novela de héroes y villanos se aproxima más a X Men o a Chronicle que a la novela de la que parte, y puede funcionar muy bien.

5. En el desván: novela infantil sobre magia y brujas, también primera parte de una saga. Aunque en este caso trataré de alejarme de temas peliagudos (principal pero que se le puede poner a la literatura infantil), el tono ha virado a una oscuridad que en principio no pretendía. Además, entra en juego la complejidad estructural de una saga plagada de saltos en el tiempo y decisiones locas, como que todas las novelas tengan una revelación bomba y terminen en jugosos cliffhangers.

6. Librojuego: nuevo proyecto en el que me embarco. Aún no sé casi nada, aunque es a todas las luces uno de los retos que más dolores de cabeza me van a provocar. Sólo por el hecho de la estructura me costará la vida. Sólo tengo un par de ideas generales que pueden dar mucho juego en el planteamiento inicial, aunque tengo que desarrollar la historia que quiero contar.

Que recuerde, estos son los proyectos en los que trabajo en la actualidad. Como veis, hay un poco de todo, muchos puntos en común y un enfoque cada vez más claro hacia lo infantil-juvenil, aunque todo se andará.

12 de agosto de 2013

Felices veintiséis

Texto escrito el viernes 9 de agosto
Hoy cumplo 26 años.
Hace mucho que no me siento así. De hecho, creo que nunca me he sentido así. Sólo se cumplen 26 años una vez en la vida. El tema es descubrir el motivo por el que me siento así, y en teoría debería resultar fácil, ¿no?
                Me siento así, maduro, con 26 años, porque por primera vez estoy viviendo fuera de la burbuja, he asumido la independencia como una forma de existir y he puesto distancia con respecto a la nave nodriza. Me gusta vivir de lo que hago o he logrado hacer por mi cuenta, en las condiciones miserables en las que vivo por mucho que trate de salir de esta situación que a algunas mentes ¿pensantes? se les fue de las manos. Siento que ya nadie puede torearme y que cada experiencia supone aprendizaje.
                Hoy me he pintado las uñas. Escribo estas palabras con las uñas pintadas, y es como si alguien que no soy yo escribiera, aunque mis errores me delatan. La torpeza de mi mano izquierda sigue siendo evidente, diría que cada día más. Al menos, cinco años más tarde puedo decir que recuperé la sonrisa. Creo que nunca pretendí que una circunstancia vital determinara toda mi existencia, y por eso no siempre confieso que en verano de 2008 estuve a punto de no contarlo.
                Soy un hombre. Tengo cuerpo de hombre, me miro en los escaparates (no escapo a mi naturaleza narcisista) y descubro a un desconocido que me mira con barba y con ojeras. Soy un hombre con las manos llenas, con el cuello lleno, con el pecho lleno de algo, y sé ponerle nombre. Me he enamorado, creo. Otra vez. Qué cojones creo, estoy segurísimo de ello.
                Me he cansado de buscar a la manic pixie dream girl perfecta, loca y atávica; he descubierto que el amor tiene formas extrañas. Ya lo dijo Federico, joder, cada día amo más a Federico: Puede el
hombre, si quiere, conducir su deseo por vena de coral o celeste desnudo. Me gusta desnudo, me gusta vestido, me gusta mientras duerme, cuando se pone cínico o se enfada porque es más cabezón que yo. Me gusta lo que no me gusta de él, porque lo hace más humano, lo hace más. Me gusta, sí. Más que todo.
Puedo, si creo, hacer que se separe el mar en dos poemas. Puedo, si creo, sobrevivir a los veintiséis preludio de los fatales 27. Puedo celebrarlo con mis amigos, hacer cosas prohibidas, sentirme un adolescente sin hora tope y con el poder de la música. Nunca, que yo recuerde, he hecho una fiesta de cumpleaños. Por eso la significancia y significado de esta fiesta, por lo que tiene de libertario y determinante. De ser Jose, declamar el nombre, restituir la emoción del niño que esperaba un agosto de lluvia y caramelos.

Celebremos la edad con cerveza y guacamole, con disfraces y música rock de la vieja escuela. Proyectemos obsesiones en la noche, deshagámonos en salivas y brindis y salivas.

12 de mayo de 2013

Poesía insalubre

Hace un año y pico comencé un proyecto suicida, sobre todo si tenemos en cuenta mis tendencias literarias, ya que se trataba de poesía. El proyecto, en apariencia simple, arbitrario, excéntrico, consistía en escoger una imagen al azar y escribir un poema a partir de ella. Las imágenes estaban en una carpeta de mi ordenador, todas elegidas en diversas webs de Internet desde que tengo memoria, y cada una me servía de base para un poema. La cuestión era escribir un total de cien poemas a lo largo de un año, todos de forma improvisada, casi escritura automática, cieno, versos, basura, esquelas.
Justo un año me llevó el proyecto, y de él saco ideas de toda naturaleza, muy poco que salvar, muchísimo que repensar, reformular y desechar.
Sin embargo, estoy orgulloso de este trabajo porque me ha vuelto a hacer darme cuenta de que, si me lo propongo, puedo seguir con los proyectos y objetivos que delimito, así como de que la poesía no es un camino tan perdido para mí. El blog Poesía insalubre, donde desarrollé y alojé el proyecto, sigue ahí, supongo que seguirá ahí, supongo que el tiempo me dará o no la razón. Cien poemas para perder el miedo...


27 de marzo de 2013

Urgencias: segunda temporada


Acabo de terminar de ver la temporada 2 de Urgencias. Para ser sincero, las primeras tandas me pillaron demasiado joven y tuve que prescindir de verlas salvo por capítulos sueltos de vez en cuando. Cuando me enganché a la serie, calculo que por la temporada 5 o 6, tampoco tardé demasiado en situarme, pero me faltaban guiños y vivencias de ciertos personajes. Me faltaba George Clooney. Sea como sea, la seguí hasta que terminó hace unos años en la temporada 15, todo un hito en la historia de las networks para una serie tan compleja que, a fin de cuentas, se trata de un procedimental/drama médico. Así, ahora me he propuesto volver a ver la serie entera. Ya vi la primera estupenda temporada (y comprendí de inmediato por qué Urgencias venció a Chicago Hope en la batalla de las audiencias), un chute de adrenalina, de ritmo narrativo y OTRA FORMA de contar historias. 
     La estructura de los episodios de Urgencias era curiosa: cada diez, quince minutos se introducía una nueva historia (habitualmente un paciente que llegaba con un problema nuevo), de modo que, además de las tramas de varios capítulos y los arcos de temporada, cualquier espectador que conectara a mitad de episodio pudiera engancharse y no sentirse deudor de esa fidelidad irrevocable cuyo paradigma es Lost. No sucedía nada por haberse perdido medio capítulo, eso es, y las historias se entrelazaban con una velocidad asombrosa. Cuando hablo de ritmo, de velocidad, es literal. Para transmitir la tensión y el caos que se pueden vivir en la planta de Urgencias de un hospital público, el ritmo, las interacciones entre personajes, el ruido de máquinas y la cantidad de sangre y camillas y figurantes en los pasillos, los travellings (con toda seguridad precursores de los que tanto ha explotado Sorkin, aunque mucho más caóticos y complejos) eran continuos. Claro, muchos espectadores se quejaban porque la serie los ponía de los nervios y les dejaba el corazón en el pecho. No daba respiro. Pero joder, ¿de qué estamos hablando? De una serie que se llama Urgencias. Aquí no hay tiempo, como en House, para sacar una pizarrita y consultar con todo el equipo médico qué tratamiento seguir. Aquí se toman decisiones YA, porque el tiempo puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Sí, hay tiempo para amoríos, pero no para esas absurdas escenas de cruces de miradas y roces en pleno quirófano à la Anatomía de Grey
     ¿Qué cuenta esta segunda temporada, a grandes rasgos? Además de los amoríos y desamoríos del doctor Ross (un guaperas George Clooney), la tensa relación entre Benton y el propio Ross por un caso de mala praxis, la incompatibilidad entre vida laboral y familiar para el doctor Greene, la historia de Susie y su hermana drogadicta, alcohólica teniendo una hija a la que ella quiere adoptar, la llegada de uno de los pilares de la serie, la doctora Weaver (mala como pocas, buena como pocas)... así como todos los dramas cotidianos que se pueden vivir en un hospital atestado de indigentes, inmigrantes ilegales y gente con muy poca paciencia y muy poco dinero. En definitiva, lo que Urgencias acostumbró a darnos desde su maravilloso y vertiginoso piloto.
     Por eso me sorprendió tanto, al ver la finale de la segunda temporada, cuando Carter (hilo conductor de la serie desde el principio) al fin se gradúa y pasa a ser médico, que todo comience con una calma irreal, a cámara lenta, con una canción relativamente tranquila y el baile desenfadado de enfermeros y los responsables de admisión del hospital. Es una declaración de intenciones, cierto, como queda patente más tarde, cuando Carter antepone el bienestar de sus pacientes a la satisfacción personal: se queda jugando a las cartas con un niño enfermo que está solo para que no se sienta mal; a cambio, se pierde su propia graduación. Sin embargo, al final del episodio, tras esa pausa, esa prolongación del tiempo a voluntad, ante las dudas que aún pueda haber, tanto los jefes del County como los espectadores estamos convencidos de que John Carter será el mejor médico en su especialidad.

25 de marzo de 2013

À Paris



Un día puede cambiar tu vida. Una persona puede cambiar tu vida. Pero, ante todo, una ciudad puede cambiar tu vida. Llegué a París una noche de otoño tras cinco días de carretera ininterrumpida. Encontré al poco, gracias al amigo de una amiga, casa que compartir con dos griegos y una italiana escultora en la Rue Rivoli. El piso estaba lleno de cuerpos a medio modelar, de cuadros de desconocidos, cojines y pufs donde pasar las horas.
     En cualquier caso, yo no había ido a París a convertirme en un cliché. Amaba el arte por encima de todas las cosas, y la fantasía de recorrer el Louvre como en una peli de Godard, de visitarlo a diario, al fin estaba a punto de hacerse realidad.
     La primera vez que visité el museo fue bastante decepcionante. Todo era tan ordenado, tan metódico, tan ASÉPTICO que apenas percibí la magia del lugar. A pesar de todo, volví al día siguiente y me fui alejando del grupo poco a poco. Así, progresivamente comencé a idear un plan para cumplir mi sueño. Cuando cerró el museo al séptimo día de mi llegada, en lugar de irme como hacían el resto de los visitantes, esperé a que se produjera el cambio de guardia. Un señor corpulento, de nariz grande y espalda ancha, salió y saludó a un joven que fumaba indiferente en una de las puertas traseras. En cuanto se apretaron las manos, la diferencia entre ambos se hizo casi irrisoria.
     Yo observé en silencio hasta que el joven entró. El grandullón de miró con desinterés y se alejó con su lento caminar. Entonces, procedí. Golpeé con los nudillos hasta que abrió el joven vigilante. Me fijé en el revólver que le asomaba junto al cinturón y en la placa con el nombre.
     -¿Qué quieres? -preguntó en francés. 
     -Hola, me llamo Verónica y voy a hacer que pases la mejor noche de tu vida si me haces un favor.
     -Buenas noches -se limitó a decir, y cerró en mi cara.
     -¡Pascal, Pascal! Si no me abres, jamás sabrás como podría haber sido esta noche y cuando seas viejo y estés echando de comer a los patos del parque te acordarás de mí, de las largas horas de aburrimiento y te maldecirás por no haber aceptado mi propuesta. Pero entonces será demasiado tarde y no podrás volver a este momento, y lo lamentarás para siempre.
     Esperé unos segundos eternos a la espera de cualquier respuesta. Al fin, la puerta cedió unos centímetros.
     -¿Qué favor? -preguntó.
     -Déjame entrar. Te contaré una historia por cada cuadro, te cantaré canciones que nadie conoce, nos reiremos de la Gioconda y haremos un picnic en la sala Van Gogh. ¿Qué me dices? 
     -Anda, pasa -dijo, y dejó escapar un profundo suspiro.
     Nada más entrar, eché a correr por los pasillos mientras perdía de vista a Pascal, que me llamaba y preguntaba mi nombre con pánico en la voz. “¡Verónica!”, gritaba yo a todos los cuadros.       Me detuve frente a la Gioconda, menuda, inocente, intrigante. 
     -Querida, me llamo Verónica. Ha sido un placer dar contigo al fin. Sshh...el guarda no me quería dejar entrar. ¿Sabes qué? Creo que está celoso. Estos franceses... No te muevas, te voy a dibujar. 
     Saqué un carboncillo y un cilindro de papel grueso y esbocé sus piernas. Le dibujé unas piernas a la Gioconda. “Por si algún día te cansas y prefieres huir”, le expliqué. Casi no me di cuenta de que Pascal nos observaba en silencio al otro lado de la galería. Sonreía. Entonces saqué una Polaroid y eché una foto de nosotros tres. Y fuimos a la sala Van Gogh, donde cenamos unos sandwiches vegetales y vino tinto, y brindamos por el pintor pelirrojo, que murió sin haber vendido ni uno de sus cuadros. Pascal y yo acordamos algo: le visitaría todos los lunes hasta contarle una historia por cuadro, cenaríamos juntos y beberíamos vino francés de la botella. Al despedirme, le di un beso en la mejilla y tiré de mí para llegar a la salida corriendo. Entonces, lo besé en los labios.
     Salí de allí a las seis o siete de la mañana, no sé bien, y llegué andando a la calle Lepic. A unos metros me observaba un perro pequeño, gordo y gracioso. Le asomaba la lengua por el lado. Adopté al carlino y lo llamé Poulain. Ésa fue la primera gran noche de mi vida.

25 de enero de 2013

Algo viejo


a) Mi falta de referentes me ha abierto un amplio abanico de posibilidades. El hecho de que jamás se me haya estimulado a nivel cultural ahora provee una cantidad ingente de música, cine, libros de los que jamás he oído hablar. Por tanto, todo lo clásico me es nuevo. Para mí, descubrir una canción de Aaron Neville ahora mismo es como si fuera un adolescente en la Nueva Orleans de los años sesenta con la opción de descubrir el nuevo disco de mi cantante favorito. No hemos sido tampoco en mi casa muy dados a la euforia que despierta la nostalgia en algunas personas, esa necesidad de recordar constantemente otro tiempo y otros sonidos, otros olores, otra luz. Para alguien extremadamente melancólico como yo, esto supone ahora un problema. No se puede echar de menos lo que no se conoce, lo que no se ha vivido.

b) Sin embargo, está el Stendhal. Sí, ya lo sabéis. Como decían en American beauty, eso de que en el mundo haya tanta belleza que pienses que tu cabeza va a estallar. Esto lo decía Ricky, el adolescente adolecido de melancolía, con su cámara siempre en mano, dispuesto a captar momentos de inusual belleza como aquel de la bolsa de plástico bailando entre las notas de Thomas Newman. De morir, en serio. Resulta que a Ricky lo interpretó Wes Bentley, un actor guapete que, gracias al aura misteriosa de dicho personaje, empezó a recibir ofertas de trabajo y a sonar como una futurible estrella de Hollywood. Sin embargo, la realidad fue muy distinta y el actor desapareció del mapa durante al menos una década. Sólo los fans irredentos de la película de Sam Mendes nos preguntábamos de vez en cuando qué habría sido del chaval. Hará un par de años o tres, el New York Times publicó un artículo sobre él con su testimonio, donde confesaba que la presión de la fama lo había llevado a caer en la droga. Como si toda la belleza del mundo cupiera en una jeringuilla donada por los servicios sociales.

c) Cada vez que descubro una de esas películas, que en la radio suena una de esas canciones que debería haber escuchado con diez u once años, mi pecho se detiene. Digo Alto. Espera, grábalo a fuego. Me enamoro. Me da el síndrome de Stendhal, la melancolía, las ganas de volver a una época que no conozco. Vivir en Woodstock o algo antes, con los beatniks y los hippies. Su música, el primer Antonioni, lo descorazonador de lo que está por conocer.

d) El Desencantador, esa novela en busca de editor, bebe profundamente de esta melancolía. El protagonista, un chaval de 14 años en nuestra era post todo, añora el cine en blanco y negro, el rock acústico, el viejo rock and roll, la ropa comprada o robada en rastros y tiendas de segunda mano. No es una novela que aspire a capturar la esencia del siglo XXI con su narración fragmentada, la inclusión de los nuevos medios, de la red de redes, de un lenguaje 2.0. No. No me interesa eso. No quería una novela donde los personajes se envían mensajes por whatsapp y cotillean sus facebooks, porque iría en contra de lo que yo pretendo. La novela transcurre en viejos cines de barrio, en calles estrechas y antiguas de una Barcelona de otro siglo, en un barrio granadino, el Albaycín, anclado en el Tiempo. Eso quería.

e) Sin embargo, sí hay algo que conozco. Deberían haberme llegado los ejemplares que me corresponden de mi primer libro de relatos, Nosotros, que poseemos la tierra. Debería estar revolcándome entre ellos, con sus historias de fantasmas y de otra época. Aquí no pretendía tanto lo de escudarme en tiempos pasados. Sencillamente, sucedió. Está el periodo de entreguerras, con la terrible Guerra Civil, están los republicanos y los nacionales, pero también aparecen Twitter y Sillicon Valley. Uno de estos días volveré a hablar del libro, del que a ratos estoy orgulloso y a ratos avergonzado. Digamos que, al menos, parte de algo que conozco, y es un ambiente rural de la Andalucía de interior como es Jaén. Que los latifundios de olivos, que la tierra de secano y los pequeños pueblos humildes son los protagonistas. Y salen las Caras.

  
f) Esto es lo primero que escribo en días, puede que en semanas. Hace más de una semana murió mi portátil, en concreto su disco duro. He perdido el contenido de mi ordenador, entre todo fotos y escritos inéditos. He perdido un trozo de mi vida, cierto, pero con suerte, lo recuperaré con creces. Necesitaba este vómito. Gracias.

26 de diciembre de 2012

El Doctor y la chica imposible


Cuando comenzó la temporada 7 de Doctor Who, algunos pensamos que Steven Moffat tenía un peculiar sentido del humor cuando vimos ni más ni menos que a la actriz que iba a ser la nueva companion interpretando a un personaje menor, de estos episódicos, cuando la presentación de la nueva companion del Doctor interpretado por Matt Smith estaba prevista para el especial de Navidad.
     Lo primero que destaca de Clara, la joven interpretada por Jenna-Louise Coleman, es lo resuelta que es. En esto es parecida a Amelia Pond, una chica que, a pesar de -o debido a- su juventud no se amilana ante lo desconocido y prefiere hacer preguntas. Hay una principal diferencia, y es que Amy ya tuvo un encuentro con el Doctor cuando era una niña, mientras que para Clara todo esto es -hasta que se demuestre lo contrario- nuevo. Así, que ella emprenda la búsqueda y se arroje a los brazos del Doctor para saber, saber, SABER. A este respecto, si Amy me recordó a Wendy con su Peter Pan particular, Clara me ha recordado a Alicia. En lugar de caer por la madriguera sube las escaleras interminables, más allá de las nubes, mientras persigue al conejo blanco encarnado por el Doctor. En el camino se cruza con criaturas extraordin...extraterrestres, aliados del Señor del Tiempo. Por último, tenemos el estanque helado a modo de espejo, pero también la presencia de los sueños como elemento relevante en la trama del Especial de Navidad. Puede resultar esto rebuscado, pero de momento Clara, como digo, me ha parecido más una Alicia descarada que otra cosa. Suman puntos a su favor, además de su exuberante feminidad, ese juego de registros, de estrato social en el que se mueve, del Londres humilde y sucio al de las clases privilegiadas, como una suerte de Jeckyl y Hyde o monstruo social imparable. Entonces, muere. En el momento en que conocemos a la nueva companion, muere. No sé si esto será frecuente en la mitología whovian (tengo pendientes los clásicos, de acuerdo), pero ya es la segunda vez que vemos morir a la actriz, tal y como apunta MacGuffin en su análisis de este episodio navideño.
     De este modo, con el descubrimiento, giro y cliffhanger final, Clara Oswald tiene pinta de convertirse en leitmotiv del resto de temporada, o en mcguffin o en el puzzle, como yo digo. Clara, nada más presentarse, se ha convertido en un enigma para el Doctor y el espectador, aunque es evidente que tiene material companion de sobra. Si estábamos encariñados con los Pond, y lo estábamos, llega el momento de descubrir qué nos puede contar la chica imposible, como la ha definido el propio Doctor. La chica que ya ha muerto dos veces para salvar la situación, la chica que, por tanto, no debería estar, la chica que el universo ha escrito para que esté y volver a salvar al Doctor de su solitaria deriva.

8 de diciembre de 2012

Legendarium


Amigos y amigas, hoy vengo a anunciaros una nueva antología en la que he tenido el gusto de participar. Se trata de Legendarium, del nuevo sello editorial Tombooktu, gracias a la cual llegué por medio de Nocte (por algo se trata Rubén Serrano de uno de los antologistas y almas máter del proyecto).
     La idea de partida resulta fácil y es llamativa: recopilar todas las leyendas habidas y por haber en la geografía española, desde las antiquísimas a otras más recientes de carácter urbano. Para ello, cada autor debía plantear una leyenda que conociera hasta cubrir cuanto más espectro geográfico, mejor. En mi caso, por aquello de buscar leyendas jiennenses o, más concretas, de mi comarca, Mágina, me di cuenta de que no conocía ninguna más allá de dos o tres esbozos sobre un pastor y una virgen vengativa, pero ni eso me servía. No obstante, ser de Bélmez tiene algo que, aunque no se trate de una leyenda, ha dado lugar a cientos: las Caras. Propuse, pues, escribir un relato en torno al misterio de las Caras de Bélmez y me dijeron que bien, que adelante. Y eso hice, me puse a investigar, a leer, a preguntar hasta tener una idea concreta de la historia cuando surgieron las Caras en 1971 hasta cuando terminé el relato en 2011. El recorrido del misterio, lleno de datos y personas reales, me obligó a crear otros ficticios como herramientas narrativas. Además, cómo no, traté de imprimirle unos tintes de terror. Lo cierto es que lo pasé bastante bien con este ejercicio literario.
     Total, una vez enviados los relatos de todos los autores se dan cuenta de que hay material para dividir el libro en varios tomos, de modo que se aúnan según temática en cuatron tomos distintos. "El infierno empieza aquí", que es como titulé mi relato, forma parte del cuarto tomo de la antología, Vampiros, aquelarres y fuerzas del mal, si bien está planeada la publicación de un libro que recopile todos los relatos en uno solo. Como curiosidad, añadir que el relato en cuestión forma parte de mi libro de relatos Nosotros, que poseemos la tierra, que verá la luz próximamente.
     Os dejo a continuación una fotografía de la presentación que tuvo lugar en Madrid, en la librería Estudio en escarlata, donde tuve el placer de compartir mesa con los autores Rubén Serrano, Luisa Fernández, Ángel Villán y David Marugán. También os animo a que le echéis un vistazo a cualquiera de los tomos, si no a todos, llenos de historias que habitan entre la realidad y la ficción, la fantasía y el terror, las promesas de una literatura que nace de la tradición.


2 de diciembre de 2012

Carta abierta a Marina del Corral


Estimada señora Marina del Corral:

Soy la tela de aventurero. La hostia de aventurero. Soy muy, muy aventurero, apasionado, arriesgado. No me importaría dejarlo todo y comenzar una vida, la bohème como forma de vida, la improvisación, la incertidumbre. No me importaría, pero me importa.
Verás, querida, tengo trabajo. 25 años y trabajo. No es el trabajo ideal, poco tiene que ver con mi formación, pero es trabajo. Es a media jornada, pero es trabajo. No tuve opción de decir que no cuando me surgió. Después de varios meses de cvs, de entrevistas, de cartas de presentación, motivación, solicitud de becas y mil alternativas, cuando estaba a punto de dedicarme, más por desesperación que por convicción, al voluntariado internacional, recibí esta llamada en la que me ofrecían trabajar como especialista de inglés, teacher, monitor, llámalo como quieras, en una guardería de Madrid. Como digo, acepté. Lavo manos y caras, cambio pañales, canto, barro, doy de comer, invento, reinvento, reviento, todo eso y más a media jornada, de lunes a viernes. A veces, enseño inglés. Luego, por las tardes, de lunes a jueves doy clases particulares para llegar a fin de mes; además, soy negro literario: escribo textos para otra gente a cambio de dinero. No llego a mileurista. Mi presupuesto son 800 euros al mes. Con eso vivo. Con eso como. Con eso compro libros. Con eso voy al cine. A veces sueño que me sobra presupuesto a fin de mes y que puedo planear una escapada a Lisboa, a Berlín o a Reino Unido. Soñar aún es gratis.
Tengo muchos, muchísimos amigos en el extranjero. Casi diría que más que en España. Los hay de todo tipo: científicos, traductores, diseñadores, policías, profesores, médicos... Son todos personas sobradamente formadas, además de excepcionales seres humanos. Españoles que se han formado aquí, gracias a la educación pública, y ahora se ven OBLIGADOS a salir a otro país para obtener una vida digna y acorde con sus aspiraciones personales y profesionales. Son todos talentos desaprovechados, regalados a países nórdicos, a Estados Unidos, a Reino Unido, como regalos ya envueltos, con un lazo plateado listo para ser abierto por un niño avaricioso en Navidad.
Mi contrato rescinde en julio. Cuando termine el curso, me tocará plantearme de nuevo qué hacer, dónde trabajar, dar con algo a jornada completa, plantearme la vida con vistas más allá del fin de mes. Tengo miedo de que llegue julio y no sé, me esperen otros tantos meses de vacío existencial sin nada que hacer, en el sofá de mis padres, con el miedo y el lento marchitamiento del inexorable círculo vicioso paro-inexperiencia-depresión-paro-inex... Total, un dolor de cabeza.
Supongo que volveré a intentarlo. Retomaré la batalla del cv y la carta de motivación y las entrevistas, los portales de empleo, confiaré en la formación que me ha dado este santo país. Entonces, espero, encontraré un trabajo honrado y justo que me permita sobrevivir con perspectivas de futuro. Si no, tendré que volver a plantearme lo de los cvs en el extranjero, becas en otros países, incluso, por no estar parado con 25 años, un voluntariado. Puede, quién sabe, que termine separando cristales y plásticos gratis en Moldavia. Y que lo acepte. Y que mienta a mis padres sobre lo maravillosa que es mi casa, las horas libras, lo que me llena mi trabajo, cómo me convierto en hombre y cada vez soy menos lacra.
Será cierto: seré un aventurero. Joder, y no haberme dado cuenta antes. Espero y deseo con todo corazón que sus hijos sean tan aventureros como mis amigos y yo. Y que no le quite a usted el sueño el calentón que le ha entrado al niño con irse a Bangladesh a trabajar en lo suyo.
Atentamente,


Jose Alberto Arias
 Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo, un aventurero

18 de noviembre de 2012

Ruby Sparks



Hace unos años, la sensación del cine independiente fue esa pequeña joya que aún brilla como algo más que la película amable que aparentaba ser, Little Miss Sunshine. Seis años más tarde, que se dice pronto, vienen sus responsables con una nueva muestra de que aquel talento no era pasajero.  Ruby Sparks es una rara avis. De definirla, no queda más que acogerse a una de esas absurdas fórmulas: [500] days of Summer + Stranger than Fiction + Frankenstein, y corremos el riesgo de dar con una definición incompleta e injusta.

De entrada, la sequía creativa del dúo responsable queda reflejada aquí en su protagonista, Calvin, un joven escritor en crisis. Tras el éxito de su primera obra, se enfrenta al síndrome de la hoja en blanco o, peor aún, el síndrome de la segunda novela, tema que le obsesiona y angustia. La única salida a este drama la encuentra Calvin en sus sueños, donde encuentra a una joven desconocida que parece coincidir con su prototipo de chica ideal. Todo tiene sentido; por algo es el sueño producto de subconsciente. Así, decide empezar a escribir sobre ella: lo que le sucede cuando la ve en sus sueños, sus conversaciones, etc... hasta que crea un personaje complejo. Llegado este punto, la chica se hace real y aparece en su casa una mañana. Y ahí nace el conflicto de la película: chico busca chica, chico crea chica que no es consciente de haber nacido de una ficción.

Lo que pudiera ser una comedieta romántica con algún tinte oscuro se lleva a las últimas consecuencias en un guión valiente y complejo, cuya autoría recae ni más ni menos que en la actriz protagonista, Zoe Kazan, en la ficción Ruby. De la comedia romántica actual heredera de la ya citada 500 días juntos (Ruby podría estar interpretada por la pizpireta Zooey Deschanel), la cinta gira al drama oscuro de tintes metafísicos que ponen al creador y su creación en la tesitura de tomar decisiones para llevar la relación a buen puerto. Para ello, se servirán de familiares y amigos, espejos donde mirarse y única ancla en el temporal emocional y mental. ¿Hasta qué punto es lícito que un creador trate de controlar a su criatura, sobre todo cuando ésta se trata además del amor correspondido? ¿Cuál es la línea que separa el amor de la incapacidad de aceptar la negación? ¿Quién es responsable de qué en esta historia? Entre tanto, cómo no, visitas familiares, sesiones de terapia y un vistazo al arrasador mundillo editorial.


El reparto es una pieza fundamental para dar veracidad a una historia que se aleja de lo fantástico para adentrarse en aspectos metafísicos e introspectivos, labor que cumple de sobra Paul Dano, quien vuelve aquí a repetir experiencia con los directores, y carga con el peso de la función de sobras; sorprende del mismo modo la propia Kazan, a su vez nieta del enorme Elia Kazan, principalmente hacia el último tramo de la cinta, donde ambos protagonistas se entregan en cuerpo y alma en alguna que otra escena desgarradora. Por no hablar de un curioso plantel de secundarios que arrojan luz sobre otros aspectos de la trama que merecen ser tenidos en cuenta, actores de la talla de Annette Bening (American beauty) o Antonio Banderas (La piel que habito).

Así pues, nos encontramos con una película que en Sundance obtuvo muy buena recepción, que parece sencilla pero esconde una complejidad de fondo inusual para el tipo de cine del que hablamos. Sin duda, Ruby Sparks es un acierto en la ya interesante filmografía de Jonathan Dayton y Valerie Faris.

21 de octubre de 2012

Buffy 9x14: Billy the Vampire Slayer, Part I


Tras el maravilloso -en todos los sentidos- issue #14 de Angel & Faith, "Family Reunion IV" y ese encuentro de nuestros personajes favoritos de ambas series (impagable unir a Dark Willow y Angelus en la misma entrega), llega la nueva entrega de la novena temporada de Buffy, Cazavampiros con un título tan prometedor como el que consta en él: Billy the Vampire Slayer. ¿Un cazavampiros con nombre de hombre? ¿Masculino? ¿En serio? Esto es nuevo. Muy nuevo. ¿Esto es nuevo?
     Recordemos algo. Durante la emisión de las siete temporadas iniciales, no hubo un solo capítulo donde no apareciera la Cazadora. No obstante, esto se resolvió con la llegada del 8x05, "The Chain", aunque la esencia de ese número era la suplantación de Buffy y, por tanto, el personaje permanecía presente.
     En cuanto a cazadores de vampiros, la reminiscencia más evidente es Wood, hijo de una Cazadora y enemigo convencido de los vampiros, aunque el único sentimiento que le movía era la venganza. En cuanto a los demás cazadores aparecidos a lo largo del recorrido de la serie, lo hacían por obligación (Giles), supervivencia (Oz, Xander, Andrew) o cuestiones trascendentales (Spike, Angel), pero no por pura convicción.
     Recordemos asimismo quién es Jane Espenson, una de las guionistas más relevantes en el Buffyverso (después de todo, fue una de las productoras y supervisoras de la mayoría de la serie), además experimentada en series como Caprica, Game of Thrones, Torchwood... En definitiva, una personalidad dentro del canon de la ficción. Por tanto, cuenta con total libertad para introducir conceptos nuevos en el metaverso que tratamos. De este modo, aquí, en el número 14, presenta una nueva idea: convertirse en Cazavampiros por convicción.
     Billy es un chaval joven, un adolescente que aún va al instituto y sufre acoso por ser homosexual. En principio, esto debería suponer toda una vuelta a los orígenes de la serie, lo tan demandado por los seguidores tras la bigger-than-life octava temporada. Así, regreso al instituto y personaje en problemas por ser distinto. A estas alturas, introducir a un personaje homosexual no resulta transgresor; en parte, por culpa de la saturación a la que nos han sometido productos como Glee. La cuestión es que en su día, cuando Willow inició su relación con Tara, sí era un paso adelante en la ficción adolescente o post-adolescente. En cualquier caso, esperemos que el hecho de que Billy sea homosexual no sea significativo más allá del dato. 
     Porque claro, y esto es lo que podría mosquear al personal: Buffy nació como una serie feminista, un producto donde las mujeres son poderosas y los hombres, débiles. Buffy Summers es un icono feminista, como queda patente una y otra vez (la última, tras su decisión de abortar; si bien resultó ser una excusa para generar cierta polémica, a mí me pareció un número valiente). Por tanto, que de repente surja un joven con la decisión de convertirse en Cazador por convicción desbarata toda la simbología inicial de la serie. No obstante tras un poco de investigación en Internet, he descubierto a qué se debe la decisión de Espenson: muchos lectores de Buffy, y digo lectores gays en masculino, le contaban cómo Buffy les había cambiado la vida, les había enseñado grandes lecciones vitales, se había transformado en un referente. Jane pensó entonces: ¿por qué estos chicos no habrían de poder soñar con hipotéticamente llegar a ser Cazadores de vampiros? Y lo hizo. Aunque la lógica parezca forzada, la escritura es hermosa.
     Billy decide luchar, no dejarse intimidar y convertirse en lo que quiere ser con ayuda de la persona a la que quiere. Billy será el primer cazavampiros que a los quince, dieciséis años escucha la llamada y decide convertirse al bando de unas chicas que no gozan de la mayor popularidad. Sin superpoderes, sin ser potencial, sin ser una chica, sólo porque cree que es lo que debe ser en este mundo. Y podría ser sólo el primero de muchos, parece esgrimir Espenson, pues cualquiera tiene cabida en este universo, cualquiera puede convertirse en "elegido" en cierto modo por propia voluntad. Es un mensaje alentador.
     Entre tanto, recordemos que la población de ¿zombiros? crece exponencialmente, que algunas Cazadoras se han alejado del camino marcado por Buffy (ahí está, sin ir más lejos, Simone, con vistas a convertirse en uno de los Grandes Villanos) y todo apoyo será bien recibido. Dejamos al final de este número, hecho por y para presentar a este nuevo personaje, a Billy camino de Buffy para formar parte de uno de los escuadrones de Cazadoras. Sólo espero que esto sirva para introducir a un personaje de largo recorrido en la serie, no una aparición pasajera que habría tenido más sentido en Tales of the Slayers o Tales of the Vampires que dentro de la novena temporada. Si la llegada de Billy supone una vuelta a la frescura adolescente de las primeras temporadas de la serie, será un éxito, ya que logrará conciliar a los fans de aquellas avaenturas iniciales con las de las temporadas más densas y oscuras. Sea como sea, en el próximo número sabremos hasta qué punto tiene cabida Billy en la mitología de Buffy, Cazavampiros.

Actualización 28 octubre 2012

Me dice mi amiga Rocío lo siguiente: Billy the Vampire Slayer es la introducción en un universo (aparentemente) determinista como el de Buffy de un concepto tan crucial como el de libre albedrío. No es una concesión a la comunidad gay de lectores de Buffy; es, de nuevo, la introducción de cuestiones metafísicas, problemas filosóficos, de primer nivel en la saga. 

19 de octubre de 2012

¿Crisis? ¿Qué crisis?


No sé si los lectores del blog seréis personas optimistas o pesimistas, supongo que habrá un poco de todo. El caso es que yo soy bastante negativo, todo me afecta demasiado, desde los pequeños cambios en mi día a día hasta la última alineación planetaria. En estos momentos, embarcado en una nueva vida en Madrid que poco tiene que ver con mi vida en la capital hará un par de meses, me cuesta. Me cuesta acostumbrarme a un horario real, a la responsabilidad, ese titilar constante de algo ahí dentro que te recuerda que tienes algo pendiente. La responsabilidad de volver a compartir piso, de vivir en un barrio desconocido, la responsabilidad del ajuste presupuestario. En definitiva, la carencia de libertad. Compaginar dos, tres, cuatro cosas para vivir en Madrid valiéndote por ti mismo. Llegar a casa baldado, cierto, y darte cuenta de que no te salen las palabras.
En estas me encontraba hace dos días, a esto de arrojar la toalla sobre la arena sucia, cuando, camino del curro a casa, se me empezó a ocurrir una idea literaria, una de esas pequeñas luciérnagas que llevan varias noches, varias semanas, a saber, varios meses alumbrando tus noches, una nueva novela. Fue llegar a casa y tener que ponerme a escribir. Creo que escribí poco más de media página y lo dejé; así de cansado estaba. Es de locos este ritmo, lo sé. Tengo por ahí pendiente Queridos niños, Los siete eternos, A road nouvelle y algún proyecto de libro de relatos. Ahora, por si fuera poco, me nace esta novelita de la nada. Una novelita muy sencilla, por no decir, simple, infantil o juvenil,con aspiraciones de saga, que puede ser el remedio a la locura en este momento de incertidumbre.
Mientras, como si la novelita viniera acompañada de buenas vibraciones, me llaman para una entrevista de trabajo en una academia el martes que viene. Tocaré madera. Y escribiré sin pensar mucho, por pura diversión, hasta que se agote la maldita crisis.

11 de octubre de 2012

origen

Juernes. Sólo me apetece escuchar a Nina Simone desde la casa. Hace menos de dos semanas que me mudé, y hasta ayer no empecé a sentirme en casa. Mi cuarto es pequeño, pero acogedor. La réflex cuelga de un clavo en la pared, frente a la cama luce el último título de becario del mes de la Resi. Encima de la mesa, cómo no, mi famosa taza amarilla, que a estas alturas, tras cinco años conmigo, ha pasado a transformarse en un rasgo indisoluble de mi persona.
No encuentro el trabajo que busco. No encuentro la vida que busco. No sé si el trabajo en la guardería es algo a lo que me acostumbraré, porque en demasiadas ocasiones siento que no estoy a la altura de las circunstancias. Que esto es una impresión personal o un hecho real es algo que sólo el tiempo ayudará a resolver. Por lo pronto, sólo puedo intentarlo cada vez con más ganas. No,no tengo hermanos pequeños y primitos ni mocosos cerca de los que aprender. Por eso el miedo. Además, soy demasiado melancólico, demasiado tímido para estallar entre los niños. Tal vez sólo precise tiempo.
Reinvento la vida en Madrid ahora que vivo en una zona totalmente nueva (es algo bueno que tiene la ciudad, que cada tantos meses te ofrece la oportunidad de resetearla), pero echo de menos lo bueno y malo conocido. Echo de menos Malasaña y Chueca y la Latina y Lavapiés.
Hoy salimos los compañeros de piso cerca de Tribunal, a ver por dónde me escapo. La vida vuelve a su lugar de origen.

27 de septiembre de 2012

Madrid: una guía de supervivencia 2/2

Si hace dos días hablaba de lo que había aprendido de Madrid en este año como si nunca fuera a volver, ayer mismo me confirmaron que vuelvo a la capital, que tengo un trabajillo de media jornada que me permite pasar otro año ahí, de modo que en mejor momento no he podido empezar este listado ilógico y desordenado. Más aspectos que cubrir en mi vida madrileña:

COMPRAS
Ropa no vas a necesitar mucha, y lo sabes, sobre todo ahora que vas a llevar uniforme en el trabajo. Cuando quieras ropa, la opción barata es el Primark, el mismo que te salvó el pellejo durante la Erasmus, que está a un paseo pero se puede llegar en bus o metro. Si quieres algo más interesante, vete a lo genérico rollo H&M, Pull&Bear, Springfield... donde siempre puedes dar con algo bonico a buen precio. Si quieres algo distinto, bichea en las tiendas que rodean Tribunal. Entre Chueca y Malasaña estás servido de ropa guay, aunque igual el presupuesto es más ajustado.
Y Blanco también.
   Pero no pretendas engañar a nadie, porque a ti la ropa te la suda. Lo que te gustan son las tiendas de tontás, y Madrid está llena de ellas, aunque te gusta llamarlas tiendas de ideas, ese lugar donde encontrar los regalos idóneos, donde pasar horas y horas de admirar ideas y esperar a que llegue el día en que tengas dinero para adquirir artículos tan inútiles como un puzzle en blanco o un cuaderno japonés. Hablo de cadenas como Muji o Tiger, incluso Vips. La particularidad de ellas es que están llenas de objetos de uso doméstico con grandes ideas de diseño, pequeñas tonterías que lo hacen todo más bonito. Esas tiendas te encantan, ¿sabes? Si eso, también tienes las tiendas que hay en la calle del Penta o todas las de segunda mano y vintage de Malasaña, aunque el precio sube en según qué sitios.


LIBROS
Gastas más dinero en libros que en ropa o en comida. Por eso es conveniente que conozcas unas cuantas librerías de Madrid. Podemos empezar, no sé, por la última en abrir, ni más ni menos que la Central en Callao, con una tienda nueva y bonita, buen catálogo en otros idiomas, cafetería, varias plantas, un lugar agradable, aunque la sala que tienen reservada a los lectores tiene unas sillas con pinta de cualquier cosa salvo cómodas. Con todo, te gusta. Le daremos el aprobado.
Tu preferida, como la de tanta gente, es Tipos infames. Una librería cuyo lema es libros y vinos te tiene que gustar por huevos. Está en una de tus calles preferidas de Madrid, junto a San Ildefonso, donde el Burger Lab. ¿Qué tiene de especial? Los dependientes son majos, el catálogo es IMPRESIONANTE en el sentido de que es una selección finísima. Se nota que la gente que lleva la librería sabe de literatura. Lo mejor de Acantilado, Seix Barral, Anagrama, Vaso Roto, Alpha Decay, Blackie Books... de verdad, eso es lo que más te enloquece. En cuanto al espacio, cuenta con dos plantas, la de la calle, donde están el bar-librería, y la subterránea, que emplean para exposiciones y presentaciones de libros y tal. En definitiva, mola. Yo soy un ignorante en cuanto a vinos, pero para eso están, para asesorarte un poco, recomendarte y venderte la botella que tienes que regalar a ese compromiso ineludible. Tomas tu café, ojeas los libros en un sillón, charlas, eres feliz...
Un lugar de culto al libro como objeto: Panta Rhei, frente al mercado de Fuencarral, en una perpendicular con Fuencarral. En esta librería todos los libros son preciosos, físicamente preciosos, quiero decir, maravillas de edición. Libros de arte, cuadernos de viaje, plantillas de stencils, arte urbano, ilustraciones de aúpa... Evidentemente, aquí no es todo tan asequible, de modo que hay que reservarse para sorprender a visitas y hacer regalos muy especiales.
Más librerías en Madrid, por ejemplo la mítica Arrebato, en una paralela a San Vicente Ferrer, y una en Sol de las de toda la vida, que además está en la calle de una pastelería donde ponen pasteis de Belem, para que te acuerdes de Lisboa de vez en cuando. En Embajadores tienes Traficantes de Sueños, una librería con muchas iniciativas culturales, presentaciones, talleres y demás.
Tienes también, cómo no, las cadenas que tantas veces te han alegrado, sobre todo FNAC, donde lo encuentras todo. Y cómo no, Jose, las compras online con su riesgo de sablarte cuando menos te lo esperas.