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31 de diciembre de 2023

Alba

 Palma de Mallorca, otoño de 2023


Vengo a (re)conocerte.

Hablo contigo con la única intención de descifrarte.

Observo tus ojos como si pudiera intuir en ellos el futuro que te aguarda, pero ni todo el intenso azul del mundo (tus ojos un vasto océano, un Neptuno repetido, dermis de las ballenas y los pitufos) puede desenredar los hilos que han de tejer tu vida.

Quisiera saber si, como el mío, tu color preferido será el amarillo.

Qué tipo de pelis te gustarán, si querrás hablar de libros conmigo cuando tengas ocho o nueve años.

Imagino que algún día me acompañarás en la cocina y te mostraré los secretos de las salsas y los caldos, las gachas y los gofres.

Ojalá mirarte para saber si correrás mucho, o darás hostias como panes, o saltarás alto hasta trepar como un mono por los árboles.

¿Se te darán bien los idiomas? Creo que ya te he prometido en alguna carta una escapada a Londres, y si se presta te enseñaré a cantar un fado portugués.

Tal vez pases de todo esto, y está bien. Las expectativas de los demás pueden hacerte más bien que mal.

Me pregunto, Alba, cuántas veces te romperán el corazón.

Si serás torpe como el tito Jose y tras cada tropiezo te levantarás con la dignidad que te quede.

¿Cuál será el primer recuerdo que logres salvaguardar? Dudo mucho que recuerdes este vaivén de visitas, de atenciones, de llamadas tras tu nacimiento. Yo siempre recordaré aquella vez que me chocaste aún en la barriga de tu madre.

Serás feliz, pequeña Alba, y habrá días que te sentirás desdichada. "No estarás sola", prometo cantarte pronto esa canción.

Vas a flipar cuando veas Parque Jurásico, pero vas a flipar más cuando veas Dogville.

Reirás como loca, y tendrás frío y tendrás sueño, dudarás de las intenciones de alguna gente, confiarás con toda fe en otra. Harás amigas, tendrás mascotas (tranquila, llegará), te podrás disfrazar de dinosaurio o de astronauta. Pasarás por las vidas de las personas cambiándolas, conocerás otras culturas, tendrás prejuicios, tendrás dudas, tendrás ilusión por algo que te mueva, dibujarás y resolverás ecuaciones. Te cortarás el pelo y te lo dejarás crecer, te teñirás, te harás rastas o un look pixie total. Creerás en Dios, perderás la fe en Dios. Comerás macarrones y arroz cuando la economía apriete. La vida es el pack completo.

O no.

La vida dirá, y dirá pronto, porque tú vas embalada y quienes te resguardamos lo hacemos desde el vértigo por verte crecer.

Hace algo más de diez años trabajé en una escuela infantil, y lo que más me marcó fue aprender que desde bebés, seguramente desde que nacemos, ya tenemos una personalidad marcada.

Alba, te miro a los ojos, te hablo, te cojo en brazos y es como si te deshicieras cual azucarillo. Ahora mismo eres imposible para mí: un misterio indescifrable.



3 de marzo de 2021

Ganador del Concurso Historias Pulp 'El exorcista'


Hace unos meses anunciaba aquí mi intención de volver a la escritura de cuentos y relatos. Aunque dicha decisión no se tradujo en tantas historias como preví, algunas de ellas comienzan a dar sus frutos. Sin ir más lejos, ayer me anunciaron que soy ganador del concurso que organiza Historias Pulp, en su quinto número con un monográfico dedicado al universo cinematográfico de El exorcista.


Me llevaron a participar en esta convocatoria varios motivos. Por un lado, la publicación en un número entero dedicado a un tema que me interesa, donde se conjugan artículos que orbitan en torno a la historia de Regan MacNeil y los padres Karras y Merrin. Segundo, que se tratara de una publicación especializada. Como lector de literatura de terror y autor de género, siempre he tratado de romper una lanza a favor de quienes apuestan por mantener viva la dignidad y relevancia del terror. Hay proyectos valientes como Saco de Huesos, con quienes he colaborado gustosamente en varias ocasiones, e Historias Pulp, desde su concepción, me pareció que iba en esa línea, con el aliciente de que en la revista Historias Pulp se conjugan cine y literatura.

Tras cuatro números dedicados respectivamente a La Cosa, Alien, Predator y Phantasm, llegaba el turno de una película por la que siento especial predilección. Como digo, le tengo un cariño especial a El exorcista. Se trata de una rara avis que dignifica el terror. Desde la historia de William Peter Blatty al soberbio trabajo tras las cámaras de William Friedkin, todo funciona en especial en la primera entrega cinematográfica. Que una película de terror penetre en la memoria colectiva con la rotundidad con que lo hizo ésta debería darnos una idea del logro autoral.

Para mí El exorcista era poco más que una experiencia popular más, una serie de postales tantas veces homenajeadas y parodiadas que sentía parte de mi trasfondo cultural. Sin embargo, no tengo recuerdo claro de haberla visto hasta 2012, cuando la proyectaron en pantalla grande dentro de la experiencia Phenomena en una doble sesión junto a Tiburón. Sólo entonces, mientras disfrutaba de la película como había sido concebida para ser vista, caí en la red de una historia construida con un tempo maravilloso, con unos personajes escritos con mimo y un terror que late a lo largo de todo el metraje y nace de las emociones de sus protagonistas, no de sus cacareados efectos especiales. Creo que era la primera vez que fui consciente de que una buena historia de terror podía contarse con calma y con oficio.

Dados los motivos que me llevaron a participar, mi intención era poder colocar un relatito en el monográfico y tan contento. Cuando comencé a escribir mi relato, y tengo pensado explayarme sobre el proceso creativo del mismo en un post futuro, contacté con el equipo organizador para interesarme por el límite de extensión. Cuando me explicaron que no había límite supe que debía dar rienda a ese oficio y esa calma de la que hacía gala la película.

Por eso cuando ayer me anunciaron ganador del concurso, la sorpresa fue mayor. Casi había olvidado que estaba participando en la selección, y una parte de mí había empezado a restarle valor al relato enviado (de hecho, estaba planteándome cierta reescritura de todo el tramo final), por lo que la generosa valoración de Historias Pulp sobre mi escritura y sobre "Algo que escapa a toda lógica" ha sido el primer highlight de este raro 2021. Estoy deseando tener el ejemplar entre mis manos hasta el punto de que anoche me dieron las 2 de la mañana revisando y puliendo algunos errores de la versión primera que había enviado. Pronto más sobre esta historia.

9 de noviembre de 2020

Vivir del cuento

Cuando empecé a escribir "en serio", esto es, con el firme propósito de crear ficción, me aventuré en el curioso mundo de los premios literarios. Hay en España tantos premios literarios (algunos tan sesgados) que, por estadística, alguno acabé ganando. Escribía mis relatos, generalmente de terror, y luego los enviaba al tuntún a aquellos certámenes que se adecuaban a mis escritos. Lo habitual era recibir algún pequeño premio metálico, que si 200€ por aquí, 150€ por allá, que supongo luego me daban para comprar libros, películas y series. Esto me llevó, además, a lugares tan diversos como un pueblo sevillano, Arahal, a Pinos Puente, en Granada, la misma noche de la cena de mi promoción de 2º de bachiller, a que me entrevistaran y publicaran en revistas municipales y cosas de ese tipo.

No tenía yo ni idea de que hay gente que vive literalmente de esto, gente que estudia convocatorias, y aquellas que considera accesibles trata de ganarlas a toda costa. Entre un premio en un pueblo de Soria y otro en la Orotava, al final hay quienes se sacan un sueldo. También descubrí más adelante que mi admirado Roberto Bolaño era un habitual de estos concursos, que le permitían un ingreso extra para su precaria situación económica antes del boom del Herralde y Anagrama y demás.

Cuando comencé a escribir novelas, fui descolgándome de los cuentos y relatos. No obstante, iniciativas como  mi paso por la web El Cuentacuentos o entrar en la ya extinta Nocte, la asociación española de escritores de terror, hicieron que mantuviera mi creación en la ficción corta. Sin embargo, ya escribía estos textos con un objetivo marcado, desde participar en la web o en antologías de terror. No participaba en concursos, y si lo hacía era con libros de cuentos enteros. Así nacieron Nosotros, que poseemos la tierra o Donde mueren los monstruos.

Con dos libros de relatos publicados, he de reconocer que en los último años he abandonado un poco el género salvo por las publicaciones colectivas donde he tenido la suerte de colar algún relato. Incluso he llegado a escribir algún relato que finalmente no he publicado porque he llegado tarde a la  fecha de publicación o no me convencía la propuesta editorial. Lo bueno es que en esos relatos sin puerto acabo por detectar ciertos puntos en común que tal vez me lleven a un tercer libro de relatos.

Y ahora me he propuesto firmemente volver a escribir cuentos. Hay muchas convocatorias, algunas golosas por el tipo de publicación  que suponen o por el incentivo económico, así que llevo unas semanas dedicándome a escribir nuevos cuentos, en su mayoría de terror, y enviando a distintas convocatorias. Con suerte, pronto tendremos una nueva tanda de antologías con mis aportaciones.

Ya sé que nunca podré vivir del cuento, pero seguiré contando hasta que me falten las fuerzas.


23 de junio de 2015

Donde mueren los monstruos


Este libro empieza por el final.
Después de la incertidumbre de no saber qué, de tanto cambio y tanto miedo y tanto dolor ardiente, me refugié en la literatura. Monté una criatura de Frankenstein con relatos de origen muy diverso con la intención de volver a aproximarme al mundo editorial. Lo envié a varias personas del mundillo con la esperanza de que aquellos relatos, escritos en su mayoría durante mi estancia en la Residencia de Estudiantes, convencieran a la persona adecuada de que valían la pena.
En otras palabras, Donde mueren los monstruos nació de los despojos.

Pero despojos con dientes, con garras, con alas y azufre. Cogí un poco de todas partes, un brazo por un lado, esta cabeza, un pie maloliente, el busto de una joven virgen, la pelvis de un camionero accidentado en la M30... Creé mi propia criatura de Frankenstein, pero, como en la novela de Mary Shelley, el ser debía de cobrar vida.

Los buenos escritores, cuando se enfrentan a un buen libro de cuentos o relatos, lo hacen con un concepto. Yo, no sé si porque no soy un buen escritor o porque soy un poco desastre o porque estaba bastante orgulloso de varios relatos, todos escritos por un motivo y con una idea en mente, decidí crear esta criatura y dar vida a Donde mueren los monstruos.

Donde mueren los monstruos, para empezar, tiene mucha literatura. Comienza con pura creación, con el monólogo de una cineasta que desnuda su carrera creativa y su recorrido artístico hasta la fecha soltando perlas sobre el proceso de creación y cómo las circunstancias definen la obra de cualquier creador. Sigue con el relato autobiográfico de un escritor convertido en negro literario, cuento que escribí a la par que este artículo sobre el tema y donde hago un recorrido por mis primeras creaciones.

A medida que avanza el libro, éste va perdiendo el carácter autobiográfico y los elementos románticos y fantásticos van cobrando peso. Sin embargo, como digo, la creación -en especial la literatura- sigue teniendo un peso cada vez mayor: una falsa memoria de Mauricio Wiesenthal plagada por los fantasmas de Lorca, Morente, Harper Lee o Salinger, una broma de la talla de la Metamorfosis de Kafka, una especie de mundo donde la poesía se ha transformado en religión de los hombres, incluso un homenaje a la novela negra con todos sus lugares comunes.

Y el amor, digo, el amor como motor que hace girar al mundo.

Y los monstruos, claro. Existe además una transición medida en la disposición de los relatos para que, a medida que avanzan las páginas, los monstruos cobren forma cada vez más literal. Así, de los monstruos figurados, casi imaginarios, poco a poco las narraciones incorporan monstruos o hipótesis más fantásticas que se mueven entre el "Y si..." y la alta fantasía.

Cuando conjuré las suficientes historias para conformar un libro, decidí probar suerte. Enviarlo a alguna editorial, desde una forma no definitiva con diez relatos... el tiempo, no obstante, me supo indicar qué sobraba y qué debía perdurar. Los monstruos resonaban como una percusión ancestral, yo me estaba derramando en una hermosa novela infantil, La extinción de los dinosaurios, para salvarme, para crear algo nuevo. Una inflexión necesaria.

Entonces, cuando Donde mueren los monstruos cobró su forma definitiva, decidí lanzarla a la arena de los premios literarios. Busqué uno que se adaptara a la cuestión literaria que rezumaba el libro así como a mis necesidades editoriales y económicas. Vamos, que me busqué un premio asequible, pero con solera. El premio de literatura para autores jóvenes que convocan la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Granada y la Academia de Buenas Letras de Granada, a la par jurado del premio.

Otro elemento característico que sirve de unión, más allá de la temática (el monstruo como concepto, la fantasía como hilo in crescendo) es, sin duda alguna, un entendimiento del lenguaje como un ente vivo y orgánico, complejo, que se presta al servicio de la historia, esto es, una forma que se adapta al fondo de lo que quiero narrar, de ahí la influencia de lecturas tan gratificantes en su momento como las novelas de Ricardo Menéndez Salmón o Mario Cuenca Sandoval, por citar dos. Hago hincapié en este aspecto, porque la sintaxis sirve como elemento aglutinante para que ocho relatos sueltos se transformen en un libro coherente (al menos medianamente).

Una vez fallado el premio y anunciada la publicación, comencé a trabajar con una pequeña editorial de Granada, Alhulia, en la edición. Tras mis previas experiencias editoriales (sobre todo con la nefasta Diputación de Jaén), me sorprendió la eficiencia   y ganas de trabajar para sacar adelante un buen producto de la editorial. En febrero me anunciaron que había ganado el premio, y el 22 de abril fue la presentación oficial en el Ayuntamiento de Granada. El 23, en mi pueblo. Y un mes más tarde, el 24 de mayo, en Madrid. Ha sido la vida de este libro precoz y productiva, aunque me gustaría que, además de ello, fuera larga.

De hecho, la distribución está siendo mucho mejor de lo que podía imaginar para una editorial tan modesta. El libro está en Madrid gracias a Libros Melior, y Agapea la ha llevado a Málaga, Granada, Barcelona, ambos archipiélagos, etc. Además, es fácil encontrarlo en la Casa del Libro y otras cadenas, y basta con pedirlo en tu librería preferida para que la editorial lo distribuya sin problemas. En definitiva, lo estoy llenando todo de monstruos.

Supongo que sólo me queda terminar este texto de presentación del libro, el único que he escrito hasta la fecha, explicando que Donde mueren los monstruos será un libro pequeño, cierto, pero creo mucho en él. Considero que está lleno de literatura y, ante todo, me ha devuelto la fe en este oficio tras la experiencia gris de Nosotros, que poseemos la tierra. En el camino me he reafirmado en la convicción de que ésta es la forma de hacerlo, éste es el lugar que quiero ocupar en las letras y que, punto de inflexión o no, lo que viene de ahora en adelante os deparará muchas sorpresas. Mientras, creo que seguiré feliz mientras oteo el horizonte poblado de criaturas gigantes, de tentáculos y gritos, de escritores malditos y malditos escritores. ¡Y ojalá los monstruos os lo hagan pasar en grande como a mí!

14 de noviembre de 2013

Lisboa: semana 1

Vivo en un palacio.
No, en serio. Puede que ésta sea la habitación más grande que he tenido nunca. Mola porque es una semibuhardilla, techo bajo y suelo de madera, porque esta casa es un caos maravilloso de trastos viejos y de libros y películas, porque tenemos un patio trasero donde desayunar o comer, porque sí, tengo ventana xD
Desde que he llegado he empezado a conocer gente a lo tonto: a Konstantinos, un chico griego que hace un máster aquí este año; a Francisco, un chaval portugués que habla español mejor que la mitad de los españoles que conozco, mis compis de piso, una extraña pareja que me tiene fascinado, uno director/escritor/actor, el otro antiguo policía militar, uno angoleño y el otro taiwanés. Fascinante, desde luego.
De ánimos me encuentro muy bien, diría que prácticamente recuperado. Ya he estado en el Mirador de Graça, de fiesta en el Bairro Alto, he tomado café y cualquier día deberían caer unos pasteis de nata. Aún no me manejo con el transporte público porque no tengo pasta, de modo que voy a todas partes andando. En sólo tres, cuatro días ya he conocido varios locales muy chulos de la ciudad, de esos para impresionar a las visitas. Trabajo bien en mi cuarto, estoy empezando a decorarlo y hacerlo un poco mío. Supongo que lo llenaré de velas e inciensos y mierda en las paredes.
Junto a la cama tengo las notas que me escribieron mis amigos en la fiesta de despedida que hice en Madrid. Tengo ganas de hacer cosas, se supone que aquí he venido a trabajar, ¿no? Lo cierto es que respeto mucho más los horarios que en Madrid, parece que me vuelvo responsable y todo.
A todo esto, vivo en un barrio encantador con el Parlamento LITERALMENTE a la vuelta de la esquina, el Bairro Alto a cinco-diez minutos y Cais do Sodré a un paseo. Como digo, muy bien situado, que es justo lo que quería. Con gente, que es justo lo que quería. Y con tiempo para mis cosas y para mí, que es justo lo que quería. Estos meses me dan la vida y el tiempo que he perdido en proyectos que ni me iban ni me venían, y también me reconcilian con el mundo.
Espero y deseo y ansío cartas y postales a mano. Mi dirección es:


Rua Paz, 67 Rc Esq
1200-323 Lisboa
PORTUGAL

A todo esto, que justo la tarde antes de venir a Lisboa, mientras tomaba algo por ahí com M, Blanquita se puso de parto. Ya creíamos que nos había vuelto a engañar con uno de sus embarazos psicológicos cuando parió cuatro perrillos, uno de ellos muerto. Lo bueno es que los otros tres son oscurísimos (sin ser ella nada de eso) y está hecha una madraza. Mi madre se maneja fenomenalmente con el Skype. Me enseña a los perros y me tiene a mano para no desesperar, que era parte del trato.
Mi vida afectivo-sentimental, pues bien: empiezo a tenerla. Lisboa está llena de oportunidades, no diré más.

Ya tengo teléfono portugués, el más básico, y el otro está desconectado. Es parte de la libertad: no estar en Facebook, no tener teléfono, no estar las 24 horas del día disponible o al alcance de todo el mundo. La felicidad tenía forma de esto, de ciudades que nos reciben con la certeza de una vida cuyas riendas ya no pesan. Me esperan, me digo, los días más felices de mi vida. Ah, también escribo. Poco, pero escribo. 

¿El portugués? Sozinho, eu adoro, tudo bem, fixe, eu sou espanhol, etc etc. 
Traje pocos, poquitos libros, todo poesia y una novela que son deberes. Ya me he comprado un libro, el primero en Lisboa, en una librería preciosa de librero de toda la vida que recomienda y ayuda, y me compré un libro ya leído, pero que merecía volver a deglutir en esta ciudad, El libro del desasosiego

Leer a Pessoa en Lisboa. Comer sardinas en la Alfama. Besar en miradouros. Creer en los días. Lo estás haciendo bien, Jose.

3 de marzo de 2013

Weekend



El amor. Y ya. Parece fácil hacerlo cine. Nora Ephron lo hacía. Incluso un tipo duro como Clint Eastwood nos entregó la más imperecedera historia de amor en Los puentes de Madison. Pero hay otro amor, y es difícil. El amor que queda de puertas para adentro (En la cama, Habitación en Roma, 9 Songs), donde todo cobra forma de cuerpos y confesiones.

Anteponer ese amor al duro Londres Nottingham contemporáneo, esa ciudad donde los barrios están hechos de monstruos de apartamentos grises, donde las personas no coinciden, no paran, huyen de un destino de la ciudad a otro. En la urbe no cabe el amor. Y sin embargo...


Andrew Haigh nos regala esta historia de amor, su segunda película. Ya en la primera, Greek Pete, se entreveía la sensibilidad con la que trata las relaciones y a sus personajes, pero es ésta, Weekend, la verdadera revelación a la hora de plasmar en pantalla grande el amor. Se trata del amor de Russell y Glen, dos chicos londinenses que se conocen una noche de borrachera cuando la esperanza en la discoteca ya estaba perdida. Y se acuestan. Y despiertan juntos. Y hablan, hablan, y se dan los teléfonos. Y ahí comienza un fin de semana de confesiones, sexo y amor en el que ambos irán conformándose como una entidad transparente y llena de verdad.

Parece poco, ¿cierto? Dos desconocidos que se conocen y en muy poco tiempo intiman de forma enloquecedora, febrilmente romántica. El referente más claro es la trilogía de Linklater, en especial la primera parte, Before Sunrise. Luego, por la parte más sexual, las ya citadas En la cama o 9 songs. Sin embargo, aquí hay algo. Algo. Algo. Me lo creo. Te lo crees. Se lo creen. Es amor, por una vez es amor, no sólo un reflejo del amor en el celuloide. Esto, claro está, sería imposible sin el excepcional trabajo de los protagonistas. Tom Cullen y Chris New, dos actores formados en el teatro, prácticamente debutan en el cine con esta cinta arriesgada. Brilla en especial Cullen, con esa infinita capacidad de provocar vulnerabilidad y ternura, pero insisto, verdad. La falta de pudor, la total entrega de ambos actores supone un compromiso tan firme que sostienen ambos la carga de la propuesta. ¡Joder, tenían que ser británicos!

El director opta por entrar en sus vidas, en sus casas, su cama, cámara en mano, cercana, como ya es habitual en el cine de corte independiente. No obstante, donde muchas cintas resultan falsas, aquí todo el aspecto documental funciona. Sólo salimos de la intimidad de la pareja para escapar de ese microuniverso y contextualizar la frialdad de la ciudad, el mal de vivir a diario fuera del amor, sobre todo cuando se es homosexual. Ojo: no digo que sea esto un panfleto, ni mucho más, pero es inevitable que se cuele la sombra de la homofobia de una sociedad aún en proceso de depurar su tolerancia. Con esto, no es como Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) cuyo conflicto principal partía de tratarse de una relación entre dos hombres.

Weekend es una historia de amor. De cómo aparece cuando nadie lo espera, se planta entre dos cuerpos y se extiende como petróleo en el mar. Y de cómo el mar ansía que nunca se disuelva. Una lástima que hayamos tenido que esperar dos años para ver esta maravilla en España. El amor, digo. El cine.

25 de noviembre de 2012

Ganador del CONCURSO LITERARIO EL TROVADOR DE SIERRA MAGINA


Con un relato que me resulta muy difícil definir, la historia de una creadora que aúna la tradición y la vanguardia, con un relato preso de las bases del propio concurso, pero rebelde en la forma y el concepto que subyace en él. En otras palabras, "--.--" se trata de un relato del que, a pesar de las circunstancias en las que nace, me siento orgulloso.
     Hablo de circunstancias, y no es para menos. La duda de siempre: ¿qué hace a un texto literatura? Porque este relato, para más inri, está escrito de manera absolutamente consciente con un propósito material como es el de ganar el certamen al que me presentaba para hacerme con el dinero. Sencillo. Vi el premio y me dije que podía ser mío. Por tanto, se trata de una obra que nace de una motivación poco artística...
     En cuanto al contenido, me echaba atrás el componente costumbrista que suelen tener los escritos relacionados con la vertiente rural de estos premios cuya finalidad, no cabe duda, no es la de dar a conocer nuevos talentos, sino la de promocionar una comarca/localidad/causa, de modo que decidí aunar ciertos motivos costumbristas con elementos más afines al posmodernismo, de ahí que el comienzo del relato sea: "A la hora de la siesta, mientras el resto de jornaleros descansaba, papá leía a Proust bajo un olivo, su espalda sudada contra la corteza áspera".
     Además, quería que si el fondo jugaba a romper con la narrativa tradicional presente en estos relatos, la forma también lo hiciera. Por si fuera poco, leía en esos días dos libros inabarcables de Ricardo Menéndez Salmón, el autor de las oraciones interminables y un dominio del lenguaje propio más de orfebre que de juntaletras. De este modo, me propuse componer párrafos que constaran prácticamente de una oración, dos a lo sumo, para lo que me serví de numerosas subordinadas. Sin embargo, decidí mantener un lenguaje llano, propio de lo que ha sido hasta ahora mi estilo.
     Evidentemente tampoco formulé la narración tradicional con principio, nudo y desenlace, sino que convertí al lector en testigo de momentos, de fotogramas de varias vidas que, tal vez dispuestas sobre una mesa, pudieran componer una historia. De ahí que el narrador sea una creadora autoconsciente del proceso narrativo. O incluso que demuestre exceptiscismo hacia este tipo de premios y certámenes a nivel cualitativo. Como decía Morente en palabras de Cohen, "hay que intentar cambiar el sistema desde dentro"...

18 de noviembre de 2012

Ruby Sparks



Hace unos años, la sensación del cine independiente fue esa pequeña joya que aún brilla como algo más que la película amable que aparentaba ser, Little Miss Sunshine. Seis años más tarde, que se dice pronto, vienen sus responsables con una nueva muestra de que aquel talento no era pasajero.  Ruby Sparks es una rara avis. De definirla, no queda más que acogerse a una de esas absurdas fórmulas: [500] days of Summer + Stranger than Fiction + Frankenstein, y corremos el riesgo de dar con una definición incompleta e injusta.

De entrada, la sequía creativa del dúo responsable queda reflejada aquí en su protagonista, Calvin, un joven escritor en crisis. Tras el éxito de su primera obra, se enfrenta al síndrome de la hoja en blanco o, peor aún, el síndrome de la segunda novela, tema que le obsesiona y angustia. La única salida a este drama la encuentra Calvin en sus sueños, donde encuentra a una joven desconocida que parece coincidir con su prototipo de chica ideal. Todo tiene sentido; por algo es el sueño producto de subconsciente. Así, decide empezar a escribir sobre ella: lo que le sucede cuando la ve en sus sueños, sus conversaciones, etc... hasta que crea un personaje complejo. Llegado este punto, la chica se hace real y aparece en su casa una mañana. Y ahí nace el conflicto de la película: chico busca chica, chico crea chica que no es consciente de haber nacido de una ficción.

Lo que pudiera ser una comedieta romántica con algún tinte oscuro se lleva a las últimas consecuencias en un guión valiente y complejo, cuya autoría recae ni más ni menos que en la actriz protagonista, Zoe Kazan, en la ficción Ruby. De la comedia romántica actual heredera de la ya citada 500 días juntos (Ruby podría estar interpretada por la pizpireta Zooey Deschanel), la cinta gira al drama oscuro de tintes metafísicos que ponen al creador y su creación en la tesitura de tomar decisiones para llevar la relación a buen puerto. Para ello, se servirán de familiares y amigos, espejos donde mirarse y única ancla en el temporal emocional y mental. ¿Hasta qué punto es lícito que un creador trate de controlar a su criatura, sobre todo cuando ésta se trata además del amor correspondido? ¿Cuál es la línea que separa el amor de la incapacidad de aceptar la negación? ¿Quién es responsable de qué en esta historia? Entre tanto, cómo no, visitas familiares, sesiones de terapia y un vistazo al arrasador mundillo editorial.


El reparto es una pieza fundamental para dar veracidad a una historia que se aleja de lo fantástico para adentrarse en aspectos metafísicos e introspectivos, labor que cumple de sobra Paul Dano, quien vuelve aquí a repetir experiencia con los directores, y carga con el peso de la función de sobras; sorprende del mismo modo la propia Kazan, a su vez nieta del enorme Elia Kazan, principalmente hacia el último tramo de la cinta, donde ambos protagonistas se entregan en cuerpo y alma en alguna que otra escena desgarradora. Por no hablar de un curioso plantel de secundarios que arrojan luz sobre otros aspectos de la trama que merecen ser tenidos en cuenta, actores de la talla de Annette Bening (American beauty) o Antonio Banderas (La piel que habito).

Así pues, nos encontramos con una película que en Sundance obtuvo muy buena recepción, que parece sencilla pero esconde una complejidad de fondo inusual para el tipo de cine del que hablamos. Sin duda, Ruby Sparks es un acierto en la ya interesante filmografía de Jonathan Dayton y Valerie Faris.

19 de octubre de 2012

¿Crisis? ¿Qué crisis?


No sé si los lectores del blog seréis personas optimistas o pesimistas, supongo que habrá un poco de todo. El caso es que yo soy bastante negativo, todo me afecta demasiado, desde los pequeños cambios en mi día a día hasta la última alineación planetaria. En estos momentos, embarcado en una nueva vida en Madrid que poco tiene que ver con mi vida en la capital hará un par de meses, me cuesta. Me cuesta acostumbrarme a un horario real, a la responsabilidad, ese titilar constante de algo ahí dentro que te recuerda que tienes algo pendiente. La responsabilidad de volver a compartir piso, de vivir en un barrio desconocido, la responsabilidad del ajuste presupuestario. En definitiva, la carencia de libertad. Compaginar dos, tres, cuatro cosas para vivir en Madrid valiéndote por ti mismo. Llegar a casa baldado, cierto, y darte cuenta de que no te salen las palabras.
En estas me encontraba hace dos días, a esto de arrojar la toalla sobre la arena sucia, cuando, camino del curro a casa, se me empezó a ocurrir una idea literaria, una de esas pequeñas luciérnagas que llevan varias noches, varias semanas, a saber, varios meses alumbrando tus noches, una nueva novela. Fue llegar a casa y tener que ponerme a escribir. Creo que escribí poco más de media página y lo dejé; así de cansado estaba. Es de locos este ritmo, lo sé. Tengo por ahí pendiente Queridos niños, Los siete eternos, A road nouvelle y algún proyecto de libro de relatos. Ahora, por si fuera poco, me nace esta novelita de la nada. Una novelita muy sencilla, por no decir, simple, infantil o juvenil,con aspiraciones de saga, que puede ser el remedio a la locura en este momento de incertidumbre.
Mientras, como si la novelita viniera acompañada de buenas vibraciones, me llaman para una entrevista de trabajo en una academia el martes que viene. Tocaré madera. Y escribiré sin pensar mucho, por pura diversión, hasta que se agote la maldita crisis.

27 de septiembre de 2012

Madrid: una guía de supervivencia 2/2

Si hace dos días hablaba de lo que había aprendido de Madrid en este año como si nunca fuera a volver, ayer mismo me confirmaron que vuelvo a la capital, que tengo un trabajillo de media jornada que me permite pasar otro año ahí, de modo que en mejor momento no he podido empezar este listado ilógico y desordenado. Más aspectos que cubrir en mi vida madrileña:

COMPRAS
Ropa no vas a necesitar mucha, y lo sabes, sobre todo ahora que vas a llevar uniforme en el trabajo. Cuando quieras ropa, la opción barata es el Primark, el mismo que te salvó el pellejo durante la Erasmus, que está a un paseo pero se puede llegar en bus o metro. Si quieres algo más interesante, vete a lo genérico rollo H&M, Pull&Bear, Springfield... donde siempre puedes dar con algo bonico a buen precio. Si quieres algo distinto, bichea en las tiendas que rodean Tribunal. Entre Chueca y Malasaña estás servido de ropa guay, aunque igual el presupuesto es más ajustado.
Y Blanco también.
   Pero no pretendas engañar a nadie, porque a ti la ropa te la suda. Lo que te gustan son las tiendas de tontás, y Madrid está llena de ellas, aunque te gusta llamarlas tiendas de ideas, ese lugar donde encontrar los regalos idóneos, donde pasar horas y horas de admirar ideas y esperar a que llegue el día en que tengas dinero para adquirir artículos tan inútiles como un puzzle en blanco o un cuaderno japonés. Hablo de cadenas como Muji o Tiger, incluso Vips. La particularidad de ellas es que están llenas de objetos de uso doméstico con grandes ideas de diseño, pequeñas tonterías que lo hacen todo más bonito. Esas tiendas te encantan, ¿sabes? Si eso, también tienes las tiendas que hay en la calle del Penta o todas las de segunda mano y vintage de Malasaña, aunque el precio sube en según qué sitios.


LIBROS
Gastas más dinero en libros que en ropa o en comida. Por eso es conveniente que conozcas unas cuantas librerías de Madrid. Podemos empezar, no sé, por la última en abrir, ni más ni menos que la Central en Callao, con una tienda nueva y bonita, buen catálogo en otros idiomas, cafetería, varias plantas, un lugar agradable, aunque la sala que tienen reservada a los lectores tiene unas sillas con pinta de cualquier cosa salvo cómodas. Con todo, te gusta. Le daremos el aprobado.
Tu preferida, como la de tanta gente, es Tipos infames. Una librería cuyo lema es libros y vinos te tiene que gustar por huevos. Está en una de tus calles preferidas de Madrid, junto a San Ildefonso, donde el Burger Lab. ¿Qué tiene de especial? Los dependientes son majos, el catálogo es IMPRESIONANTE en el sentido de que es una selección finísima. Se nota que la gente que lleva la librería sabe de literatura. Lo mejor de Acantilado, Seix Barral, Anagrama, Vaso Roto, Alpha Decay, Blackie Books... de verdad, eso es lo que más te enloquece. En cuanto al espacio, cuenta con dos plantas, la de la calle, donde están el bar-librería, y la subterránea, que emplean para exposiciones y presentaciones de libros y tal. En definitiva, mola. Yo soy un ignorante en cuanto a vinos, pero para eso están, para asesorarte un poco, recomendarte y venderte la botella que tienes que regalar a ese compromiso ineludible. Tomas tu café, ojeas los libros en un sillón, charlas, eres feliz...
Un lugar de culto al libro como objeto: Panta Rhei, frente al mercado de Fuencarral, en una perpendicular con Fuencarral. En esta librería todos los libros son preciosos, físicamente preciosos, quiero decir, maravillas de edición. Libros de arte, cuadernos de viaje, plantillas de stencils, arte urbano, ilustraciones de aúpa... Evidentemente, aquí no es todo tan asequible, de modo que hay que reservarse para sorprender a visitas y hacer regalos muy especiales.
Más librerías en Madrid, por ejemplo la mítica Arrebato, en una paralela a San Vicente Ferrer, y una en Sol de las de toda la vida, que además está en la calle de una pastelería donde ponen pasteis de Belem, para que te acuerdes de Lisboa de vez en cuando. En Embajadores tienes Traficantes de Sueños, una librería con muchas iniciativas culturales, presentaciones, talleres y demás.
Tienes también, cómo no, las cadenas que tantas veces te han alegrado, sobre todo FNAC, donde lo encuentras todo. Y cómo no, Jose, las compras online con su riesgo de sablarte cuando menos te lo esperas.

24 de septiembre de 2012

Madrid: una guía de supervivencia 1/2




Soy de Jaén, en concreto de Bélmez de la Moraleda. Acabo de pasar mi primer año en Madrid, tras la catastrófica llegada a lo Paco Martínez Soria, y es que un pueblerino nunca está lo suficientemente preparado para la capital. Con lo que me gusta a mí hacer recuento y esas cosas, creo que, en vistas a un posible segundo año en Madrizzz, ha llegado el momento de hacer recuento de lo aprendido y escribir una pequeña guía para el Jose del año pasado, aquel muchacho comedido e idealista que desembarcó en la Residencia de Estudiante a golpe de corazón.
Jose, vas a pasarlo bien. Tenlo en cuenta desde este momento, amigo, y pasarlo bien en Madrid no es difícil. Sólo hay que tener ciertas nociones de:

TRANSPORTE
Hazte con una bici de segunda mano. Busca en Internet: hay gangas. Luego, para cuando tengas problemas (porque eres un inútil y un manazas y lo sabes), puedes visitar algún taller o sitios especializados. En Embajadores, por ejemplo, un poco más arriba de Tabacalera, en esa misma acera, hay un pequeño taller donde tiene pinta de hacer las cosas bien por un precio razonable. Si no, cuando pinches (que pincharás, y a  menudo), hay otro taller en Canal, en una de las placitas que hay justo debajo, entre el mismo Canal y la Castellana. El dueño es un viejo con malas pulgas, pero te venderán una cámara y una bomba.
De todos modos, si te vas a desplazar poco, anda, camina, pasea, que es bueno para la circulación. Dos paradas de metro son un paseo agradable. Tres, también; cuatro, ya va cambiando la cosa. Cuando tengas que desplazarte algo más o no sepas muy bien cómo llegar a alguna parte, pilla el metro. Es eficiente y rápido. Cuidado, cada semana sube el precio del billete sencillo. Si vives en Madrid durante un año, igual te conviene empadronarte para tener una de esas tarjetas de residentes con las que los viajes en transporte público son más económicos. Siempre que puedas, haz un simpa. Si te pillan por casualidad, pronuncia tu acento andalú y hazte el despistao, das una dirección falsa, a saber, Calle Pez 14, 3ºA derecha, y sigues como si nada.
El taxi resérvalo para altas horas de la madrugada y situaciones críticas. No es tan caro como, digamos, en Sevilla, pero tampoco es un regalo. Si puedes, comparte la carrera con alguien y partes gastos. Como ves, esto de desplazarse por los madriles es pan comido. ¿Para qué te quieres desplazar? Para tres tareas fundamentales.

COMER
Te gusta comer, pero eres pobre. Madrid está llena de posibilidades. Sin embargo, olvídate de las tapitas de Granada, eso de que te pongan un montadito con una caña. En Madrid, eso lo pagas. En Granada también, pero de forma encubierta. Las posibilidades de Madrid, a lo que íbamos.
Si te va lo castizo, barato y cutre tienes el Museo del Jamón, muy económico para ti, pobre pardillo sin nómina. Si aspiras a algo castizo y menos ideado para guiris, cualquier bar de la Latina o del centro te servirá para comer croquetas y calamares o montaditos deciliosos por un precio sensato. Pero para croquetas de quitar el sentío, vete a Casa Julio, por Malasaña, busca y encontrarás, y prueba todas las variedades y unas bravas, por dios. Y si algún día estás holgado de presupuesto, vete a Chueca al Mercado de San Antón, donde tienen unas tapas y montaditos cojonudos. Y croquetas, y comida de todas partes.
Porque para qué engañarnos, a ti lo que te gusta es la comida del mundo, y Madrid está llena. Por ejemplo, a ti la comida china nunca te volvió loco, pero los chinos verdaderos de Madrid son imposibles de rechazar, en concreto dos: el que hay en la calle Silva, por Gran Vía, Ni Hao. Chino, chino de verdad; el otro, el Rey de los Tallarines, donde tienes que probar la pasta que ellos mismos preparan y la ternera, con la mejor salsa del mundo entero.
Sí, el chino está cojonudo, pero la comida japonesa ya son palabras mayores. En el mismo mercado de San Antón hay un puestecito donde el sushi no sale muy caro, está riquísimo, el lugar estupendo y te molará. La otra opción es, en la placita malasañera de San Ildefonso, el japo que hay, con menuses por diez euros y comida muy rica y un lugar también muy molón. Además, las calles colindantes te gustan todas, de modo que pasarás ahí tiempo y tiempo y tiempo de tu vida.
Porque, por ejemplo, sin salir de este barrio, en la calle Espíritu Santo hay un italiano take away que está genial, hacen una pasta y una pizza espectaculares, aunque progresivamente irás olvidando la comida italiana en pos del resto de comidas internacionales.
Vete a Lavapiés. Cualquier indio vale la pena. Prueba en un africano, a ver qué te dice la comida típica. Prueba todo Lavapiés. Te harás un favor.

Salir, beber
Malasaña es tu templo.
Para ir de bares, es tu zona. Hay mucho y muy variado, desde garitos rockeros como El Rey Lagarto (para algo eres de Jaén), o tu preferido, el Nueva Visión, aunque todo el mundo lo conoce como el Club de Fans de Los Ramones. Prepárate: es tremendo. Y eso te encanta. Hay humedad, huele mal, no está precisamente limpio, sólo hay personajes, lo amas, lo amas, lo amas. Cerveza a dos euros entre semana. Y la mejor música, eso es indiscutible. Viejos rockeros que pinchan a Aretha Franklin. AMOR.
Pero empecemos la noche. Beber barato y mucho: el Palentino, también en Malasaña. Copas a 3 euros; será veneno, pero son 3 euros. Se llena mucho, ve temprano. Abre hasta las 2. En la calle del Teatro Alfil, justo frente a la tienda de cómics más friki del mundo (te encanta). Luego, entrada la noche, casi siempre te dividirás entre cualquier bareto que investigar (el Bukowski tiene recitales todos los miércoles) y el Vía Láctea, en la calle del de los Ramones. Te encanta. Muy mucho. Te recuerda a bares de Granada. Hay pegatinas de bares de Granada, el Patapalo y el Tornado. Cuando estés listo para una sesión de moderneo, vete al Tupperware, aunque petadísimo siempre, colas en la puerta.
Fuera de Malasaña también hay vida, joder. Fotomatón cerca de Plaza España, Contraclub por la Latina, Costello en Montera. Hay, Jose, hay. Muévete.
Acabar la noche. Si quieres pagar, opta por el Barco o la Nasti. Malasaña a tope. Aguanta como un campeón, la noche puede traer descubrimientos. Aguanta, va. No hace falta que gastes demasiado, siempre te quedará la opción de comprar una cerveza en los chinos de la calle. Si no quieres pagar, vete a la Burly, que está en una paralela a Montera, aunque muy temprano o muy lleno de paciencia. Mola, abren como hasta las seis y pico, y luego tienes la opción de unos churros con chocolate en San Ginés o Valor, ambas chocolaterías bien cerquita. La Burly: buena música, buen ambiente, bien de precio. Ideal para poner colofón a la noche madrileña... y lo más importante, IT'S FREE!
Pero no todo va a ser bares y moderneo de noche, ya que durante el día hay mucho que hacer. De nuevo te mando a la Latina o a Malasaña a descubrir cafés y bares más relajados, irlandeses y cosas así... no sé, sitios como Tipos Infames o el Freeway.

8 de agosto de 2012

sum



Durante muchos años, estuve convencido de que no llegaría a los 25. Los 23 era la edad que había marcado como máximo para sobrevivir a la enfermedad llamada vida (la enfermedad del tiempo, que nos mata poco a poco, como los Ángeles Llorones) no sé muy bien cuándo ni por qué. También me marqué otras estupideces, como que tendría un hijo, que estaría casado, que qué sé yo.
     Tengo 25 años y un montón de insensateces en la sangre y los bolsillos. De hecho, no tengo nada más en los bolsillos. Voy camino de convertirme en un viejo maniático y cascarrabias, pero está bien. Yo me lo he buscado. Hace cinco años, cuando pensaba que cumplir veinte era tan importante, escribí un texto bastante largo en el blog. Trataba de definirme y analizarme en varios párrafos. Entonces encontré varios puntos a tratar. Ahora, como digo, cinco años después, he parado a pensar largo y tendido sobre qué vale la pena hablar, si hay algo tan importante sobre lo que disertar largo y tendido. O mi vida se ha vuelto mucho más aburrida, o tengo más claras mis prioridades. Lo cierto es que, tras mucho pensarlo, hay una palabra que quema con una intensidad inusual: literatura.
            Es divertido: creo que a los 20 la contemplaba, pero más como un hobby que como una ocupación real. Ahora llega lo jodido, cuando sé que la literatura no puede ser una ocupación, cuando tendría que conformarme con un hobby, pero no puedo decir no. Ahora que he empezado a correr sin frenos, con una venda en los ojos, no puedo detenerme. Supongo que antes lo describía como una voz en la cabeza que no se callaba hasta que le daba forma. Ahora diría que es más bien una sensación incómoda de cosas pendientes.
            Sea como sea, lo importante es que si hace 5 años escribía desde casa, Bélmez, ahora lo hago desde Madrid, que entonces tenía el pelo relativamente largo y ahora vuelvo a tenerlo en menos cantidad, pero con greñas horribles. Todo vuelve. Todo es un ciclo. Veamos qué conceptos quiero tratar con la llegada del cuarto de siglo.



Amistad
Me he vuelto un cínico con los años. Recordemos cuánto quería a mis amigos, cómo eran los mejores y no podía vivir sin ellos. No mentía. Seguimos siendo amigos, buenos amigos, grandes amigos, pero prefiero hablar del camino. De los que he conocido entre tanto. Tengo suerte. Lo de convertirme en un cínico comenzó precisamente a los 20, con los primeros (o más claros) prejuicios. Me gustan los prejuicios y los disfruto, porque las primeras impresiones me han enseñado que en la mayoría de las veces no me equivoco. Sea como sea, he descubierto el perfil de gente que necesito a mi lado. Gente sin prejuicios (sí), aventurera, que comprenda que el mundo puede ser de otra forma. Gente inconformista, joder, gente no acomodada, que no se deje absorber por un sistema cómodo de seguir, un régimen antiguo que nosotros no hemos escribo. Necesito gente que necesite viajar y conocer otra gente, pero viajar de verdad, de perderse un tiempo lejos y pasar temporadas en otros países y otras culturas, de cortar con todo y reemprender la marcha. Gente dispuesta a vivir hacia rutas salvajes, vaya.
He aprendido también que conceptos como mejor amigo eran espejos de la infancia. Ahora sólo hay gente necesaria, gente que hace girar el mundo, como yo los llamo, y todos vienen de lugares distintos y probablemente nunca coincidiremos, pero es maravilloso vivir en esa especie de crisol sin orden ni expectativas.
            Aún es cierto: necesito a mis amigos más que nada, por encima de todo, aunque sea una persona solitaria. Sí, soy una persona solitaria. Insisto, no me gusta demasiado la gente, mucho menos la gente al uso. La mayoría de la gente es al uso, mal vamos.
            Y más aún, me obligo a conocer gente todos los años y coleccionar amigos, y he de tener una suerte de la hostia, porque con tanto prejuicio y tantos requisitos poca gente me llega dentro. Antes, supongo, era más fácil hacer amigos.

CINE
Muchas veces, cuando me preguntan, llego a afirmar que me gusta más el cine que la literatura. Entonces me pregunto qué hago escribiendo libros y no aprendiendo a mover la cámara, a hacer un casting, a escribir un guión en condiciones. Supongo que, llegado el momento, me centraré en algo relacionado con ese mundo maravilloso: un Máster en Guión (algún curso he hecho, pero poca cosa de momento), conocer gente, tal vez tratar de trabajar en una productora... Todo llegará, me digo.
            Porque quiero volver a emocionarme como cada vez que veo Where the Wild Things Are, que el corazón se me acelere con los encuentros de Celine y Jesse, se me haga un nudo en la garganta cada vez que escuche "Angela Undress", reír a carcajadas con cualquier invento de la factoría Apatow, arruinarme porque soy de los románticos que aún frecuentan las salas de cine. Creer que soy un niño con cualquier maravilla de animación, qué diantres, temblar de pánico con el terror de La profecía (recuerdos que envilencen a la edad), quiero enamorarme de Scarlett Johansson y Kate Winslet, de Joseph Gordon-Lewitt y Anne Hathaway, seguir colaborando en Cinempatía, darle las gracias a todos los que han hecho posible la existencia de este arte cinematográfico.
            No dejaré de escribir mis reseñas, impresiones, descubrimientos, de rendirle homenajes como hice con El Desencantador (atentos, una novelita que pronto verá la luz, estoy seguro), recorrido por el cine de mil época y cien mil escuelas para todos los curiosos. A veces sólo encuentro las respuestas en el cine: Into the Wild, Before Sunset, Away We Go, Caótica Ana, En la cama... Porque los lugares donde yo estoy ya han sido transitados por personas mejor preparadas, y no está de más abrir los ojos y aprender. Aprender del cine a vivir.

La muerte
A dos metros bajo tierra y Buffy, Cazavampiros son mis dos biblias audiovisuales para entender la vida. Para aceptar la muerte. Porque por nosotros mismos no somos capaces. Ambas series tienen, ya sea por un motivo u otro, a la muerte como protagonista. Supongo que me fascina y no me aterra. Nunca le he tenido especial miedo a la muerte, y es curioso. A la gente la muerte le provoca auténtico pavor.
Hace dos años murió mi tía Carmen, probablemente una de las personas a las que más quería. La muerte me acarició la nuca como una sábana fría y empapada. Hace ya cuatro años, sin ir más lejos, estuve entre dos tierras cuando el sonado ictus. Un poco más, más fuerza, más tiempo, menos sangre y estaría muerto. No me asusté en su momento ni más adelante; todo lo contrario, me ha hecho darme cuenta de lo bien que está esto de vivir si uno sabe como. Quiero decir con esto que en definitiva se trata de una filosofía de vida producto de mi inmadurez y aspiraciones de bohemio.
            Sea como sea, la muerte es un tema que me obsesiona. Como elemento narrativo, me parece uno de los grandes pilares sobre los que descansan mis  ficciones: una muerte siempre puede convertir un capítulo normal en algo memorable. No obstante, no he matado a nadie, pero lo he deseado. No sé si desear la muerte a alguien es algo demasiado horrible, pero juro que habría matado con mis propias manos a varias personas con las que me he cruzado, y es que el planeta y todos esos seres que lo habitan serían mucho más felices según sin quién.
            Creo que, llegado el momento, yo elegiré cómo morir, cuándo hacerlo. Creo que, dado el vacío existencial y el terror cósmico que me provoca pensar en que los seres humanos somos piezas inútiles e insignificantes en un plan superior, complicarse con nimiedades, caprichos de seres que se sienten el centro del universo, es absurdo. Así, cuando llegue el día, saltaré lejos.


amor, amor

Creo que no estoy enamorado. No, no lo estoy, no ahora. Hace cinco años lo estaba perdidamente, pero no sabía lo que era el amor y las aristas que contenía. Creía que el amor y el sexo eran cosas inseparables, ja, ja, ja. Creía que el amor de película existía, que podíamos ser tan especiales. Tan espaciales. Quería a María, no estoy seguro de habérselo dicho (digamos que sí).
            Ahora, digo, no estoy enamorado. No sé si creo en el amor, porque han pasado unos años de escepticismo indomable. ¿El amor de Aleixandre? ¿El amor de los poetas, de las películas indies? ¿El amor de Cortázar? Qué estupideces, cuándo nos vendieron la moto. No estoy enamorado, pero quiero estarlo. Tengo las cosas más claras, sé que el sexo es una cosa distinta, que a veces no basta con sentir y la cabeza tira más que los huevos, pero se pone en medio el corazón y te quedas sin aire. Sé que no hay respuestas, y es bueno haberlo descubierto como se descubren las cosas para siempre, mediante ensayo y error.
            Supongo que no he dejado en ningún momento de estar enamorado de alguien, a veces por esto o por aquello. Ya sabéis, romántico sin esperanza busca puta sucia, y aquí seguimos, a la deriva...
            He llegado a pensar que no habrá nadie, ¿sabes?, que seguiré en esta senda solitaria de penumbras y desengaños. También he descubierto cosas importantes, y al parecer tengo las cosas más claras que antes. Seremos grandes, seremos únicos, nos querremos con más ganas que nadie, nos morderemos con más fuerza, sudaremos tanto, lloraremos tanto, dejaremos tantos pechos rotos. Supongo que, llegado el momento, lograré recuperar esa inocencia.
            Hay que ser inocente para creer en el amor, pero sin confundir conceptos, sin términos absolutos. Entre tanto, al amor seguirán poniéndole banda sonora Tulsa y Zahara.

Jose en las ciudades

Con 20 recién cumplidos y mucho miedo me fui a Swansea, Gales, de viaje Erasmus. Allí fui feliz como nunca, me divertí como nunca, hice amigos como nunca. Creía que la vuelta no me permitiría ser feliz después de tanta experiencia intensa. Granada me recibió gris y sola, como si no supiera muy bien qué hacía yo de vuelta. Sin embargo, Granada acaba tratándome bien en última instancia, pero estaba escrito que debía seguir volando y visitando otros lugares donde vivir y aprender y divertirme como nunca y hacer amigos como nunca. Ese verano me fui a Francia, Bain-de-Bretagne, y pasé diez días con la familia de acogida hasta que me dio el infarto cerebral. El resto de mi tiempo en Francia no tiene mucho que destacar salvo horas de hospital y rehabilitación. Se sale adelante, lecciones vitales. No he vuelto a pisar Francia.
            Pasaron dos años hasta que volví a volar, en esta ocasión a Bristol, Inglaterra, la ciudad de Skins. Volví a conocer gente como nunca y a hacer amigos, y a beber cerveza como un descosido. Volví a Swansea; fui feliz. Volví a España el 8 de agosto casi de madrugada del 9, mi cumpleaños. Pasé la noche en un autobús a Granada. Bristol me salvó la vida y demostró que no todo estaba perdido.
            Cuando pude venir a Madrid se volvió a abrir el mundo por la gente, las calles, las tiendas, los libros, las croquetas, esa gente de paso con la que te encuentras porque siempre hay tiempo para una última cerveza... Y Madrid estaba tan lejos de Lisboa... Lisboa era una desconocida para mí como el país luso en general, y en 2012 ya he estado ahí dos veces. Me he enamorado de esa ciudad, sus miradouros y su Bairro Alto. Volveré y viviré ahí alguna vez, estoy seguro. Cada vez que vuelvo de un viaje lo hago más feliz, más inteligente y más dispuesto al mundo. Supongo que mi vida será un deambular de calles y ciudades, fotografías de rostros desconocidos y calles anónimas. Acabaré en Oceanía, junto a la playa. Desnudo y solo.

Libros
Libres. Libertad encontramos aquel día en la biblioteca, ese templo de libros a otro espacio y otro tiempo. Al fin el hombre era capaz de jugar a los demiurgos sin que nadie pudiera aplastarlo. Joder, qué feliz era con mis libros esas tardes de leer y leer y dibujar y leer. Leer de pasar horas y descubrirte en medio de una habitación extraña, de querer más a los personajes de las novelas que a tu entorno.
            Y escribir. ¿Por qué escribir? ¿Por qué no? Porque las voces, esa sensación era imposible de aniquilar. Con 20 años sólo tenía sueños y ganas de escribir, y buenas historias que aún me aportan premios y dinero y reconocimiento, pero sobre todo sueños. La traición de Wendy nació como una promesa de amor y acabó como una cruenta venganza, pero acabó. Y me pilló por sorpresa: ni siquiera era una buena novela, pero estaba llena de agallas, y a veces basta eso: agallas. Era al menos una novela honesta. Eso fue el principio del declive, porque nadie me había dicho lo difícil que es esto. Cierto, cuando has empezado a publicar da la sensación de que seguir es fácil con dejarse llevar por el impulso, pero nada más lejos. Hay que seguir supurando a todas horas y evitar volverse loco, porque los personajes e infiernos que creas te acompañan en TODO momento. Supongo que, a los 25, podría afirmar que como poeta no tengo nada que hacer, que la narrativa es mi camino. Supongo que, como siempre, volveré a los versos a veces, cuando no me quede más remedio.
            Mientras tanto, terminé El Desencantador, una novela que comenzó casi al par que La traición, aunque sin un plan establecido. Junto a ellas nacieron casi todos los días personajes y escenarios que dieron de bruces con relatos y cuentos donde tenía cabida todo. He jugado mucho, lo sé. Llegó tambié Nocte, y el panorama literario español con una guadaña y los perros sueltos, y veinte mil oportunidades malgastadas y de vez en cuando algún acierto. Y llegó el proyecto gordo, Queridos niños, a quitarme el sueño y devolverme la fe. Confío plenamente en esta novela excesiva, alambicada, oscura y 100% yo. Parece que voy dando con un estilo o voz propia como si fuera un escritor de verdad.
            Queridos niños y la Residencia de Estudiantes: los amigos, la comida, el tiempo, los viajes, las noches, la cama, la música, los libros, la ciudad, los amigos, la gente, las leyendas, los amigos, el camino, el futuro, los prejuicios, los amigos, los proyectos, las visitas, los amigos. Y en esto estamos, cerrando libros y muerto de miedo. La literatura me ha dicho sí, éste es el camino, y he decidido creérmelo todo. Escribe, Jose, escribe.


Cumplo 25 años, ¿sí? 25 años que podrían suponer mucho o poco, probablemente menos de lo deseable, más de lo esperado. No soy ningún modelo de nada, sólo un hombre con cabeza de niño y decisiones por tomar. No sé nada en el mundo salvo que, de un modo u otro, escribiré.
            No sé dónde, ni con quién, si habré follado antes de abrir el procesador de textos, si estaré borracho o fumado, si será por la tarde o de madrugada, sólo que escribiré. Y que siempre va a estar ahí la melancolía, ese trapo pegajoso de tristeza dulce y contagiosa.
            Quiero a mis padres y a mis hermanos, a mi perrilla, a mis amigos, quiero tanto a mis amigos, quiero a los escritores y a los libros, a los actores, quiero a los pilotos de avión, quiero a los músicos, a los periodistas, a los inventores, a los soñadores, a todos los creadores que han sido tomados por locos, quiero absolutamente esta vida que tengo, lo que nos queda por hacer.
            Y es que no sé por qué, pero a los veinticinco me queda sólo la incertidumbre y esta tristeza en el pecho.

15 de julio de 2012

Seguimos vivos

Esta semana ha hecho cuatro años del infarto cerebral. No morí ese día, si bien ha habido días de desear morir entre tantos meses. No sé, supongo que siento la necesidad de hablar de estos años, de los cambios y las limitaciones, de lo bueno y lo malo que me aportó ese infarto, porque, como en todo, me trajo diversidad. Creo que no he sufrido realmente, que en el fondo lo del ictus era una forma más de sentirme distinto o especial.
     La cuestión es permanecer en un hilo. Ya sabes: cualquier día podría repetirse, cualquier día podría ser peor, cualquier día podría ser el último. No te dicen: Jose, a ti te pasó esto. No, porque eso sería demasiado fácil. Te pasó esto por esto, y si haces tal cosa no se volverá a repetir. No dejan de repetirme que no hay un 100% en ninguna parte, así que he aprendido a vivir con la duda. En parte es romántico eso de que cualquier día pueda ser el último, aunque no tanto que cualquier día te puedas quedar postrado en una silla de ruedas o una cama porque tu cuerpo hace cosas raras, y no es tu culpa. O pensar que cualquier día no pueda mover los dedos. Eso me mataría. Me mordería la lengua, tomaría cicuta, me arrojaría a las vías, volaría desde la ventana de mi cuarto.
     Porque recuerdo una cosa, sólo una, y esa cosa es el miedo. Despertar con tu mano izquierda inmóvil, apenas lograr sacar la fuerza para escribir. El miedo era no poder escribir. Supongo que no puedo decir más.

30 de junio de 2012

Y volver, volver, volver...

Elena Bugedo en su noche vintage
Jesús: poeta e informático y amigo


Hace unos meses volví a Granada de excursión, de visita fugaz con los amigos de la Resi. Ayer, aprovechando que andaba por casa, me  dejé caer de nuevo por la ciudad nazarí. El plan era perfecto: tapas, concierto, cervezas y reencuentros.
     De entrada, nada más llegar al edificio de mis hermanos me topé con un chaval que se me queda mirando y dice: ¿Tú me has dado clase? Mi experiencia como profesor se limita, más allá de las horas de clases particulares, a las prácticas que llevé a cabo hace un año en el IES Generalife de Granada para el Máster de Profesorado. Sí, me reconoció. Sí, parece que cada vez que vuelvo a Granada encuentro a algunos ex alumnos, y supongo que ésa es la sensación que algunos llaman vocación, saber que alguien en una edad tan jodida como la adolescencia se acuerda de ti, aunque fueras su puto profesor de inglés, aunque no fuera tu intención dejar poso en ellos, sino que aprendieran la diferencia entre reported y direct speech.
     Es que es matemático. De las cuatro veces que he vuelto a Granada desde que la dejé tras seis años de adopción, las cuatro me he encontrado con algún alumno o alumna con el que he tenido a bien hablar de cuatro trivialidades, profesores, notas, perspectivas de futuro. Me encanta.
     Luego quedé con Jesús, con quien ya había quedado la última vez que bajé, y esta vez sí pude enseñarle "Sostiene Pereira...", una pequeña librería de segunda mano en un extremo de calle Elvira, nada del otro mundo, aunque fue ahí donde compré por primera vez un libro de Javier Egea. Además, como pequeño homenaje aparece maqueada en El Desencantador.
Marga, que canta y me encanta
     Después fuimos de tapas antes del concierto a otro enclave mítico, las Escuelas (junto al Botánico), cerquita del lugar del concierto que nos tenía preparado Elena. Digo concierto y debería decir velada vintage, porque hubo de todo: photocall, danza del vientre, canapés, piano en directísimo y Elena Bugedo paseando entre las mesas para hablar con todo el mundo. Si algo bueno tiene esta cantante es que, más allá de que te guste mucho o poco, sus conciertos siempre suponen una experiencia extramusical. Te hace sentir especial aunque sea un ratito, te trata de tú a tú, coquetea, juega con el público, interactúa... le da un rollo que sólo confieren los años de tablas. Tras el cóctel, tocaba perderse en la noche granaína aunque fuera por un rato.
     Van Gogh. Sí, acabamos ahí de cervezas. Cuando sales por Granada, puedes arriesgarte a meterte en uno de los mil garitos o apostar sobre seguro: Van Gogh, Ruido Rosa, Tornado... ahora han abierto el Hendrix donde el difunto y recordadísimo Lobos. En cualquier caso, le debo a Granada una noche en vela, de esas de salir de la Vogue o la Booga a las cinco o seis, comer algo y subir a San Nicolás a ver amanecer, comer churros con chocolate en Bib-Rambla o el Café Fútbol y caer muerto en la cama. Más tarde que temprano tendré que hacerlo ya que no cumplo mi propósito de subir al mirador cada vez que voy a Granada.
Un portal a la derecha me proveyó de internet el año pasado

El mejor Kebab de Granada está en Alhamar

     Pero es lo que le decía a Jesús. La sensación de extrañeza al volver a una ciudad donde has vivido (en mi caso, hace un año) y que cambia sin que tú puedas hacer nada por retener ese cambio. Tal vez recordar lugares y momentos que cambiaron tu vida, porque Granada cambió tu vida como Madrid no lo ha hecho. Aún.